Por Rappol
Antes de que empezara el partido, dudaba sobre si sería buena idea volver a ver una primera parte del Real Madrid de esta temporada, habida cuenta de que parecían venir dejando lo mejor en el fondo de sus barricas escrotales para espurrearlo sobre cualquier equipo en el transcurso de las segundas partes. Así sucedió que, pese a los esfuerzos por eyacular que los blancos desplegaron durante la primera parte [No debí ver la primera parte], e incluso contando con las maniobras tácticas encaminadas a contener la eyaculación, cosa que, por otro lado, no resulta muy errejonista, aunque puede que sí caballerosa y afecta, quizá en algún grado incomprensible, al señorío del Caserío, o a los payeses, o a los payoyos, porque es very difficult todo esto… al final lo que vino a suceder es que el Real Madrid destrempó sin haber marcado ningún gol, para acabar viéndose como un equipo desquiciadito (sin llegar a lo del Renacido Gavi, que sólo entró en juego al final para intentar echar del campo a Vinicius), que encajó una goleada extraña sobre la que Don Carlo vino a decir en rueda de prensa [Esto siempre me ha sonado a artilugio de castigo del medievo], que bueno, que en fin, que vale, pero que «no podemos tirarlo todo a la basura». Y desde luego que no podemos hacerlo sin tener en cuenta a qué hora pasan los rumanos, panchos y culés a escarbar en los contenedores de nuestros barrios. Porque, ante todo, hay que ser un buen ciudadano y acudir a las fuentes a celebrar trofeos, que esto es fútbol y no la fiesta de la democracia.
Yo tengo todo el respeto del mundo por Don Carlo. Como en su tiempo lo tuve por Don José, o por Don Fabio, o por Don Santiago y, por supuesto, por Don Zinedine. Porque para mí los buenos entrenadores son los que sacan la basura a la hora en la que van a pasar los rumanos, los panchos o los culés; y tienen en cuenta de dónde viene el equipo y hacia dónde puede ir. Este señor no va a enloquecer ahora, por más que a algunos les gustara que enloqueciera y que metiera al equipo en un retrete y cerrara el pestillo, para luego echarlo a los leones. No. Don Carlo tiene que terminar la temporada y cuadrar el círculo. Y queda mucha temporada, y puede que algún disgusto más pero, ¿cuál es la verdadera entidad de estos disgustos y, sobre todo, de los disgustos de estos años de buenas añadas de Ribera del Duero para el madridismo? Seamos justos, no garzoneemos.
El Real Madrid se troleó anoche un poco a sí mismo con aquello de «así tenemos que jugar desde el principio», errejoneó un poco, se dio la vuelta como un calcetín y se encontró con la tormentilla perfecta y el equipo partido en maderos que no se iban a poder juntar para salir a flote en esta ocasión porque las piernas (y sobre todo las cabezas) no dieron para más allá del 0-2. Se nos rompió la racha de tanto usarla. Y qué mejor momento para ello, que las fuentes del noreste estaban muy descuidadas, llenas de colillas de porro y puntas de machetes quebradas, cadenitas y tarjetas de transporte usadas, condones de colorines con sabor a neoliberalismo, entradas para museos, cartones de vino barato y flyers de Tecnocasa. Qué mejor día para caer que esta noche, dejando los contenedores rebosantes de basura para que la plebe pueda darse ese festín que tantísimo echaba de menos…
Claro que podríamos tirarlo todo a la basura. Pero no será ahora, ni por estos motivos. Este no es un equipo ni un proyecto para tirar a la basura. Se saca un poco para los jabalíes ahora, aunque ya dijo el pintor Strauch que en esa parte de la montaña nunca había habido jabalíes. Y yo tengo que creer al pintor Strauch. Por eso digo que se debe sacar la basura, pero no toda; sólo un poco, para deleite de los jabalíes e indecencia de las fuentes.
Ayer se corrió, pero no se marcó. Y por ahí se fue yendo el partido a la basura. El Real Madrid siempre hace feliz a alguien. Me quedo con eso y una copa de vino, después de bajar a tirar la basura.
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– Real Madrid: 0 patatero
– Negreirona: 4