Por Julito Járroson
Esperada llegada al Bernabéu del Villarreal, en uno de los pocos partidos con incertidumbre en nuestro estadio a lo largo de todo el año. Los jugadores salieron con unas camisetas de remate final (temporada pasada) para apoyar a su compañero lesionado, esa nueva moda tras el tikitaka o el buenismo. El mensaje era ‘recupérate pronto pipa’, pero podía haber sido ‘haberte operado antes, cabrón’. En apenas unos segundos, vimos lo que iba a ser el partido, o al menos la primera parte: el Madrid, presionando varios metros adelantado sin estar preparado para ello, dejando un solar tras las espaldas de sus centrocampistas en un equipo rival en el que juega gente como Rossi, un puñal. La primera pérdida de balón, a los 30 segundos, propició la primera ocasión del partido. Cazorla tiró fuera.
Los jugadores se mostraban fieles a sus virtudes y sus defectos: Carvalho magnífico al corte, Lass hiperactivo por todo el campo. En estos primeros instantes todo el mundo tenía claro el patrón a seguir: el Madrid focalizaba su ataque en Cristiano, como si buscara un alma perdida, y el Villarreal apuntaba al costado izquierdo blanco, conocedor de las debilidades de Marcelo. El equipo recuperaba el balón y salía a la contra con una adolescencia turbadora, como si hacer una buena contra sólo fuera correr 90 metros lo más rápido posible. Cristiano una vez, y Di María después, nos sonrojaron un poquito. El Villarreal por su parte salió al césped con las ideas claras y bien preparadas, conocedor de la anatomía blanca al milímetro. Garrido era un entrenador con la cara kilométrica de un López Caro, pero poco a poco va forjando un interesante rostro propio.
El Madrid tiene dos grandísimos problemas: el juego sin balón y el juego entre líneas del rival. Salvo un buen disparo de Lass a los dos minutos, el Madrid sufría ante la maestría del Villarreal para destrozar las líneas blancas una y otra vez, con deleite, recreación, alevosía, inercia. Como comentaba con Cipote unos días atrás, en los movimientos defensivos del Madrid la colaboración de Benzemá, Cristiano y Özil es mínima, y el equipo queda supeditado a la posición de Di María, Alonso, y su acompañante. En estas divagaciones me pilló el gol del Villarreal. Fue un movimiento calcado al del primer minuto, con la salvedad que esta vez marcaron antes del homenaje de los ultra sur a Juanito. Preocupante. Pero sorpresa, a los dos minutos, en una bellísima jugada fundamentalmente entre Özil y Benzema, llegó el empate por medio de Cristiano. Özil serpenteó, Benzemá aguantó y Cristiano marcó: guión clásico.
Lo hemos dicho miles de veces en las últimas semanas: los jugadores valen casi todos, el sistema no. Es anticuado y no se adapta a las características de nuestros hombres. Alonso, Lass y Özil forman el triángulo isósceles más grande del mundo, y el juego entre líneas de un equipo que lo sepa hacer nos destrozará siempre (Villarreal, Barcelona). Özil, que viene envuelto en un papel de media punta, es un delantero con habilidades notorias a partir de los ¾; tiene último pase, disparo e incorporación pero sufre horrores en fase defensiva, agrupación de líneas y creación de pase por debajo de los ¾. Además, su físico endeble no ayuda en estas labores, sufre y está perdido. Se impone un cambio de posición, o cambio de jugador, o cambio de sistema. Özil naufraga y se ahoga lejos de la portería, brilla cerca de ella. La primera parte de hoy nos carga de razón. Como muestra, un botón: en el dibujo de Mou el Özil de este año es el Sneijder del pasado en el Inter.
Apenas superado el primer cuarto de hora, una pérdida de Cristiano en el medio y su consiguiente pose en jarras (ni siquiera posicionarse para cortar una línea de pase) propició una contra del Villarreal, Albiol rompió el fuera de juego y Rubén la puso donde no cubría Casillas. Nuestro portero salió a buscar por arriba a la rata Inzaghi en Milán y abajo a un artesano del Villarreal, siempre conocedor de las habilidades del rival, nuestro Captain. El fútbol es una cosa sencilla, una mezcla de geometría y talento. Durante algunos tramos de la primera parte vimos a Alonso subir a presionar 15 metros por encima de su posición habitual. No entiendo la lógica del movimiento con un equipo que juega tan bien entre líneas y que de romper la nuestra se encontraría con Lass y los dos centrales para defender 20 metros. Así llegó una ocasión a los 30 segundos y un gol a los 7 minutos. Queremos saber.
Ramos, como de costumbre, nos daba una de cal y otra de arena. Bien en alguna apertura a Özil, lento para ver un desmarque de Di María en la frontal minutos después. Antes del descanso, y aún con el 1-2, el equipo se esforzaba en su fase defensiva en un 4-3-3 o 4-4-2 de cartón piedra, sabiendo como sabíamos que el 1-3 mataría el partido. Una vez que el Villarreal avanzaba metros, Özil dimitía posicionalemente y la inferioridad numérica volvía a ser un hecho. Cada llegada del Villarreal era un amago de infarto, cada llegada del Madrid un bostezo, un suspiro o una interrogación. De este modo, el Villarreal jugó sin complejos en el Bernabéu dando una clase magistral en tiro de fuera de juego, ritmo de partido y repliegue, fundamentalmente gracias a la aportación omnipresente de Valero, consagrado para citas de mediana-alta enjundia en el peor de los casos. Da pena y rabia ver cómo de la última generación digna de la Fábrica sólo hemos podido o sabido servirnos de Arbeloa. Lo demás anda desperdigado en equipos nobles de la primera división. Aunque podría haber sido peor, Adrián y Míchel dan fe.
En los últimos minutos del primer tiempo, Marcelo sintetizó la primera parte del equipo: se internó, centró, no encontró a nadie, y el balón le rebotó mientras se iba por la línea de cal. Más suspiros. El equipo estaba nervioso, y al público también. Mirábamos a la banda buscando un esperanza y veíamos a Kaka y Khedira, sin saber qué pensar, mientras moríamos arriba, con Alonso como único activo en la recuperación medular. El balón basculaba imantado en torno al tolosarra, que abría una y otra vez buscando la rendija. Al filo del descanso, entre Alonso y Cristiano encontraron por fin la rendija: el vasco sacó una falta con una rosca perfecta, y el balón terminó en la red tras rebotar en la frente de Cristiano, entre los guantes de Diego López.
En cualquier caso, la primera parte dejaba un aire epistolar, y nos enseñó –confirmó- cosas que venimos barruntando desde Barcelona. Fue un retrato de lo que es el Madrid el día de hoy: un conjunto en formación mal aprovechado en un esquema que no nos vale, un equipo sin malicia ni el poso táctico suficiente para manejar un partido, un equipo al que definitivamente le falta un tercer hombre. Un cinco estrellas como Cesc o Silva, sería ideal, pero nos vale un cuatro estrellas como Valero, o un tres estrellas como un Granero mejorado. Un hombre con capacidad para dotar al medio campo y al discurso blanco de un poco más de tejido conjuntivo, de aguante, de resistencia, de ideología. Alguien que junte naturalmente las líneas en fase defensiva, al menos. Bajo mi humilde (puaj) punto de vista, y a falta de ese jugador que no tenemos, no fallan los hombres, falla el corsé táctico.
Tras el descanso Mou nos dio un poco más la razón: Sami por Lass y cambio de dibujo táctico ante las carencias del 4-2-3-1 frente a equipos bien tejidos en la medular. Albiol central derecho, Ramos izquierdo, Carvalho capitán general, y Di María y Marcelo carrileros. Empezamos este periodo como terminamos el anterior, excitados, lo que provocó que aún el Villarreal se deleitara con su juego entre nuestras fronteras antes del gran cerrojazo de Garrido. Khedira, por fin, se animó tenuemente en una jugada con Marcelo a mostrarnos su versión más vertical y llegadora. Combinó con el brasileño y se coló hasta la línea de fondo izquierda, donde centró sin consecuencias. Me gustaría puntualizar y romper, nuevamente, una lanza en favor de este jugador: creo que Mourinho debería “invertir” más en Sami, por más que haya mostrado alguna caída en su rendimiento. Es un futbolista de una excepcional capacidad atlética, y aporta más poso y cordura que Lass. Es versátil y aún no hemos visto nada de su aportación ofensiva. Aunque no sea un jugador perfecto, merece todas las atenciones de nuestro entrenador, no cometamos más errores con nuestros mejores proyectos. Si además, como se comenta, Lass se fue del campo antes del partido, sólo podemos asentir aún más convencidos.
Con Khedira el Madrid ganó equilibrio y cordura –ayudado por el cerrojazo amarillo-, y el Madrid jugó sus mejores minutos. A pesar de todo, conviene señalar que necesitamos cuanto antes descubrir un nuevo discurso: lo que había hecho se quedó destrozado en la lisergia frikitakera de Barcelona, y no podemos permitirnos el lujo de ganar todos los partidos a golpe de pulmón. No al menos hasta que tengamos al médico del Barcelona. Benzema, tras su fenomenal intervención en el primer gol, dispuso de algunas ocasiones que desvarató, “a la Higuaín”, como dicen los antihiguainistas, pero no anotó. El equipo volcaba todo su ímpetu y su alma en pos del tercer gol, y entre Marcelo y Özil nos ilusionaron con ocasiones y llegadas. El ímpetu pasó a épica minutos después, con Alonso sumado a la fiesta. Cristiano tuvo la remontada en una jugada en la que esquivó el fuera de juego, pero sin saber aún lo que hizo, sólo sabemos que no marcó.
Garrido por su parte nos confirmó que hasta los más prometedores se asustan, y a la hora quitó a un delantero y metió a un defensa, como nos prometían en verano los antimourinhistas que haría nuestro portugués. Di María nos obsequió un maravilloso slalom inconcluso, y un poco antes o después (no recuerdo) fue embestido por un toro. Lo único amarillo en la jugada fue la camiseta del jugador del Villarreal. Hasta el minuto 70 vimos los mejores momentos del Madrid, en un extraño pero eficaz 3-4-3 en fase ofensiva y 5-3-2 en defensiva. En ese instante salió Kaka’ por Albiol, en lo que a mi juicio fue un cambio que cortó el torrente ofensivo del Madrid, ya que superpobló los 30 metros en los que se jugaba el partido. Kaka’ es más Kaka’ cuanto más prado despejado tiene delante, y más caca cuanto más limitado está por rivales, cal o compañeros. Evidentemente el brasileño salió porque es lo único que hay y es un jugador cargado de connotaciones políticas y deportivas, pero no me pareció una buena lectura de nuestro entrenador, ya que si atacar bien es atacar con muchos delanteros, saldríamos con once atacantes, no con tres. El cambio embotelló la energía blanca mientras sólo tres titiriteros, Khedira, Carvalho –imperial- y Ramos velaban nuestros alambres. Altas emociones en el Bernabéu mientras los piperos miraban con ansia el reloj, no vaya a ser que pillaran atasco.
Garrido, viendo por fin que podía aún rascar en el Bernabéu movió banquillo buscando desesperadamente una contra con la que soñar. La tuvo su jugador nada más salir, pero el balón sólo se paseó por la línea de Casillas. Por fin, a 10 minutos del final, Kaka’ puso un balón en el área amarilla, que pasó a convertirse en un bazar persa por unos segundos. En medio del bazar, Cristiano, cayéndose, con la izquierda, en unos segundos agónicos, hizo el 3-2. Tras el gol entró Gago, redistribuyendo el dibujo a un 4-4-2 de factura soviética. Khedira de lateral derecho, Ramos y Carvalho centrales, Gago de ancla, Alonso a la presión y la pelota rodando entre ellos. Un minuto después, nueva contra del Madrid y Cristiano, en un gesto soberbio en el pase a Kaka’ coronó su gran noche. El brasileño, llegando desde atrás, con pasto al frente, marcó e hizo feliz a Florentino. Mou, en lo que yo pensaba que era una reedición de la maniobra de Valdano en unas eliminatorias de Copa en Sevilla en 2003, actuó para ganar tiempo para los suyos y hacer perder paciencia a los rivales. Luego nos lo explicó, estaba su niño. De cualquier forma, conociendo la obsesión enfermiza del lumpen periodístico español, sólo se hablará de esto y no del terrible repertorio de banquillo que nos ofreció bailando a Lass, Ramos, Khedira, Albiol y Kaka,-hasta 5 jugadores- en una muestra terrible de habilidad y conocimiento.
El partido fue de una bella factura en lo emocional -cosa que nunca vendrá mal al equipo tras el periodo de reconstrucción psicológico, pero atroz en lo futbolístico y nos deja varias lecturas, para mi inamovibles: 1. Ramos se revaloriza de central. Al Real le urge el fichaje o fabricación de un lateral derecho lo antes posible. 2. El 4-2-3-1 es un sistema caduco contra equipos elaborados y de alta alcurnia europea. 2.1 En Özil bascula la duda, hombre, posición o sistema. 3. El 3-4-3/5-3-2 puede valer como recurso, no como método. 4. El equipo echa muchísimo más en falta de lo que la gente cree a G. Higuaín. 5. El Madrid sin balón es un conjunto de una ingenuidad táctica que causa pavor. Pero pese a todo, seguimos vivos y en la lucha.
– Real Madrid: 4 (Yitan (3) y Kaká)
– Villarreal: 2 (quién sabe)
Incidencias: a algunos catetos no les gusta cómo nuestro entrenador celebra los goles.
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