Sí, bueno, ¿no? La remodelación del Escorial, que digaaaa, del Bernabéu, sigue su interminable curso, ante el aplauso generalizado de fanboys, pelotilleros y flipaos, que vienen a ser sinónimos de «futboleros». Al abrigo de esta obra moumental ha surgido un subgénero de youtube, las «obras del Bernabéu», gracias al cual un puñado de ociosos se han encontrado un ingresito que no les viene nada mal. ¡A ver si iba a ser el inefable Mon de Món el único que iba a poder abrigarse en los pelos del culo del club! Eso sí, estos creacontenidos deben estar sintiendo sudores fríos ante el próximo final de las obras; alguno incluso es posible que tenga que buscar empleo. Mientras tanto, basta con llevar todos los días la camarita al estadio, pagar por hacer el tour y repetir las consignas habituales: «¡Espectacular! ¡Alucinante! ¡El mejor estadio del mundo!» ¿Crítica, análisis? Aquí estamos para facturar, señores, y para cimentar el culto malsano creado entorno al estadio. «¡Las lamas están perfectas! ¿Cómo, que van a cambiar casi un tercio? ¡Entonces estarán aún más perfectas!» «¡Qué bonito luce de noche! Ah, ¿van a ponerle unas lonas e iluminación nueva para que no parezca la persiana de una ferretería! ¡Genialidad!»
En fin, recientemente se aprobó pedir el enésimo crédito para la obra, tras un intenso debate (risas enlatadas), dinero que en buena parte irá para el elemento estrella de todo el mamotreto: el hipogeo donde se guarda la sufrida hierba del Bernabéu. Si el gasto total con intereses se nos a irá a 1.500 milloncitos de nada, puede decirse que aproximadamente un tercio irán destinados a la Floporcueva, elemento crucial, fundamental e innegociable de la obra porque de acceso al Santo Grial del nuevo Real Madrid: los eventos. Esto de los eventos y del «Bernabéu usado los 365 días del año» son las nuevas buzzwords para convecernos de que esa inversión monstruosa dará un retorno a no mucho tardar. No obstante, como todo en esta reforma, jamás se ha presentado un «business case» como es debido ni se han hecho unas proyecciones creíbles más allá de «si usas el estadio más días te dará más dinero». El pequeño o gran problema es que nadie se ha puesto a analizar este sector de «los eventos», bastante más pequeño y poco rentable de lo que pueda parecer, además de altamente subvencionado, porque resulta que muchísimos de estos saraos tienen participación pública y son formas de intentar promocionar y estimular ciertos sectores (Fitur, Arco, etc.).
Para ilustrar lo que digo, veamos las características de la referencia absoluta en el sector de eventos a nivel nacional, Ifema:
– 200.000 m² cubiertos en 12 pabellones.
– Centro de convenciones de 10.000 m2.
– Auditorio con 600 butacas.
– 14.000 plazas de aparcamiento.
Ifema celebra unas 125 ferias anuales, con lo cual uno podría pensar que, si el sector es tan atractivo económicamente, obtendría pingües beneficios. Pues bien, sus ganancias netas en 2022 fueron… 1,9 millones de euros, sobre una facturación de 187 millones, récord histórico de la compañía.
Frente a esto, la que pretende ser su competencia, el Nuevo Bernabéu, ofrece 7.500 metros cuadrados cubiertos en un solo recinto… cuando no hay más de 40 grados en el exterior o una tormenta fuerte. Luego están, por supuesto, las instalaciones ajenas al césped, pero estamos hablando de los metros cuadrados cubiertos que nos ha comprado el famoso hipogeo de 500 kilos. A esto hay que sumarle 1.150 plazas de aparcamiento, que se espera lleguen a ser 2.000, o sea siete veces menos que Ifema. Pero con la magia de la ilusión de los youtubers y del emplazamiento de la Castellana (ya sabeís, «el centro», la zona más animada y dinámica de Madrid con diferenca) nos vamos a comer tooooodo su mercado y facturar, tirando por lo bajo, esos 2 millonazos netos anuales. Un plan sin fisuras.
Y luego claro, los famosos conciertos: la clave para aumentar ingresos no era crear una liga más atractiva que vean más espectadores y por la que paguen más los operadores televisivos, sino montar conciertos en tu estadio, otro negocio tradicionalmente con «amplio margen de beneficio». Como los cines, que ingresan un porcentaje tan ridículos por las entradas que literalmente viven de vender comida y bebida (en ese aspecto yo, que jamás compro esos productos en las salas, soy un pésimo cliente). ¿Cuánto puede llevarse un estadio por organizar uno de estos fiestorros musicales? Pues es un tema interesante… según fuentes como esta discusión de Quora, los estadios no se llevan prácticamente nada de las entradas y tienen que hacer como los cines: vender mucha comida y bebida. Vamos a decir que van 80.000 personas a verle el culo a Taylor y que la mitad consumen algo dentro del estadio, a una media de 20 € por persona. Nos darían 800.000 €, a los que hay que restarle, claro, todos los costes de materia prima y personal (aunque una Coca Cola cueste 10 pavos, obviamente no te los llevas limpios). ¿Puede el Madrid ingresar más por acuerdos especiales con el artista? Pues puede ser, pero de nuevo, nadie se ha molestado en ofrecer un desglose, por lo que parece difícil imaginar que el ingreso neto vaya a ser superior a uno-dos millones por megaconcierto.
Así pues… ¿entre eventos y megaconciertos anuales podríamos llegar, siendo bastante optimistas, a 15 millones netos anuales? Esto nos da un periodo de amortización del célebre hipogeo de 33 años; sin querer ser agorero, muchos de aquí ya habremos estirado la pata. Si los beneficios son más modestos, de 10 millones anuales, tardaremos medio siglo de nada en amortizarlo. Se puede argumentar, y con razón, que el hipogeo aporta valores intangibles, como una mejora de la imagen del club que redundará en mejores patrocinios y con ello mayores ingresos, pero el problema es que no hay forma de cuantificar esto exacta y objetivamente; si nos ceñimos a los números concretos, el caso a favor del hipogeo se vuelve débil.
Ah, ¿y el césped? ¿Le está yendo bien o mal dentro de esta cueva? La narrativa oficial se ha apresurado a asegurar que los problemas han quedado atrás y que el terreno de juego está como una alfombra. Basta con no fijarse en los jardineros que igual de apresuradamente salen en los descansos a arreglar el tepe, con ignorar las numerosas irregularidades en la cancha y con atribuir la alta frecuencia de lesiones a la mala suerte.
El hipogeo puede ser una idea buena, mala o regular, pero básicamente se ha hecho por los cojones del SerSup, y apunta a ser una copia voluntarista de recintos concebidos para mercados radicalmente distintos al español. El debate se dificulta porque, como mencionaba arriba, se trata a los socios y afición como niños y nunca se ofrece una explicación detallada del potencial negocio, sustituyendo todo por declaraciones triunfalistas a las que poco después sucede una nueva petición de financiación. Claro que, como dice Florentino al mejor estilo de Pedro Sánchez: «No se nos ha ido el presupuesto, sino que hemos encontrado una solución de ingeniería que no existía».