
Krasnodar (Rasía), 12 de Junio de 2018. Julen Lolpetegui se siente pleno, feliz: no sólo está a tres días de que su selección española debute en el Mundial de Fútbol, también ha sido contratado como entrenador del Real Madrid. ¿Existe una mayor aspiración para un técnico? No, realmente no. Entre sesión y sesión preparatoria, el vasco deja volar la imaginación: ¿sería posible ganar el Mundial y la Copa de Europa (con un equipo ya tricampeón) en la misma temporada? ¿Por qué no? ¡¡Hay que aspirar a todo!!
5 meses después, Lolpetegui es un hombre destrozado, hundido. ¿El Mundial? No llegó a debutar: Filemón lo destituyó al día siguiente de anunciarse su fichaje con el Madrid por la afrenta de irse al equipo más odiado de (la anti)España. ¿Y una vez en el Madrid, qué tal le fue? Bueno, digamos que ganó bien un partido a la Roma y ese fue el culmen de su trayectoria. Con o sin intención, los blancos lo convirtieron en un juguete roto.
Hoy día Lolpe entrena al Sevilla, donde intentará demostrar su valía, algo que, siendo totalmente sinceros, jamás ha hecho. Aunque su destitución como seleccionador fue brutalmente injusta, lo cierto es que obtuvo el cargo únicamente porque su apellido termina en «tegui». Antes de eso, su mayor mérito como técnico había sido perder la Liga portuguesa con el Oporto, algo más bien complicado (en Champions, palmó en cuartos el primer año y en fase previa el segundo). De hecho, su palmarés sigue virgen a día de hoy, a excepción de un título sub-no sé qué, y su supuesto prestigio viene de que le gusta el fútbol de toque; como a Lillo, no te jode…
Lolpe recibe hoy al Madrí como líder, y es inevitable pensar qué le pasa por la cabeza. Aunque ha asegurado no guardar rencor, lo cierto es que los merengues lo echaron con cierta mala baba, mediante un comunicado donde se aludía a 8 nominados al Balón de oro a los que no se sacaba partido. Esto podría hacer peligroso al bueno de Julen, pero sinceramente, no lo creo; al contrario, creo que tiene bien ganado su apodo de Losertegui. Lo realmente peligroso es la incapacidad crónica del Madrí para aprovechar los tropiezos de los contrarios, y de superarla dependerá sacar algo positivo esta noche.
Cerdilla-Real Madrid, 21:00.
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Pogdóritsa (Montenegro), año 2001. Un niño larguirucho camina descalzo por las calles de la antigua Titogrado, aún no recuperadas de la guerra. Lleva día y medio sin comer, y los cubos de basura son el único lugar donde quizá encuentre algo que llevarse a la boca. Desde la cafetería de un hotel, un hombre originario de España ve al espigado muchacho rebuscando entre los desperdicios, e inmediatamente se siente interesado por él. Tras pensarlo unos instantes, le pide un sandwich al camarero y sale del hotel, acercándose al joven. En su serbocroata básico, le dice «¿Tienes hambre?», y le extiende el sandwich, el cual es agarrado y devorado por el muchacho en espacio de pocos segundos.
Observándolo complacido, el hombre le hace otra pregunta: «Oye, ¿sabes jugar al basket?» «¿Basket? ¿Qué es eso, señor?» «Es fácil, mira». A modo de explicación, el extranjero arruga la servilleta que envolvía el sandwich y la lanza hacia la papelera donde instantes antes el muchacho buscaba alimento. «Es básicamente hacer esto, jugando en equipo y con una papelera muy alta». «Mmm… creo que podría jugar». «Sí, eso pensaba», dice el hombre, observando a ese chico que, pese a no aparentar más de 12 años, llega sobradamente al metro ochenta. Aunque el español se encuentra en Montenegro principalmente por negocios, es gran apasionado del baloncesto y tiene buenos contactos con la cúpula del Real Madrid. En pocas semanas se concreta todo: Nikola Mirotic, que así se llama el muchacho, se mudará a España y entrará en la cantera del Real Madrid.
En el club blanco, Nikola come a diario y se va haciendo hombre. Su juego y su acierto en el tiro progresan vertiginosamente, pero el camino hacia el éxito es arduo; una cesión al Maristas Palencia de la LEB será imprescindible para hacerlo crecer como jugador. Finalmente llega el debut con el primer equipo, y no mucho después Mirotic se convierte en una de las estrellas del basket blanco, si no LA estrella. Todos confían en que será él quien lidere el camino hacia la ansiada Novena. Sin embargo, la cosa no acaba de ir como debe: Nikola es bueno, muy bueno, pero no tiene carácter de líder; se le arruga la muñeca en los momentos decisivos, especialmente en las Final Ford. La Novena no llega, y el jugador empieza a poner su cabeza en la NBA. Finalmente se marcha sin pena ni gloria, y algún tiempo después la Novena y la Décima llegan gracias a jugadores con más compromiso y cojones.
A Mirotic no le va mal en la NBA. Juega bastantes minutos y tiene un buen contrato. Sin embargo, no termina de consolidarse, y cambia frecuentemente de equipo y ciudad. Empieza a tener claro que nunca será un jugador franquicia. Su mujer, a la cual conoció en Madrid, se está hartando del nomadismo, y un día lo confronta: «O volvemos a Europa o cojo a los niños y me largo con mi madre». Nikola siente un sudor frío caerle por la frente, y llama a su representante: «Oye, búscame equipo de Euroliga para el año que viene». «Joder, sabes que vas a palmar pasta, ¿no? Y aún así, no sé quién puede pagar tanto dinero». «No sé, tú busca». Unos días después, el agente le devuelve la llamada: «Tengo una noticia buena y otra mala. La buena es que un club está dispuesto a romper el mercado y te ofrece 4 kilos limpios. La mala es que es el Barsa». «Me cago en la puta, ¿seguro que no hay nadie más?» «Cuando llamé al CSKA se descojonaron de risa. Tienes 48 horas para decidir».
Mirotic cuelga, y se queda profundamente pensativo. Piensa en los tiempos de hambre en la calle, en su formación en Madrid, y en la incalificable traición que ir al Barcas supondría para el club que se lo dio todo. Da vueltas y vueltas a la cabeza, intentando hallar la respuesta correcta: tiene que escoger entre ser un mierdas con una vida cómoda o un hombre digno que debe superar dificultades. Finalmente, toma una decisión. Hoy jugará en el Wizink Center, y no de blanco.
Real Madrid-Barcas, 19:00.