Supongo que todos conocéis la bonita trilogía Mad Max, del australiano George Miller, donde se nos muestra un mundo decadente y postnuclear en el que lo único que cuenta es la supervivencia, la gasolina y quedarse con la chica (o con el perro, da igual). O sea casi idéntico a cualquier polígono madrileño durante el fin de semana, pero en el desierto. Como sabréis, tras hacer las dos películas definitivas sobre pingüinos danzarines, Miller ha resucitado la saga, y para ello estuvo buscando un escenario donde rodar una de las escenas cumbre, una nueva «cúpula del trueno» llena de seres degradados y brutales, ajenos a todo comportamiento civilizado. Tras recorrer todo el mundo en busca de un lugar así, y ya cerca de perder la esperanza, el equipo de Miller dio con el sitio ideal: el estadio del Rayo Vallekano.
Efectivamente, esta masa informe de hormigón (oficialmente en calle Payaso Fofó, pero realmente en Avda. de la Albufera, igual que el Pipabéu en la Castellana) es probablemente uno de los recintos deportivos más feos del planeta, sino el que más, pero en vez de haber sido pasto de las excavadoras y los explosivos hace tiempo, ahí sigue, funcionando como estadio de Primera División, para gran oprobio de nuestra tercermundista Liga. Cuando a Miller le preguntaron si quería traer figurantes para la escena del estadio, respondió que no, que rodaría después de cualquier partido normal. Según el cineasta, los parroquianos habituales (especialmente los bukaneros) eran muchos más feos, degenerados y primitivos que cualquier actor maquillado de los que había usado en la película.
Y ahí le toca ir esta noche a nuestro sufrido Madrid, nada menos que un miércoles a las putas diez de la noche, en el que quizá sea sea el partido más mierdoso y desapacible de nuestro siglo y pico de historia. Tendrían que darnos una prima especial sólo por jugar ahí a esas horas ridículas, algo que sólo revela el catastrófico concepto empresarial de los destripaterrones catalanes de Mediapro, enemigos mortales del espectáculo y de la gestión televisiva racional. La única ventaja es que a nuestro estimado Paco Jémez («el Guardiola de las Hurdes») le gusta jugar «abierto», lo cual, contra el Madrid, es la mejor forma de que te dejen ídem el ojete; y después de los 9 goles del otro día, la verdad es que otros seis o siete no vendrían mal, sobre todo teniendo como testigos a los Bukaneros, esos aficionados a la pirotecnia (o «perseguidos políticos«, como dicen ellos). Después, sólo quedará echar kms. y alejarse a toda valocidad de esa herida purulenta en el asfalto, sin volver la vista atrás.