Las jornadas de selecciones se han cobrado su nueva cosecha sangrienta; como en una guerra, decenas de jóvenes vuelven a sus hogares lisiados, preguntándose si sus cuerpos volverán a funcionar aceptablemente. Alfonso Davies es un ejemplo notable, desgraciándose en un «importantísimo» partido por el tercer lugar de la Nations League de la CONCACAF. Lo voy a repetir con más énfasis: un puto partido por el puto tercer lugar de la puta Nations League de la puta CONCACAF. En suma, algo probablemente más intrascendente que un playoff de ascenso de Segunda a Primera ha hecho que el Bayern de Múnich haya perdido para casi un año un activo de docenas de millones de euros.
El asunto puede hacernos gracia porque Davies nos ha hecho la 4-40 con su amago de fichaje por el Madrid, pero cuando nos pase a nosotros, como ya nos ha pasado otras veces, le veremos la gracia en los coj… Es un capítulo más en la serie infinita de expolios de la FIFA, ante el cual los clubes se han quedado mirando con un hilillo de baba. Sin estar yo dentro de las directivas de los mismos, la sumisión que muestran ante las mafias conocidas como federaciones internacionales no deja de causar asombro. El caso del Bayern es especialmente llamativo, por su decidida defensa de las federaciones ante el aún titubeante proyecto de Superliga de Flopertino. Simplemente parecen aceptar estas lesiones como una fatalidad de la vida, porque claro, ¿qué podría ser más importante que un partido de consolación de la Nations League en pleno Marzo? ¿Los cuartos de final de la Champions, acaso?
El amigo Flópor volverá a callar, debido a motivos mejores o peores. Por un lado estará cansado de la batalla, pero por otro lado jamás ha querido entrar en la cuestión didáctica de por qué poner partidos de selecciones en mitad de la temporada es un sinsentido. Claro que si el aficionado al fútbol es un adolescente mental, no vamos ahora a explicarle la diferencia entre ser patriota y animar a unos señores que llevan una camiseta con el escudo de tu país; ellos ven perfectamente compatible votar al PSOE -aliado de cualquier enemigo de España que pueda proporcionarles medio voto- con dar alaridos cuando los jugadores de la selección marcan un gol a quien sea. ¿Qué tendría que pasar para que Don Flo se revelara? Seguramente, que Mbapppé (ni siquiera Vinicius) volviera andando en muletas para muchos meses de un Francia-San Marino. Pero mientras no pase tal cosa, estos tributos de los Juegos del Hambre continuarán. Y en realidad los aficionados no merecen mucho más: a imagen de los clubes, aceptan ser tratados como ganado (a veces literalmente, en las finales europeas), y por supuesto sintonizan en TV estos bolos internacionales. La UEFA y la FIFA son inteligentes meándoles en la cara, sabiendo que no tendrán pérdida ni represalia.
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El Madrid creó una sección de «fútbol femenino» (algo con tanto sentido como lo tendrá la natación sincronizada masculina) en virtud de una «demanda social» absolutamente ficticia: nadie lo pedía, nadie lo esperaba, y ahora que existe nadie lo ve. Claro que, al menos, el lamentable espectáculo que ofrecen estas féminas masculinizadas semana tras semana nos ha enseñado una serie de interesantes hechos fisiológicos-deportivos: principalmente que el fútbol, cuyas reglas y medidas se llevan afinando cuidadosamente 120 años para resultar un espectáculo lo más interesante y competitivo posible (pese a los denodados esfuerzos de los estamentos arbitrales por lograr lo contrario), se convierte en poco más que un espectáculo circense cuando son mujeres quienes intentan practicarlo.
Como ya he explicado otras veces, no es que el cuerpo femenino no sea apto para el deporte, como sabe cualquiera que haya presenciado competiciones de gimnasia o patinaje; es más, hace poco vi de casualidad un partido de voleibol femenino de la NCAA y me pareció que ahí estaba el futuro genético de la humanidad. El tenis me parece un peor ejemplo porque está exigiendo una creciente masculinización de las jugadoras, pero desde luego pueden practicarlo sin hacer el ridículo. No obstante, ¿mujeres jugando con canchas y reglas de fútbol masculino? La broma ya ha durado demasiado. A veces ni siquiera es cuestión de tamaños: si la señorita Misa es de lo mejor que puede ofrecer el profesionalismo femenino en cuanto a porteras, entonces hay que devolver esta disciplina con urgencia al amateurismo (que es donde está de facto, exceptuando unos sueldos que no genera ni en sueños).
Si los beneficios que el fútbol real reporta a la sociedad son francamente cuestionables (puede decirse que cada vez la vuelve más embrutecida, absorta y polarizada), el femenino no ha hecho más que exacerbar la hipocresía y empeorar la lucha de sexos, culminando en el repugnante caso «Jenny Hermoso», una de las peores pantomimas que ha vivido un país donde ya cuesta soberano esfuerzo distinguir la realidad diaria de una continua farsa desmoralizante. Si el señor Florentino Pérez tuviera el valor y la dignidad de un Santiago Bernabéu, dejaría que se cumplieran los contratos de estas señoritas de los tatus y las bodas lésbicas, disolvería la sección y dejaría de manchar la marca del club semana tras semana; igual por cierto que se dejó morir la sección de voleibol en 1983 sin ninguna ceremonia. ¿Que una niña machorra no podrá cumplir su sueño de llevar la camiseta del Real Madrid? Bueno, una que juegue al baloncesto tampoco, y no parece que sea responsabilidad de la sociedad responder por ese sueño frustrado. ¿Que la decisión provocaría pataleos? Pura impostura, la audiencia televisiva no sufriría el menor cambio: pasaría de cero a cero.
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La Euroliga descafeinada por la injusta ausencia de los equipos rusos no acaba de encontrar un dominador claro, aunque sabemos que siempre va a ganarla un equipo turco, griego o español. Tan loca está la cosa que hasta el Madrid, que ha hecho una temporada realmente calamitosa, se ha colado en puestos de playoff y si no la caga con estrépito en los tres asquibles partidos que le quedan volverá a estar en la eliminatoria de cuartos. La verdad es que con tantos cambios de plantilla es difícil identificarse con el equipo, y en cuanto uno se despista se encuentra el plantel lleno de nuevos mastuerzos: si bien persisten admirablemente algunos rostros como Campazzo, Deck, Tavares y Llull, luego hay una serie de mastuerzos random que seguramente el año que viene estarán buscando pastos (o platanales) más verdes. La verdad es que la rotación de plantillas es uno de los mayores impedimentos para tomarse la Euroliga en serio, con ese constante intercambio de cromos.
Pero bueno, ahí estamos coladitos en la novena plaza, penúltima que da acceso a la siguiente fase. Realmente no tengo mucho que comentar, sólo que si no queremos que el basket se convierta en otro fútbol femenino hay que dar un salto de competitividad. Chusma ha servido como sustituto del Lolaso, pero eso no basta. Si el equipo no empieza a distinguirse y a ser un competidor serio por el título, más en este tiempo de entreguerras, no habrá ningún motivo para prestarles atención, aunque aún sea pronto para mandarlos al limbo donde debería estar el «fútbol femenino». El primer paso de este camino es ganar mañana al Estrella Coja.