Gozalo

Por Hughes

Juan Manuel Gozalo, alias Kubalita, se va de la radio. Llevo años sin escuchar su programa, Radiogaceta, pero siento la noticia como otro aldabonazo en la conciencia. Envejecemos de forma irremediable y mientras lo hacemos se va apoderando de nosotros el extrañamiento porque nos quedamos un poco solos. Mi manera de entender el deporte está conformada por el juicio de Gozalo y es normal que me sienta perplejo al ver la Secta. Me hice enfermizamente madridista con este horario: radiogaceta de ocho y media a nueve y media más o menos, hasta el momento en que empezaban a hablar de deportes minoritarios que a mí me deprimian. Luego, a las once, el psicodélico Pedro Pablo Parrado y a las doce, ya en la cama, como si de una oración se tratase, el Butano, o luego, más tarde, De la Morena, que luego descubrimos era otra forma de totalitarismo radiofónico más sutil y por ello más peligrosa. Uno se dormía y en ese territorio incierto del duermevela reinaba butanito. Dios sabe qué efectos habrá tenido en nuestras psiques que haya sido, semejante personaje, el cancerbero de nuestros sueños.

Otro rasgo que echaré de menos será la voz de Juan Manuel Gozalo. Los antiguos locutores tenían voces inconfundibles, trabajadas, con poso, con una cierta dureza equivalente a la que los callos muestran en las manos. Gozalo, que empezó de niño, se ha tirado una vida frente al micrófono, y no me consta que haya pasado por la inútil facultad de periodismo, una institución que ha llenado de mediocridad, cursilería y homosexualismo los medios de comunicación. Para mí, toda tertulia futbolera remite un poco al entorno del bar, y en los bares uno se encuentra con individuos que por turnos manosean «la Marca» entre voces que suenan recias, viriles y normalmente poco cultivadas. El periodismo deportivo no debería olvidar que se debe a los taxistas. No soporto a esta generación actual de periodistas con voces blancas, ni a los lumbreras cientifistas del fútbol internacional, indefectiblemente afeminados, ni a los tertulianos que empiezan todo parlamento con el repugnante «desde la distancia». Parrado, Gozalo y no te digo ya nada García, hablaban siempre desde el corazón de la noticia y no se andaban con relativismos ni paños calientes. España se rompe cuando para opinar sobre el Deportivo de la Coruña hay que cambiarse el nombre por Xosé, echar acento de pusilánime y doctorarse en galleguismo.

Gozalo compartió con esa generación la incomprensible afición por el fútbol sala. Es un deporte feo, barato y peligroso por el que media España se ha pelado las rodillas. Según Wikipedia, Gozalo ha sido uno de los grandes impulsores de este deporte horrible, adaptando sus normas e impulsando la creación de la Liga Nacional que llegara a presidir. Fue tal su implicación con este pseudodeporte que escribió el ensayo «Fútbol-sala, pasado, presente y futuro», aunque me imagino que no hubo de encerrarse en la biblioteca Nacional para tamaña obra. Se aprecia en esta parte de su trayectoria ese cariz institucional que asumió siempre en la radio, locutor de la santa casa, un poco ajeno a las trifulcas del prime time. También asoma la sombra alargadísima del Butano y las inevitables comparaciones con él, incluso en la parafilia esa del fútbol sala, como mandamás que fuera García del Interviú, ese pequeño Real Madrid. De hecho, la única explicación que yo le encuentro a ese deporte estriba precisamente ahí: el fútbol-sala lo creó García como un pequeño fútbol donde crear un pequeño Real Madrid en el que él pudiera ser un pequeño Santiago Bernabéu para ganar pequeñas Copas de Europa. Es decir, García inventa un microfútbol, un fútbol enano, adaptando el universo balompédico a su estatura.

No tengo mucho tiempo y me olvido de glosar la figura de Gozalo. Gozalo fue siempre el locutor de los entendidos. La gente menos extremista, los menos radicales simpatizaron siempre con su estilo. El tipo de gente que participa en maratones, o que anima al Rácing. Los cicloturistas, los alpinistas, los miembros de la federación de softball. Era un periodista para las minorías dentro de lo masivo del medio. Yo fui más de radiogaceta que del tablero deportivo. Esa entradilla de sintetizadores acompañó miles de mis cenas en la mesa familiar. No puedo olvidarme, ahora que hago memoria, de su escudero tranquilo, el antecedente de Bustillo, ese Sancho Panza de los micrófonos que fue, que es, el señor Celemín, don Alfonso, que después salía en los telediarios siguiendo al Madrid por Europa, agarrando el micrófono como si se lo fueran a quitar los cacos.

Yo creo que Gozalo es madridista. No recuerdo que me crispara al hablar del Madrid y sabe Dios que para eso hace falta muy poco. Aunque es posible que fuera porque trató a nuestro club con el mismo respeto, mesura y propensión al buen humor y a la distensión que aplicó durante décadas al entero panorama deportivo español. Que es un buen tipo y un hombre cabal lo demuestra el hecho de que tras su prejubilación haya decidido asumir la candidatura a alcalde de su pueblo, Camargo, por el Partido Popular (la humildad y el realismo de Gozalo: él se prejubila, mientras que a otros los retiran supuestos complots y fantásticas manos negras). Creo que a don Juan Manuel le hubiese perdonado yo hasta el puño y la rosa, de tantas como fueron las veces en las que yo, siendo chico, mientras ayudaba a mi madre a poner la mesa le decía, calla, mamá, que van a hablar del Madrid, para escucharle. No me leerá, seguro, pero que vaya bien y muchas gracias.

Share

Robinhocentrismo (Ramone dixit)

Por Hughes

El Socio me manda apañar una entrada. No voy a mentiros, no he visto el partido. Tampoco, por fortuna, me alargaré mucho. Escribo desde Valencia y Valencia está en fallas. Mientras tecleo estas líneas, me llegan de la calle sonidos de explosiones y alaridos de Shakira, como un Afganistán verbenero. En las fiestas populares los más tontos del pueblo se esfuerzan por exhibirse, y aquí optan por encender petardos y esperar el pum con una sonrisa estólida. Mis tímpanos están inflamados, parecen clítoris en lugar de tímpanos. Ahora, además, siento el murmullo de las riadas humanas que sociatísticamente se dirigen a observar el castillo, los fuegos de artificio. Gracias a Dios, en esta ciudad no gobierna la izquierda, de modo que no hay riesgo de que los cohetes dibujen en el cielo grandes figuras con la palabra paaaaaaaaz, paaaaaaaz, entre los oh boquiabiertos de la muchedumbre mansa.

No he visto el partido. No tengo tele de pago por motivos ideológicos y en los bares de la zona soy mal recibido. En todos he acabado discutiendo o protestando o celebrando los goles con cortes de manga hacia la parroquia. Así que sólo me queda la radio, mi viejo transistor recuperado, el que admite nada más que la AM: la COPE, la SER y RNE, la resistencia y lo gubernamental. La pirenaica y el parte en el mismo dial.

La retransmisión de Lama, en la Ser, es como leer una novela con un narrador omnisciente y beocio. Lo sabe todo Lama, es un deus ex machina cateto. Es un narrador pésimo que no narra, todo lo más transmite emoción con las inflexiones de sus alaridos. Uno imagina el peligro, la ocasión de gol, pero no ofrece los datos suficientes para recrear el partido en la imaginación. Son totalitarios hasta para eso. En la grada tienen los de la Ser a Alcalá, de intérprete de la afición, como Matallanas en la Cope. No es de extrañar que nos irritemos. Es curioso, el periodista encargado del marcaje a Villar, el sabueso del won’t you back, es el que le colocan al Bernabéu. En las restransmisiones de la Ser el resultado parece no importar. Dan los tres puntos por ganados y todo su interés estriba en buscar problemas. Cuando marca el Madrid parece apagarse el tono, como si se hubiese descubierto al asesino. Lama no llega a gritar gol y ya se está hablando del juez de línea y de las protestas del rival. Es imposible disfrutar del momento pleno del gol. Hoy he escuchado una frase genial que retrata el estado de las cosas; tras varios minutos de polémica desde la jugada del gol de Robinho, el analista arbitral (alguien capacitado, por lo visto, para ver en la cámara lenta lo que los demás no vemos) ha dicho que «a medida que veo la jugada, Robinho se va acercando a estar en línea». Claro, las repeticiones pueden hacernos ver lo que desea el realizador, sobre todo si está por medio el Madrid. ¿No os suena esa sensación de que cuando le toca al Madrid se apuran todas las interpretaciones, puntos de vista y ángulos posibles? Llevamos uno o dos penaltis a favor en esta liga, y creo que a este paso tendrán que atravesar a Van Nistelrooy con una jabalina para disfrutar de la dicha incalculable de un penalti sin reproches. Lo mejor de la Ser es el contraste entre el sibilino Del Bosque, caviloso y oscuro, y el franco Poli Rincón. Yo creo que el modelo de forofo es Poli, y no Roncero. Poli es optimista, como todo buen aficionado, pero tiene sus toboganes. Necesita muy poquito para entusiasmarse, como todo enamorado, pero es cruel en la crítica al momento siguiente. Es como nosotros. Es de los pocos, además, que se atreve a pedir dimisiones más arriba de Capello. Es el único individuo ingenuo en esa casa.

La retransmisión de la Cope no la he seguido. Pérez Sala, mi paisano, lo hace bien, pero Matallanas, Kiko y Abellán como comentaristas de un partido del Madrid me parecen demasiado. ¿Se imagina alguien a Roncero, Poli y Michel retransmitiendo un partido del Atleti o del Barcelona en un medio nacional? Martín Vázquez hace de madridista de pitiminí, para que no se diga. Así que he optado por RNE, con Chema Abad, un periodista que sospecho es madridista y que tiene el privilegio de no tener que compartir retransmisión con un crooner de provincias y una claque vociferante al lado. En televisión la publicidad la hacen mujeres despampanantes, pero en la radio, los anuncios, privados del cuerpo femenino, han de llegar a nuestro hipocampo a base de zafiedad y repetición.

Han vuelto a resucitar esa cosa de la cofradía del clavo ardiendo. Bueno, a corto plazo se puede uno aferrar a las posibilidades de ganar la liga, pero yo, puestos a buscar algún asidero en este vacío, me quedo con Robinho. Creo que anoche demostró que merece más atención. Más respeto. Es muy sospechoso cómo los que se pasan el día perorando sobre el tikitaka y el buen fútbol son tan exigentes con este muchacho que juega de la forma más alegre posible. Qué raro es que los defensores del fútbol abierto después ponderen tanto la seriedad táctica y el oficio en alguien como Raúl. No tiene Robinho todavía la verticalidad de Messi, es algo irresoluto, pero hace cosas que justifican el amor al fútbol. Es uno de esos jugadores que gustan a los niños (la infancia, el caladero de los equipos de fútbol. Es de esos futbolistas capaces de hacer madridista al hijo de un culé y viceversa. El terreno virgen antes de que la ideología y el entorno nos maleen) y que hacen que los adultos se encandilen un poco. Hay que confiar en Robinho porque es que no tenemos mucho más. Lo que hizo en Cádiz se puede repetir y es un deber del club blindar su figura. No puede andar corriendo detrás de carrileros con muñones por los campos. Capello lo utiliza de Camoranesi, pero en Brasil Zico le da una posición central. Es un jugador rápido e incontenible en espacios amplios, con un disparo cada vez más fuerte. Bueno en las praderas del contragolpe, pero con unos tobillos que le permiten hacer en el área eso que algunas mujeres hacen en su boca con el rabo de unas cerezas (¡ay!). Lo tiene todo Robinho, y hasta tenía un algo angelical que rumores interesados han puesto en duda.

Robinho vino a sustituir a Raúl. Tras su debut en Cádiz, Robinho recibió el equivalente a ese aviso que en El Padrino recibe el magnate judío del cine por rehusar contratar al cantante amigo de los Corleone. La metafórica cabeza de caballo en su cama. Había sido demasiado chispeante, había dejado en evidencia a demasiada gente. Sobre todo al hombre del traje gris. A Raúl le queda la virtud de ser irreprochable en lo táctico. Parece que no comete errores y que eso le salva, pero uno empieza a sospechar si no habrá en eso algo de mentira, si no será que huye de las situaciones arriesgadas. Ayer, como hiciera contra el Bayern, tardó poco en atribuirse el gol en propia meta. Con aire adusto cierra el puño y saca un par de dedos, se tantea el pecho como un rapero, y muy serio, con una seriedad premeditada, nos hace saber que está enfadado y que el gol es suyo. Es el delantero sin sonrisa. Ya decimos que no parece alguien dispuesto a aceptar su decadencia.


– Real Madrid:
2 (Robinho y uno del Nástic en p.m.)
– Gimnástica de Tarragona: 0

Share

Calderone, a tus cochinos

Por Hughes

Como ya comenté en páginas interiores, he abandonado el seguimiento de la actualidad. Progresivamente me voy olvidando de ese tiempo histórico de los periódicos, para confundirme con la gente que no sabe en qué fase del capitalismo vive, que no va por la vida tomándole la temperatura a nuestra democracia, enferma crónica, tuberculosa en el mismo sanatorio que la novela, el teatro y la familia. Allí también, en el pabellón de grandes decadencias, de pregonados derrumbes, podriamos enviar a nuestro Real Madrid. La vida común, la historia española y yo, zahorí de la aberrante izquierda.

Pese a todo, es imposible dejar de estar informado. Yo no sé cómo coño hay tanto votante sociata tan sumamente ignorante de todo, cuando yo llevo medio año luchando denodadamente por la desinformación. ¡Aspiro al estatuto cejijunto de votante del Soe! ¡Aspiro al total desconocimiento! Día a día me empecino en desaprender, en dejar de vivir el presente con sentido político. Admiro a esos ciudadanos asilvestrados que se levantan con el propósito único de saciar sus apetitos. Yo no puedo, porque soy, sin haberlo sabido, víctima de la enfermedad sesentayochesca del compromiso. Qué gran estafa es esa de tener conciencia política, qué gran tomadura de pelo.

Decía que, pese a todos mis intentos, fracaso. Tiré mi viejo transistor, pero mi vecino es medio sordo y enteramente de derechas, así que la COPE atrona en el patio. Entre las discusiones matrimoniales, el rítmico batir de huevos de la tortilla francesa y los ladridos apagados de los perros, Ignacio Villa incendia el mediodía, Cristina Pérez Sprínstin moraliza el vesper, y César Vidal instruye al crepúsculo, sin ánimo de ser exhaustivo. Así las cosas, me ha sido imposible huir del enésimo scoop de Abellán. Yo ni entro ni salgo, la disputa entre el DJ y el okupa es de las que parecen reafirmar el vínculo que une a los enemigos. De la misma forma que los amigos uno los merece, hay enemigos para cada altura personal. Calderón no merece otro que Abellán, y viceversa. Tiene su pelota de cámara, Roberto Gómez, y tiene su archienemigo en Abellán. Florentino Pérez puso siempre mucho celo en cuidar su condición de representante del club. Como Presidente del Madrid, debía mantener un cuidado escrupuloso y no podía admitir ni permitirse según qué cosas. Pedirle a Calderón que cuide de sí mismo en tanto presidente del club es un imposible a estas alturas, aunque yo le rogaría que minimizase el daño y que no lo extendiese a otras áreas del club. Ver cómo el Madrid utiliza la página web para jugar una larga partida de ajedrez con el DJ Abellán es una de las cosas más insoportables de estos meses. Hubo un tiempo, no muy remoto, en el que realmadrid.com era poco menos que la casa real; sólo desmentía anorexias, o daba esos mentís definitivos, severos y con aire de ofensa, que eran la antesala del fichaje; esos a los que la canalla periodística, bobaliconamente antimadridista, llamó los never, never, never. Pero ahora, la que aspira a ser la web más visitada del deporte mundial se dedica a desmentir, y por ello, a dar carta de naturaleza a las (seré generoso) informaciones de la logia colchonera de la Cope.

Otra cosa me sucede con este duelo lamentable, y es que no me creo a ninguno de los dos, y por tanto tampoco me los puedo dejar de creer, que es lo que verdaderamente me irrita. Diré solamente que el hecho, la presunción, la posibilidad, la sola imaginación de que Calderón sea el que nos lleve de la mano al mundo de las SAD, me espeluzna, me aterra, me horripila. Ha sido escucharlo y ver el final. No, no, no, no, jamás, bajo ningún concepto, en ninguna situación puede este señor ser el guía del proceso de mutación del club (¿sería esta reforma el equivalente a las reformas estatutarias zapaterinas?). O sea, el hecho de que alguien lo pueda imaginar ya es el horror, el tomar cuerpo de todas mis pesadillas madridistas. Y esta información o lo que coño sea lo que haya regurgitado el pinchadiscos, es una cosa peligrosísima, porque diciéndolo lo hace posible. Tiene su lado útil, si se quiere, que por una vez reflexionemos sobre lo que somos, sobre el modelo de club (aunque uno nunca pensó que el desencadenante fuera un periodista colchonero y antimadridista), pero introduce el riesgo de que alguien pueda atreverse a conceder a Calderón legitimidad para ello. Y no la tiene, la diferencia entre legalidad y legitimidad la estamos aprendiendo en las últimas legislaturas, y parece a veces un artificio muy dudoso, pero a nuestra situación le viene como hecha a medida. Por encima de ese engendro de distinguir entre propiedad sentimental y administrativa, hay una primera distinción fundamental: el presidente no tiene legitimidad para iniciar un proceso semejante. Es legal, pero no tiene contraídos consensos ni merecimientos suficientes para provocarla. Es más, el momento tampoco es el adecuado. Lo será cuando nos hayamos encontrado con La Cibeles, y mucho más que eso, cuando nos hayamos encontrado con nuestra forma de ser. El Madrid está sumido en un desorden doloroso para quien lo quiere bien. A estas alturas de temporada media plantilla parece provisional, al entrenador lo mantiene el finiquito (los guillotinados son capaces aún de algún movimiento), surgen opositores, plataformas, hay iniciadas pseudomociones en forma de recogidas de firmas y Baldasano sigue haciendo un daño infinito al club. Por si esto fuera poco, nos han sumido en la enésima incertidumbre: ¿caminamos hacia la SAD? ¿Seguiremos siendo lo que somos? Le falta a Calderone salir con una calavera al centro del campo y recitar el famoso monólogo. No cabe mayor inestabilidad institucional. Está amenazada la plantilla, el banquillo, la dirección deportiva, la presidencia y hasta la forma social. Eso sí, la figura del mito persiste. Raúl nos está acostumbrando a oirle decir eso de «me sacrificaré por el club si se me pide», y luego, a medida que se acerca el final de campaña, eso otro de «veo difícil no continuar», su enrevesado «no creo que no siga», que es decir con algo de vergüenza que se queda. Seguirá el mito, pues, con su agonía y yo me voy haciendo a la idea de que con él continuará, en calidad de paje o de consigliere, según se mire, el flatulento (en todos los sentidos de la palabra) Salgado, «Asfixias» Salgado, al que en el clásico en Barcelona daban ganas de socorrer con un ventolín. Odiamos muy cordialmente a estos futbolistas, pero no podemos negar que en la situación actual ellos son el club, son la estabilidad y la normalidad que no nos proporciona la directiva. Son las figuras de nuestro paisaje y aunque mejorables, a fuerza de estar, de permanecer, le dan al club una cierta seguridad. Aunque lo odiemos, sólo en los perennes carvajales nos reconocemos y tras el desastre de Munich y la consiguiente zozobra, sólo ellos, con sus declaraciones, han sido un asidero. La llama del club, el testigo, lo llevan ellos, aunque lo lleven de forma tan lamentable; de alguna forma, poseen la ‘auctoritas’ que el presidente, dueño de la ‘potestas’ no tiene. De nuevo, entonces, el poder desnudo de legitimidad, que es -como estamos viendo en otras arenas- el más peligroso de todos, pues ya no tiene nada que perder. Esta escisión es lo que hace posible el motín. Los periodistas, tan falaces, ya lo han llamado autogestión.

Me vuelvo a mi zulo. Un abrazo a todos y ¡hala Madrid!
.

Share

Dios es del Madrid

Por Hughes

No sé por dónde empezar, pero diré dos cosas, bueno, no, diré más, y las diré a calzón quitado y con el pijo colgando, a ver: Con Gago ha vuelto el fútbol, Higuaín es muy pero que muy bueno, sólo le falta un delantero que no sea artrítico delante. Robinho necesita tiempo. Creo en ti, Robinho, creo en ti. Incluso fallón aporta cosas. Estoy feliz por ver a Pumuky en el campo, muy contento, y de ver que Torres no desentona y que Bravo es el tercer lateral. Cuando se recupere Marcelo creo que podrá jugar incluso por delante, es rápido y tiene clase. De Calderone se ha dicho todo, de los errores de planificación, así que si ya se ha dicho todo sólo queda una cosa: subirse en la ola y disfrutar de esta equipo nuevo. Diarrá es otro en su función y Gago es clarividente, qué ritmo, qué inteligencia, Pipita, grande, de verdad; Reyes y Robinho van a crecer si juegan, no los quites Capello, no los quites; Guti puede aportar cosas en momentos dados, hay que aprovechar lo que nos queda. Diarrá tiene en Emerson un suplente y Gago lo puede tener en De la Red. Marcelo y R. Carlos completan la izquierda.

Yo la duda que tengo es si Capello se ha dado cuenta de lo que ha pasado hoy. Porque el rollo de la peineta es joder la marrana y dar carnaza. Le ha salido una quinta: Los argentinos, Reyes y Robinho, De la red, Torres, Ramos, Marcelo y lo que aporten los veteranos. Coño, súbete a la ola, cabezón, no jodas con Raúl y a ir p’arriba. Yo ya digo que el Bernabéu cambiará, que este año no perdemos mas en casa en liga. Si encontramos el punto, el carácter fuera, hay Liga.

Lo de Gago es muy serio. Le da al club un giro copernicano. El entrenador del Madrid es él, Capello es uno que se sienta en el banquillo, pero el que decide a qué se juega es el chaval, nos cambia, contagia. Capello, quita tus tacticistas manos de Gago y Robinho. No nos jodas con inventos. Que no te dé un ataque de entrenador. Ha vuelto el fútbol al Bernabéu. Lo de antes era la cosa esa del fútbol gaélico. Con Gago iran creciendo los demás: Cannavaro, Ramos, la mejor pareja de centrales del mundo, los mejores laterales de Brasil, el mejor negrata de europa, el 10 de Brasil y el Pipita, otro que vino de River Plate para cambiarnos.

Yo sólo pido que Capello confíe en Robinho, que no sea cabezón. El año pasado en cuanto le dieron bola mejoró, tiró del equipo para arriba, este chico ha sido sometido desde que vino a un maremagnum, pero es un jugador único en el mundo, es el futuro de Brasil, no se puede arriesgar y al menos este año nos puede ser utilísimo. En Robinho no ha confiado en ningún momento, cuando mejor estaba Capello se lo cepilló para meter a Ronaldo, ejem, ejem, ejem. Y lo de hoy de dejarlo en el banquillo… aunque esté mal, ese chico mejorará, necesita confianza y tener el entorno que tiene en la selección, sentirse importante. Entre filtraciones y putaditas se van a cargar a Robinho. El Madrid se puso a enganchar Copas de Europa con cambio de entrenadores y de presidentes. Importan los futbolistas. El que tenga buen gusto que lleve el talonario. El resto a mover el rabo.

Ya era hora de que jugásemos al fútbol, y el responsable no es Capello, se llama Gago. Y ojo, Calderón me sigue pareciendo un desastre. Pero con Sanz ganamos la séptima. Qué le vamos a hacer, si gana el Madrid a mí me da un subidón. Soy un forofo, un Roncero, soy caliente e irreflexivo, pero incluso en el tobogán, en la noria de forofo tengo una cosa clara: me gusta el fútbol, me gusta Guardiola, me gusta Jurado, aunque no tenga nada que ver, y me encanta Gago. Qué coño: ¡me gusta el tikitaka! y todo este tiempo he vivido en el armerio, calladito, pidiendo paciencia con Emerson, animando a un equipo de airgamboys, pero lo tengo claro: la pasta del contrato de televisión que se la gasten en Gagos y se dejen de historias. El que mandará en este Madrid es Gago. Porque el futbol, oh sí, lo hacen los centrocampistas, no los entrenadores.

– Real Madrid: 1 (Van Nistelrooy)
– Zaragoza: 0
.

Share

Adiós, España

Dave Checketts, madridista, acabará por cambiar el club. ¿De verdad le interesa al Madrid la globalización?

Hay una tendencia a pensar que la historia de los clubes la definen sus deportistas, y es mentira. Lo más importante son los ejecutivos. Escuchar que se vincula al Madrid con Gago o con Kaká no me tranquiliza. Yo ya soy un madridista que se hace mayor, y tengo más memoria que esperanzas. Sólo estoy tranquilo cuando escucho los nombres de este Checketts, o de José Ángel Sánchez. De gente con traje y dioptrías. La epopeya del Madrid no fue la de don Alfredo, no, fue la de don Santiago, Saporta y compañía. Antes que un crack quiero una buena idea para mi Madrid.

¿De verdad le interesa al Madrid la globalización? pregunto, con el temor propio de todo nostálgico, de todo madridista. La nostalgia es la razón de que el Bernabéu no anime. Es un silencio memorioso el que fabrica. El Madrid carga a su espalda una leyenda negra y un ideal. Cada nuevo Madrid es un muchacho que debe soportar la reputación inmaculada de un hermano mayor, o el hijo débil de padre célebre. Pero el hijo no sale débil, al contrario, es un milagro que tantos equipos de nuestro club hayan sobrevivido al aplastante recuerdo del Madrid de los cincuenta.

Hablaba de la globalización y lo cierto es que no podemos nada contra ella (hay Bovés del fútbol y el discurso antiflorentino era un poco el del Le monde diplomatique), así que abandonémonos y seamos pioneros (otra vez): Fuera las fronteras, fuera la liga nacional (que es el estado nación del deporte), fuera las masturbaciones identitarias, anglosajonicemos el club, seamos atlantistas, aznaricemos el Madrid, hagámonos amigos de los usa, franquiciemos, seamos franquiciados, confundámonos en una loca promiscuidad de joint ventures. Como un Macdonalds hamburguesicémonos, aburguesémonos un poco más, pongamos nuestra semilla en China y enseñemos el fútbol a los yanquis, que serán quienes nos hayan de ganar y nos empequeñezcan, seamos imperiales, visionarios, abandonemos pequeñeces como el Sadar, las boinas, las pataletas folclóricas de San Mamés, los colp de falc culandrones, el paso de la oca del totelcamp, el ombliguismo, esa cosa mediocre de la Forta, la autonomización del fútbol (¡ahora, justo ahora que todo se hace grande!); el gran Madrid es el de Santiago Bernabéu que se abrió a Europa creando la competición más atractiva de este deporte; Florentino lo hizo más grande llevándolo a Asia y ahora Calderón, el presidente okupa, deberá completar el orbe colocando la marca Real Madrid en Norteamérica. ¿Podrá llamarse a ese club de entonces Real Madrid? ¿Nos reconoceremos en él? La vieja mitología, castiza y machista, camachil, será desconocida para quienes han llegado al club a través de la galaxia de los Fab Flo.

El Madrid, sin embargo, intentará la cuadratura del círculo: la universalización ultracapitalista guiada por un club con forma societaria casi decimononónica. ¿Podrá aguantar el catetismo asambleario de los compromisarios? ¿Romanticismo y globalización? Al Madrid, en ese entorno planetario, sólo le quedará una cosa distintiva por vender: tradición. Por tanto, y pese a lo que muchos pensábamos, el futuro del club no está en la SA, sino en alguna suerte de formol societario que conserve los aromas de Bernabéu pero que permita gestión y profesionalidad. La información, de nuevo, será clave para el gobierno del club. Su control y la capacidad de comunicar. Que el Madrid, el propio Madrid, defina una marca, una imagen y un discurso, más allá de las distorsiones del antimadridismo. El antimadridismo es un negocio en España. Convierte el fútbol en un producto histérico y controvertido, rosa, amarillo, visceral, de casquería, tombolesco, repulsivo, zafio; en una moviola de siete días, un cainismo mediático que se aprovecha del club, de su poderosa imagen, emponzoñándola un poco. El antimadridismo es la señal que nos da España para que huyamos de ella. En España no cabe un tonto más y para el Madrid ya es un mercado agotado. Todo redunda en desarrollar hasta exagerarla la rivalidad con el Barcelona, ese club pequeño y egoísta cual cantón helvético (el Barcelona es el cantonalismo y la identidad), que se beneficia, malgre lui, de la necesidad de un antagonismo convincente en el mercado nacional del fútbol (y por eso el Valencia porfía con saña en sernos antipático, como queriendo ganar, ellos, la plaza culandrona de archienemigo). Lo diré de otro modo: estamos haciendo el caldo gordo al barcelonismo manteniendo la vieja estructura de la Liga española y las competiciones nacionales. Estructuras que, por cierto, controlan desde tiempos de Franco (al que, por si alguno no lo sabía, honraron dos veces con sendas insignias, luchando como luchaban contra el régimen a base de minúsculos aguijones, de aúreos y friolentos pellizquitos en las tetillas nacionalcatólicas del Caudillo. Ah, el Barcelona y su maravillosa manera de rebeldía que nunca supimos comprender: mientras condecoraba al sumo gerifalte, entre cabezazos y tiralevitas, estaba realizando una acción de peligrosa y secreta resistencia al régimen, del que aceptaba todo favor, toda gracia).

EL Madrid es lo mejor de España, es España si se le quita la asfixiante y carlista periferia; el madridista de provincias es el liberal español que huye del folclore; hay que proteger al madridista de provincias como se protege al ciudadano; el Madrid lucha cada domingo contra el volkgeist regional, contra equipos que llevan las banderas locales en el brazalete, a la nazi manera, y saltan al campo con el fondo berlanguiano de un chunta-chunta de orquesta, de charanga que asesina el aire con himnos locales. El Madrid es Cádiz, la Pepa del fútbol (por eso en Cádiz se gusta y allí nace la leyenda del Buitre o la de Robinho, ese buitre negro). Pero el Madrid es más que España, el Madrid es, Valdano dixit, lo único en lo que el español se anima a ser el mejor del mundo. El Madrid es el viejo imperialismo español civilizado e incruento, es la nostalgia del mismo, es la misión del español en este siglo sin Dios (ay Puskas, abandonado en la misa última), en la nueva cristiandad del fútbol, el tercio secular que se inventó Bernabéu. Nuestra última embajada honrosa. Ejemplar y blanquísimo, místico Madrid, y por eso los jugadores de entonces alzaban siempre los brazos, radiante verticalidad, buscando una ascensión en cada gol, en cada epifanía.

Hagámoslo: abismémonos de nuevo en ultramar, huyamos hacia el mundo hasta perder, definitivamente franquiciados, nuestra identidad.

Share

La épica y la cruel duda

Dejo aquí un montón de las observaciones que me ha traído el partido. Seguro que coinciden con las que han ido surgiendo en la mayor parte de la grey madridista, en su nuevo aprendizaje de la decepción.

Nuestra relación con este equipo francés de provincias (y ser de provincias en Francia es serlo mucho, como un salchichón, una casa rural o un queso) me recuerda a la que tuvimos, allá por los noventa, con los capitalinos del PSG. Nos eliminaron dos veces, de forma consecutiva, y anduvimos unos años expeliendo gaseosa por el trasero detrás de los Artur Jorge, Ginola, Rai, Valdo y compañía. Los franceses nos tomaron a pitorreo y dejaron para siempre un cassette con el «que Viva España» en la megafonía del Parque de los Príncipes, donde años después se dejarían el apellido los culandras (oh, ese gol de Le Guen… ¿o fue Guerin?), y me parece que también el Dépor… el deporculo. Todos los que se rían por lo del Lyon acabarán muriendo del mismo acero.

El año pasado, guiados por el genio mímico y la fantasia romboidal de Luxa, perdimos con poco decoro en Lyon y arrancamos un empate pundonoroso en casa. Este año ha sido lo mismo. Creo que no ha habido sustanciales avances. Hoy he sentido, viendo a Tiago, Malouda y Juninho lo que sentí cuando el Ajax de Van Gaal se paseó por Chamartín, una sensación de ver a niños en traje de comunión contra un equipo contrachapado; quizá no tanto, porque ese Ajax era una supernova y este Lyon quizá no sea, hombre por hombre, nada del otro jueves. Carew, uno que no le servía al Mestalla (como Reveillere, ese que no puede tener más cara de francés) ha sido capaz de llevar al Balón de Oro a una especie de marcaje de baloncesto, un territorio parafutbolístico. Un agarrao de noventa minutos. Helguera, mientras, inventaba cojeras, clamaba al cielo, escupía y ponía esa sonrisa, ya tan familiar, de incredulidad, de incredulidad crispada, diría yo. Todas las formas de la impotencia que caben entre dos curras de surfero del cantábrico. Como exculpándose ante el mundo a base de muecas. Otro que tiene línea directa con el Altísimo es Robinho: cuando falla una ocasión gira súbitamente, abre las manos como un predicador y mira al cielo con una fijeza sufí. Están todos como unas maracas, y uno no se lo explica, con lo que deben de follar estos tipos.

Yo estoy dispuesto a ver siempre el vaso del Real Madrid medio lleno, pero me atormenta el hecho de no saber qué partido tiene don Fabio en la cabeza, el ideal que persigue. Mi ideal eran los comentaristas de Antenatrés, Schuster y Laudrup (por cierto, para quien no lo sepa y lo sospeche, Matías Prats también es colchonero). También Juninho tiene un lugar en mi fantasía (a Juninho ya le hemos quitado el Pernambucano porque nadie se acuerda ya del otro juninho, el pequeño prognato): un Chamartín edénico lleno de centrocampistas altivos. ¿Jugaremos alguna vez como este equipo francés? Yo creo que el gran argumento a favor del italiano, uno que además se suele obviar, es que fue responsable de uno de los equipos más asombrosos e infalibles que han visto los tiempos, ese Milan postArrigo que hacía giras por Europa para ver si alguien le derrotaba, como quien echa pulsos por las ferias. Queremos pensar, los que recordamos ese equipo, que Capello sabrá qué hacer, que tiene un plan y que ese plan nos llevará a algún sitio donde merezca estarse. Pero la travesía se promete larga, tortuosa y epidémica. Muchos morirán de escorbuto en medio del mar. Para empezar, Capello ha convertido al Madrid en el Tottenham Hotspurs. Sólo marcamos de cabeza. Nos pasamos la vida analizando con amargura la actitud piperil de la grada, pero debemos entender en vez de recriminar. Todos somos madridistas. Toda la vida nos han enardecido las mismas cosas, las paredes, los centros medidos, el juego por bandas, eso es lo que sabemos aplaudir y a muchos nos sale un olé involuntario. Nos ponemos como motos con cierto tipo de fútbol. ¿Qué nos piden ahora? ¿Una sintonía con un equipo que sólo sabe meter goles de cabeza? ¿Que cual hinchas ingleses gritemos «iiiiaaaaaaaaa» como posesos al forzar un córner? Por favor…

Yo creo que ese cortocircuito con nuestra propia historia y nuestra manera de ser paraliza al mismo equipo. Se supone que trabajan para ser un equipo difícil de batir y eso obliga a una actitud muy determinada, de sobriedad, abnegación y humildad. No se trata de tiquitaca contra capellismo; es que yo creo que el capellismo necesita un entorno nuevo. Hoy teníamos una prueba para ser humildes. Se trataba de enfrentarnos a un test. Saber, contra el mismo equipazo, si éramos mejores, un poco mejores que hace unos meses. Pasábamos un examen. Es decir, nos presentábamos ante alguien que sabe más que nosotros. Pero el diario más leído de España (mejor diré más ojeado) llamaba a la remontada, sacando por enésima vez a pasear sobre un añoso Babieca (más Rocinante que Babieca) al Cid Juanito, fatigando al mito hasta gastarlo, be water Real, leave alcohol mate, e incluso la bitácora más prestigiosa del madridismo, inflamada por el calderonismo talibanesco de su líder, despreciaba irreflexivamente al rival (poniéndosela, por cierto, botando a los trolls, que hoy se lanzarán cual Santillanas). Los jugadores llegan a través de La Castellana a un estadio en el que la luz y el rumor empujan a irse hacia arriba, a igualar antiguas gestas, a perder un poco el respeto al que visita. No sé, creo que jamás podrá ser el Madrid el equipo granítico que ansía Capello. Un equipo sometido a tanto ruido, a tanta presión debe, por fuerza, despistarse. Siempre habrá algún escape, sobre todo mientras haya Gutis, con la cabeza como una tetera. El madridismo, cuando llega al Bernabéu, pide jarana. No sabemos ver un partido en el que no pase nada. No tenemos una inteligencia táctica, sino estética. Despreciamos los goles de córner, que nos parecen menos goles (salvo en semifinales, que vale todo), y consideramos un burreo intolerable que el rival tenga el balón en nuestro estadio, como si un invitado a casa se atreviese a vestir nuestra bata, calzar nuestras babuchas y ocupar nuestro sillón frente a la tele.

Nos hemos merecido perder y quizá hubiese sido lo mejor. La reacción de coraje del equipo es la de un equipo blasonado que saca el orgullo, la vergüenza torera, nada más. Esos chispazos tienen el inconveniente de maquillar el moratón, se recompone el gesto pero se oculta el daño y se pospone la solución. Por cierto, lo del holandés con los penaltis me recuerda a lo de Figo. Vaya tomando nota el comandante. Y Coupet para y yo no sé por qué pero no me imagino en las radios francesas un coro de giliflautas gritando como quinceañeras «¡San Coupet! ¡San Coupet! ¡El catecismo, el catecismo!»

Tengo miedo de que se malgasten los 1100 millones de euros en seguir una dirección equivocada. Lo siento. Juninho juega al fútbol con gesto despistado, con una aparente negligencia, pero es elegante y concreto. Ese fútbol es el que yo he valorado toda mi vida. El fútbol del Madrid es un galimatías. Guti es nuestro Juninho, pero Guti te falla siempre, cuando más se le espera Guti falla. Robinho no disfruta de uno-contra-unos porque el balón tarda un siglo en llegar a banda y llega cuadrado; y sin esos aclarados que le reduzcan la jugada a una sola opción primordial, el regate, Robinho se ofusca y acaba tropezando y torciendo la boca. Los cambios de juego no cruzan el océano como en tiempos de rutilar galáctico; Reyes no es Figo, hay bandas pero no lucen. Raúl, que está tremendo y homérico, es el único en poner algo de criterio, a su manera suburbana. Emerson y Diarrá, incapaces de encontrar una salida, parecen ratones beodos en medio de un laberinto. Hay gente que al recibir el gordo de la Lotería arruina sus vidas. Florentino sabía manejar las millonadas. Ponía el dinero en un número de la ruleta de los fichajes con la desenvoltura de un jugador experto (hasta que se le acabó la suerte, dirán algunos). Pero Calderón y Pedja, ¿se han visto en otra? Ay, cuanto más dinero se tiene más importante es la gestión. La prudencia, la humildad, el comedimiento, la discreción… palabras que manejan los muy ricos.

Mañana se meterán con Cannavaro, puede que con razón, pero a mí me ha gustado que en el escarceo pandillero del final del partido (Ramos va a cumplir muchos ciclos de tarjetas en su vida), cuando todos galleaban con gesto hosco, él buscase el cuerpo a cuerpo con una angelical sonrisa. Eso debe de ser el barrio y Nápoles, y la manera local de vacilar mientras se amenaza de muerte para que no sospeche nadie. Mañana los trolls me llamarán marica, pero parece un modelo de Gautier, con algo pasoliniano en su sonrisa. Il Bello es nuestro Benito metrosexual. Amémosle sin complejos.

Sigo manteniendo que Cassano es un genio y que tiene más talento en la uña de un pie que todo el Madrid junto. El gol del empate ha venido por un cabezazo suyo. Que conste. Habiendo tanto notario de la nada, tanto contable de la palomita superpop, alguien tiene que rellenar el haber de este genio, que por genial resulta incomprendido.

Toulalán tiene el nombre mas bonito de la Champions (y la Champions es el cosmopolitismo de los hooligans), no sé de dónde es, pero suena a Antillas y a calipsos, a estribillo de Georgie Dann, a ultramar y al final, un poco, a choteo, a recochineo. Como tururú, pero en gabacho.

Del partido se puede seguir hablando en comentarios. Un saludo a todos, y de manera especial a Corso.

– Real Madrid: 2 (Diarrá y Van Nistelrooy)
– Olympique Lyonesse: 2 (Carew y Malouda)

Share