«Menos mal que nos queda Portugal», suelen decir los gallegos cuando las cosas se ponen jodidas (por tanto, imagino que siempre). El Real Madrid también puede aplicársela: en Portugal llegó la ya legendaria Décima (y el 8-0 a los culeros), y es uno de los países donde se disputa la Champions, la única competición que le permite alejarse de la vulgaridad y el paletismo ultramontano. Al fin y al cabo, ¿qué le queda en España? ¡¡Nada!! Es cierto que el otro día el Sevilla jugó sin publicidad y eso elevó un par de puntos la cayegoría estética del partido, pero bastaba con mirar a los yonkis y gitanos (los del campo, no los de la grada) para que el efecto se disipara rápidamente. Seguramente no llevaban espónsor por alguna movida contractual.
En fin, Braga. Un nombre chistoso sólo desde una perspectiva estrictamente hispanocéntrica, porque en portugués braga no se dice «braga» sino «calcinha», y el nombre de la ciudad no es sino una evolución de Bracara Augusta. La denominación se debe a los brácaros, pueblo céltico que mamó rabo romano como todos los de la época. Pero sí, ahíqueda el chiste para los españoles, que incluso pueden visitar fácilmente el municipio por su gran proximidad a Galicia.
Uno se imagina los equipos portugueses llenos de brasileros rebotados pero no es el caso del Braga, que de hecho tiene muchos más españoles, concretamente a cuatro, jugadores que no lograron encontrar hueco en las plantillas españolas. Sea comos ea, es un equipo chiquitín que ya agracece el hecho de haberse clasificado, y propablemente se dejará encular para que sus jugadores puedan contárselo a sus nietos. Juegan en un campito muy raro que para algunos es «el más bonito del mundo», pero vaya, yo sólo veo una solución arquitectónica más o menos ingeniosa. Regresemos de ahí con al menos cuatro goles (a favor) para restañar heridas e ir preparando el asalto a la gran ramera.