Por Miki el Mikingo
Es práctica habitual en los deportistas de élite adaptarse a sus nuevas características físicas, según avanzan los años, para intentar estirar los años de permanencia entre los mejores. Así, los atletas del medio fondo pasan de correr los 800 m. a los 1500 m., de ahí a los 5000 m., y, los más privilegiados, a los 10.000 m., maratón, o los 3.000 obstáculos. En fútbol, clásicamente los defensas que pierden ese punto de volocidad acaban siendo centrocampistas de contención, como Hierro; los delanteros se convierten a mediapuntas (Butragueño, Raúl), y los extremos con instinto killer, como Hugo Sánchez, pueden acabar en delanteros.
Porque, al final del día, la diferencia entre un deportista de élite y un crack mundial está en la cabeza, fundamentalmente. En fútbol, como dice el Loco Gatti, a los buenos el balón les entra por la cabeza y les sale por los pies, y no al revés. En este sentido, me gustaría subrayar el caso de los, en mi opinión, dos mejores futbolistas de la Historia precisamente por eso, por su capacidad de reconstruirse totalmente y ser los Números Uno indiscutibles, tanto antes de sus tremendos cambios físicos corporales como después de los mismos, con un fútbol totalmente diferente adaptándose a sus nuevas condiciones físicas. Estamos hablando de Puskas y de Ronaldo Nazario de Lima.
Pancho Puskas, hasta la invasión rusa de Hungría, fue campeón olímpico y subcampeón mundial con su país; el Comandante Galopante, que así lo llamaban entonces, parece ser que ejercía como interior derecho de amplio recorrido, dominando dicho lado. Tras dos años sin poder jugar debido a una sanción FIFA por desertar del ejército, con 31 años y sobrepeso, Cañoncito Pum Pum formó parte de la etapa gloriosa del Madrid, a base, sobre todo, disparo potente y colocado (Di Stéfano siempre dijo que Puskas fue el mejor de todos). Su clon en el arte de reconstruirse, Il Fenómeno, fue el mejor del mundo en Barsa e Inter, con su velocidad, potencia, regate en carrera y habilidad brasileira. Tras casi dos años en barbecho, por su doble lesión de tendón rotuliano, se convirtió en El Gordo Ronaldo, dominando su nuevo cuerpo y modificando su juego hacia una modalidad más directa y llegadora, con mayor potencia de ejecución del disparo, sin perder precisión, que le hizo otra vez el mejor del mundo, futboleando de una forma totalmente diferente a aquel primer Ronaldo.
Pues bien, podemos afirmar sin miedo a equivocarnos que Messi no es así. Esa capacidad de resurgir de las cenizas, como Ave Fénix, para volver a ser el mejor del mundo a base de talento y voluntad para re-construirse, precisa de inteligencia, madurez y equilibrio mental. La personalidad “border-line” del argentino, tildado de autista en algunos foros, agrava los problemas que en su juego causa la pérdida de velocidad punta que sufre, de la que depende buena parte de la excelencia de su fútbol. Él es el primero en ser consciente de su declive y, en lugar de vencer la esclavitud de su nuevo cuerpo, aprendiendo a jugar de una manera distinta, aunque también excelente, se ha quedado perplejo, congelado, pasivo… chocado.
El final de temporada en el Barsa y el Mundial que ha realizado, así como sus famosos vómitos, apuntan todos en dicha dirección. Sus náuseas y arcadas, que vienen siendo habituales en los campos este año, parecen más bien consecuencia del extremo estrés psicológico que sufre el jugador al ser consciente de que su cuerpo ya no le permite realizar el juego de antaño, más que ser la causa de su déficit físico, como interpretan los medios. Este círculo vicioso en el que ha entrado Lionel hace, a mi entender, que su hundimiento futbolístico sea todavía mayor de lo que correspondería a una mera pérdida de ciertas aptitudes físicas, importantes pero compatibles con seguir siendo un jugador de referencia y, como con Puskas o Ronaldo, no incompatibles con seguir siendo un número Uno.
¿Qué puede ocurrir con Messi en el futuro inmediato? Imposible anticipar. Mi impresión es que necesita ayuda psicológica profesional y comprensión y apoyo de sus seres queridos. Sin eso, el riesgo de acabar siendo un “juguete roto” parece francamente elevado. Con respecto a lo menos importante, su vida profesional como jugador de élite, mucho me temo que esos años en la cresta de la ola ya no volverán.