Ayer regresó a la competición oficial el Equipo Anteriormente Conocido Como España -o sea la Coja-, que con una rotunda victoria ante Skopje reeditó sus horas más gloriosas, aquellas en las que hizo olvidar al populacho que vive en una nación decadente, enfangada y argentinizada -que ya ni es nación ni es nada-, anegando las calles con una marea humana rebosante de júbilo y sano patriotismo. Incluso vimos recuperar el ángel al simpar Fríker Caspillas, héroe y ejemplo de toda una generación, que logró dejar imbatida su portería (bueno, casi) ante los implacables arietes skopjanos.
Tal fue la dicha que como polvo dorado, simiente de felicidad, esparció ayer la Coja por todo el Estado Español que tuve una epifanía igual que San Pablo (sólo que en vez del caballo me caí del sofá): hay que abolir el fútbol profesional, el de clubes, ese que sólo ha conseguido vulgarizar y mercantilizar el más bello de los deportes (de biutiful guéim), convirtiendo a sus nobles practicantes en mercenarios e impidiéndoles jugar en el equipo que verdaderamente aman: ¡¡el de su país!! Al fin y al cabo, ¿para qué sirven las ligas profesionales? Sólo para impedirnos disfrutar todas las semanas de la selección. Imaginen poder ver a Del Bosque todas las semanas batiéndose el cobre con los más potentes rivales internacionales, admirándonos con lo justo de sus convocatorias, su escrupulosa aplicación de la meritocracia, su brillantez táctica, su agilidad mental durante los partidos y, ante todo, su campechanía (la apariencia; perdón, virtud, más apreciada de este país).
Los seguidores del fútbol tendrían además una importantísima ventaja que no debemos obviar: la instauración de la Coja como equipo único borraría de un plumazo los deplorables odios entre aficiones. ¡¡Por fin todos a una bajo los mismos colores, bajo el mismo himno!! (Lolo, lolo, lolololololo.) Incluso vascos y catalanes, justamente resentidos por tantos años de opresión y ostracismo durante la ominosa, acabarían volviendo al redil patrio, ¡¡porque no les quedaría otra!! Y algo no menos trascendental: miles y miles de granadinos, cordobeses, murcianos, gallegos y hasta mandrileños dejarían de hacer el ridículo apoyando a equipos independentistas, y podrían por fin disfrutar del júrgol sin cargo de conciencia. Además, desaparecerían las inaceptables diferencias presupuestarias entre clubes: no más ricos y pobres, no más equipos de primera y segunda: si en las aulas han desaparecido las diferencias entre tontos y listos, aplicados y vagos, ¿por qué no llevar este igualitarismo al fúrbol? ¡¡Sólo un equipo, la Coja, el de todos!!
Nadie dude que los primeros beneficiados serían los jugadores: se acabaría lo de jugarse el físico en competiciones tan frías e intrascendentes como Ligas y Champions, en las que constantemente corren el peligro de lesionarse y perderse (¡¡¡¡horror!!!!) Mundiales, Eurocopas y Copas Américas, torneos sin duda mucho más importantes y de mayor nivel. Jugadores como Cristiano, Di María o Khedira no afrontarían nunca más el dilema entre club y selección, y podrían jugarse el físico por su país durante todo el año. No más escabullirse de médicos y directivos, no más cartas rotas. Por fin podrían jugar siempre donde su corazón les dicta. Eso sí, gratis total, porque los sentimientos ni se compran ni se venden. Estoy seguro de que, si me leen los gerifaltes de la FILFA, verán de immedianto lo brillante de la propuesta y pronto materializarán este sueño. ¡¡Vivan las selecciones estatales!! ¡¡¡Viva la Coja!!!