Lo creíais o no, en Colombia la Champions es gratis con cualquier paquete básico de TV (el que viene con internez), pero verla en España puede ser una auténtica odisea. El tipico bar de barrio va desapareciendo gradualmente, sustituido por «gastrobares» (o «astrobares») que únicamente mejoran un poco la decoración respecto al modelo antiguo y te ponen tapas el doble de grandes, pero te las cobran a precio de platos normales. Como media hora antes del partido entré en un par de estos establecimientos, donde me informaron amablemente que no podía sentarme a tomar unas cañas y ver el fúrbol si no tenía reserva previa, como si eso fuera el Ritz. En vista del panorama, me puse a callejear por Alcalá en busca de una alternativa, empezando a hacerme a la idea de que debería regresar al hotel en busca de un inestable e irritante streaming.
Sin un criterio muy particular que guiara mi camino me encontré con un bar de buen tamaño que lucía bufandas de equipos madrileños. «¿Habrá tele?» La había. «¿Pondrán la Champions?» Estaba puesto el «Canal Bar», así que parecía que sí, aunque en lugar de previa había unos documentales futboleros sin mayor interés. El local era sencillo, a la antigua, con las mesas más centrales ocupadas pero con numerosos sitios de buena visibilidad aún libres. Algunos clientes esperaban pacientemente echando partidas de dardos. Tan bonito me parecía todo que tuve que preguntar a la mesera si realmente ofrecían el contenido deseado, cosa que me confirmó al punto. Así pues, pedí mi clara doble, me relajé y disfruté de las semis de Champions.
Si bien es imposible que el partido iguale en emoción al de City, una semi es una semi y la expectación es enorme. Nuestro Madrid repite ese método de ser dominado constantemente a la espera de pillar alguna buena contra, táctica que debe parecerle a Angeloti muy innovadora, difícil de prever y poco arriesgada. Como el Bayern estuvo muy fallón, finalmente llega esa solitaria ocasión que además fue pa dentro, merced a los tobillos sunormales de Vinicius. Gran alborozo en el bar, que luego me enteré que se llama Trébol, donde la concurrencia es de lo más normal y respetuosa, probablemente sin nada que envidiar a la de los «astrobares» excepto el dinero. La mesera, una mujer no mucho más mayor que yo, atiende a la clientela con singular eficiencia y amabilidad, ofreciendo una variedad de tapas sencillas pero gratuitas con cada consumición. Los clientes son «populares» sin resultar irritantes: no hay ninguno demasiado borracho, ni demasiado gracioso, ni demasiado gritón. Algunos chavales jóvenes, inmigrantes de Este; uno se toma la molestia de recogerme las gafas del suelo y avisarme de que las había perdido. La mesera conoce a los parroquianos por su nombre y les dice «cariño»; bromea varias veces con que quiere irse de vacaciones, pero parece estar totalmente en su elemento.
Otro que está en su elemento era el Madrid, sufriendo pero sin desesperarse. Sane mete el gol de su vida, qué le vamos a hacer. Luego, penaltito por penaltito, todo queda compensado. Los alemanes aprietan y gritan, pero saben que tienen que ganar el cruce en casa. Ay, que el Madrid se les escapa vivo; que se escapa, que se escapa… se escapó. Otro 2 a 2 para el Madrid, pero esta vez con la vuelta en casa y contra un equipo más débil. Satisfacción entre la concurrencia por el espectáculo y por el resultado. Pago a la mesera y me despido de ella, sabiendo que el miércoles no tendré que reservar para disfrutar del partido en el Trébol. Pero, quién sabe, el lugar es demasiado perfecto… incluso uno de los clientes me abre la puerta al salir. ¿Habrá sido una creación de realidad virtual de algún sabio perverso? ¿Seguirá ahí dentro de una semana para la vuelta? Da igual, hemos sacado un buen resultado y he pasado el mejor rato futbolístico de los últimos años.
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– Gayern de Múnich: 2 (Sane y Kane (pen.)
– Real Madrid: 2 (Vinicius, uno de pen.)