Un partido, tres goles

– * 1-0: Preciso y precioso. Jugada por la banda izquierda entre el crack Raúl Bravo y Robinho, que se la deja a Guti con un pase perfectamente medido. El rubio hace uno de sus ya clásicos giros de cintura y saca un remate de tiralíneas, que entra ajustado al poste.

* 2-0: Maravilloso. El gol de la Liga, digno de Capitán Tsubasa. Baptista recibe un balón bombeado en el área, y tras elevarla de nuevo realiza una chilena imposible, una que Raúl soñará con hacer en otra vida. ¿Cuántos jugadores son capaces de ese gesto actualmente en el mundo? ¿Una docena escasa? El balón choca espectacularmente con el palo y llega a Robinho, que la clava con un remate elevado.

* 3-0: Cicinho juega sólo un cuarto de hora pero se las arregla para deleitar. Penetra en el área por la derecha y le hace al defensa un recorte limpio, clásico y precioso, de unos tres metros. A continuación remata introduciendo el balón entre las piernas del portero.

Me gusta el fúrbol… Ah, volvió ese que tira del carro. Seré absolutamente sincero: No me hizo ninguna ilusión. Yo lo que quiero es ver chilenas.

– Real Madrid: 3 (Guti, Robinho y Cicinho)
– Alavés: 0

– En el baloncesto hemos perdido por culpa de la organización. Después de la hazaña de ayer, ¿no tiene derecho un equipo a ser animado por su afición, siendo el jodido anfitrión? No, las entradas se venden por abonos, para llenar bien el pabellón de ganado, dándose la paradoja de que al final presencian los partidos una mayoría de aficionados que de ninguno de los equipos que juegan. Mientras, los madridistas esperando en la puerta. Qué puta chapuza. A la mierda.

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¡¡Tomaaaaa!!

– No sé si es que tenía muchas ganas de desahogarme o porque cada canasta nos costaba un mundo, pero cada vez que encestábamos hoy, pegaba un alarido. Hemos puesto al Winthertur de patitas en la calle; qué satisfacción. Además remontando, en un partido en el que salíamos de víctimas y en el que fuimos siempre por debajo. No obstante, dominamos siempre en los rebotes, y realizamos un espectacular último cuarto, en el que empezó a entrar todo y en el que por fin nos pusimos por delante, gracias a un tremendo triple de Sonko.

Lo que me parece vergonzoso es que en una Copa del Generalís… este, del Rey en la que somos anfitriones, el público local esté en minoría. ¿Cómo cojones organizan esto? Me recuerda a las finales de fútbol, en las que suelen montarse chapuzas similares (quedándose la organización con casi todas las entradas para regalarlas a discreción). En fin, nos esperan los del Tau, a los que tenemos que dejar calentitos de nuevo. ¡Cañaaaa!

– Dimitri nos dejó hoy dos nuevas frases para la historia (pero qué grande es este tío):

* «No quiero practicar un fútbol asqueroso como el del Valencia». ¡Ahí, ahí, ganándote amistades!

* «Uno de mis primeros logros al frente del Alavés ha sido hacer ver a los jugadores que son unos mercenarios.» Claro que sí, Dimitri: ¡Unos perros de la guerra! Esto puede chocar mucho, pero al fin y al cabo si en la oficina nos dijeran que tenemos que sentir los colores de la empresa nos quedaríamos mirando con cara rara, ¿no?

Este hombre es un pico de oro. En las radios y periódicos no le pueden ni ver, en virtud de no sé qué pureza del deporte, defendida por unos manchapáginas que lo más redondo que han visto en la vida es una bolsa de Cheetos. ¿Qué pureza quieren preservar, la que practica Laporta? ¿La del Bilbao del dopaje? ¿La de los pleitos de Lendoiro? Ah, pero esos no son impresentables, esos son respetables dirigentes deportivos. Este al menos ha sido atleta olímpico y está cuadrao, cosa que me temo que ninguno de sus colegas puede decir. ¡¡Presidente, presidente!!

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De lo regional y lo universal

El histórico partido de Copa ha traído su resaca. Ya hablaremos entre todos de su significado en el futuro del equipo: el Angel del Madrid dice que supone un cierre al desastre que se inició frente al propio Zaragoza en la final de copa de Barcelona. Yo me inclino por lo mismo, quizá Florentino haya descubierto que, en la entrega, más que en la floritura, se encuentra la posibilidad de una mística superlativa. La euforia madridista esta hecha de gestas y de imposibles. Lo madridista es el quijotismo de la remontada, las lágrimas y el agotamiento de Beckham, que nos emocionan como si fuesen las de Juanito. Por esa vía de comunión y esfuerzo debe andar el futuro del club. Humano, demasiado humano y no galáctico, así nos gusta nuestro Madrid. Más cerca del patetismo que de lo apolíneo.

Pero ha habido más, y me han sorprendido las críticas de algunos a las previas de la web del club y de la prensa madrileña. Los periodistas suelen ser corporativistas a ultranza, a menos que el Madrid esté por medio, pues entonces se llega al extremo de criticar con fiereza la línea editorial de un periódico deportivo (es decir, su portada, ese colorín que resume en una palabra o una interjección la gota de pensamiento que contiene un diario deportivo: casi el gesto, la predisposición de un aficionado) por los mismos colegas, cuando no por los mismos empleados. Eso ha sucedido ahora, con el argumento de que se ofendía al Zaragoza, al pueblo aragonés entero por pretender la remontada, o, al menos, por dar noticia de la pretensión

Se afirma que el As y el Marca, por ser de tirada nacional, no debían haber informado en el tono que lo hicieron. No se paran a pensar que, de haber sido así, la semana deportiva hubiese estado muerta.

¿Qué es un diario nacional? El Sport y el Mundo Deportivo son tan nacionales como el as, pues llegan a los quioscos de muchas regiones. Pero nadie critica nunca su barcelonismo. La diferencia aquí estriba en que los diarios madrileños se compran en mayor número. Son efectivamente nacionales porque se leen, porque interesan. ¿ALguien reproduce ese discurso y esos escrupulos a escala regional? ¿Alguien critica la linea editorial de los diarios aragoneses? ¿Alguien se preocupa de la sensibilidad del madridista aragonés, asfixiado de baturrismo y zaragozismo? No, lo que se pretende es que los diarios madrileños se autocensuren, limitando también el madrid a lo regional.

Detrás hay una concepción territorializada del futbol. De la misma forma que los impuestos los pagan individuos, o que son individuos los que ostentan derechos, es el individuo, el fulano solitario y unidimensional, el que va al quiosco o el que decide animar a un equipo de futbol. La decision de comprar un diario es individual. Nadie se para en pensar en el seguidor no zaragozista de Aragón, en su libertad de elección frente al quiosco. Frente al monolito regional que conforman identidad y club, ese espíritu del pueblo, el volkgeist del que hablaba Álvaro, compuesto orgánico de esencias, raza, bandera, folclore regional, el individuo, el madridista provinciano, accede libremente a comprar un diario como el AS. Nadie critica el mensaje del Sport, ni el del Heraldo, ¿por qué el del AS?

Porque hay una voluntad de romper la comunicación del madrid con sus aficionados de fuera de Madrid. Regionalizar al Madrid y reducirlo al foro, donde se le aplicara la doctrina sabinesca, es decir: el Madrid como un club elitista, pilarista, derechista, gerencial, implacable, frente al menestralismo, popularidad y romanticismo atlético.

Algo parecido ocurrió con las primeras giras asiáticas del madrid. Fueron criticadas con fiereza, como megalómanas y prepotentes. La realidad es que no les gusta a algunos que el madrid salte al mundo como no les gusta que extienda su discurso a otros lugares de España. Un madrid iberico, aislado, regional, madrileño, y a ser posible castizo y estereotipado, eso desean.

Otra cosa inquietante que se observa es la critica a la web del club, algo que sólo sucede con el madrid. La politica de comunicacion del club despierta recelos. Cuando el atlético hace una campaña de publicidad los medios colaboran y resaltan lo simpatico, lo humoristico del asunto, mientras que si es el madrid dejan sospechas de maquiavelismo. El marketing del club es sospechoso, frio, cerebral, frente al calor de los toons culés o de las engañifas del carné rojiblanco. Se puede frivolizar con los inmigrantes pero no se puede pedir a una afición que llene un estadio. Quienes no criticaron a Ferreras por lo del 13-M lo hacen ahora de forma sorprendente por algo ta nimio como convocar al madridista en torno a un recuerdo de su historia.

Estas cosas hay que denunciarlas, porque acaban por imponer una autocensura en torno al madrid que impide que se denuncien los hechos tal como son: las alevosas entradas del atheltic que nos dejaron sin Guti y el error arbitral de la ida. Cosas que nos han costado, a la postre, una Copa del Rey.

Y hay que proteger al madridista de provincias como si se protegiese al individuo frente a la región, a la libertad frente al opresivo Volkgeist, al individuo libre frente al espiritu del pueblo. ¿Qué hace el madridista de Zaragoza, si el as se limita? Qué medios tiene de conocer la realidad de su equipo?

Eso pretenden; aislar al madridista de provincias. Territorializar el fútbol español y evitar que esa alegría expansiva y electrica del madridismo, su corriente, se transmita.

Ayer algunos jóvenes recibieron, recibimos, una lección de que lo mágico siempre gravita en torno a Chamartín. Muchos chavales ligaron la realidad del club, y su futuro (nuestro ángel con su predicción), a la vieja historia. Se dieron la mano el brumoso y mítico pasado con el más rabioso presente, como sucediera en Glasgow. En Escocia se ligaron los dos momentos culminantes del club, su mayor gloria. El 7-3 y el gol deZidane, son el Madrid olímpico. Juanito y las remontadas de las uefas ochenteras son una historia subalterna, un Madrid más débil, menos poderoso, pero valiente y encantador. Por la banda derecha trotaba frenético Cicinho, como aquel extremo furioso y genial. Ayer se conformó un sentimiento, se cerro una herida, tomo coherencia histórica el club. Ayer encontramos el rumbo que buscábamos. Aparecieron los espíritus, porque lo sentimental se impuso y porque, por fin, se logró la ansiada comunión. Cuando se busca lo imposible nace el héroe. El Madrid de ayer era débil, estaba sólo, y en la cuerda floja. Fue titánico y arrojado y no jugaba contra el rival, jugaba contra todo: el tiempo, la inercia, el rencor de los demás,la historia del fútbol y sus propios referentes, pues el Madrid es el único equipo que juega para parecerse a sus mayores. Nuestro viejo Madrid, bélico y loco. Perdiendo ayer nos han enseñado cómo hemos de ganar en el futuro. Once radiantes enajenados persiguiendo un ideal. Felicidades a todos y ¡Hala Madrid!

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Fácil y divertido

Qué fácil es ganar cuando se gana fácil. Sí, amigos, porque el Madrid ya juega de memoria, incluso -¡válgame Dios!- tira desde fuera del área. Sí, sí, señores, el Madrid tirando desde fuera del área. Y Woodgate tiene ocasiones claras de gol. El Madrid cabalga; en la lejanía se oyen, difusos, ladridos. Pero echemos el freno del entusiasmo, compañeros: con Luxa también hubo racha de siete victorias seguidas. Los grandes retos están muy cerca: Ganar de una puñetera vez en Bilbao y sobre todo la Champiñons. Porque la única posibilidad de que se extienda la etapa «dequeísta» en el Madrid es ganar la Liga o la Champiñons, no se engañen.

Cabalgamos, decía. Y al frente de esa carga, un futbolista épico: Cipotiño. Sí, el brasileño, ese fichaje invernal medio de tapadillo. Y es que la clase, señores, es como la guapura: Destaca incluso a pesar de uno mismo. Cipotiño corre, deja una estela de viento a su paso, y el equipo corre tras él como un solo hombre. Mamá, ¿qué sueña Salgado por las noches? Que se reencarna, y en otra vida es un futbolista parecido a Cipotiño; ¡qué coño, Cicinho, sin mote! Hoy ha dado dos pases de gol que se pueden enseñar en los vídeos de los cursillos. Sí: Cipot… Cicinho debe jugar siempre. ¡¡Al ataque!!

Cuando se gana con suficiencia y estética, uno se recrea en los detalles. Esa parábola en la falta de Beckham, los «driblings» de Robinho, ese golazo de Zidane… Todo fue bello, y hasta dicen que se pudo ver gratis en la web tvmix.net, pero seguro que es mentira. En resumen, cuatro goles y otra venganza consumada. Ah, el dulce sabor de la sangre enemiga…

En otras noticias de la jornada, el Athletic pierde en Málaga con gol ni más ni menos que de… SALVA BALLESTA. Je je je, si es que hay días redondos… Precisamente, el próximo envite blanco se librará en Bilbao. Allá iremos sin miedo.

– Real Madrid: 4 (Guti-Gut, Zidane (2) y Ronaldo)
– EspaÑol: 0

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Glosas madridistas

La gran noticia de la semana ha sido la Copa. Tenemos servida una doble revancha que cierre la herida sangrante y purulenta (ay, ángel del madrid, esas lágrimas deben ser vengadas) de esos dos desatres que fueron el centenariazo y la final post-11M de Barcelona. Ambos equipos fueron algo desagradables con nosotros, y en algunos casos se hizo difícil separar la legítima alegría de la simple burla. No sé vosotros, pero yo voy a vivir intensamente esos partidos y no admitiré otra cosa que no sea la conquista brillante y avasalladora de nuestra decimoctava Copa. Echo de menos un título, la imaginería de nuestras celebraciones: La histeria feliz en torno a la diosa nutricia, el ondear blanco y rojigualda y la necesaria restitución del orden necesario. Cada copa, ahítos de historia como estamos, es un no va más. Se abrirá la entraña del Bernabeu, el joyero un poco hortera de la sala de trofeos y todos acabaremos peregrinando para dar un beso a la copa. No porque la Copa valga mucho, sino porque es nuestra y porque somos insaciables y nos empalmamos contando títulos. La Copa es un torneo menor que nos ha dado tremendos disgustos y que nunca interesó a Bernabéu. Los grandes equipos del Real Madrid pasaron por la Copa como los ciclistas grandes por la Vuelta, como un trámite cicloturístico. Y sin embargo, la última copa tuvo la virtud de hacer justicia con Benito Floro, evitando que su trabajo, animoso y lleno de laboriosidad, fuese en balde. Quizá esta Copa tenga también su necesidad. Debería recompensar la buena labor de Caro y, sobre todo, servir de digna despedida a Zidane. Lo ha ganato todo con nosotros y sólo le falta una Copa. ¿Quién hará de Juanito y subirá a hombros al gran Zizou? Personalmente, la Copa es especial. Yo era un chaval cuando el Madrid ganó su última Copa en Valencia. Yo estaba allí, boquiabierto, disfrutando de la última gran noche del Buitre. Me di cuenta entonces de eso que llaman la «transversalidad» del Madrid. Marcó Lasa y nos abrazamos como unos julais sin complejos un anciano manchego, un camionero extremeño, un santenderino y yo, un muchacho valencianomadridista. Ensartados todos oblicuamente por un madridismo enloquecido. Cantábamos todos «¡a la Cibeles! ¡nos vamos a la Cibeles!» como si la tuviésemos al lado, cuando en realidad unos se iban al coche para cruzarse España entera y otros a la cama con el transistor, a escuchar al Butano mortificarse con el triunfo taaaaaaaaaan justo de la Quinta.

Otro hecho noticioso ha sido la florentinina en el canal del club. La entrevista ha sido comentada con cierta acritud. Se ha criticado el tono general de la conversación. Algunos puristas de la cosa han venido a decir que los toros estaban recortados, como si en un país en el que se excarcela a criminales en serie ante la general indiferencia fuese necesario someter al presidente del Madrid a un tercer grado con flexo dirigido y hostias arremangadas. Hay una serie de periodistas colchoneros que siguen la actualidad del club que insisten en utilizar categorias como «verdad», «periodismo» o «investigación». Además de cursis son crueles porque en el fútbol no hay verdad alguna que desvelar, no hay Watergates (los hubo en Tenerife, pero con esos no hay huevos); hay ilusión, cuando no ilusionismo, y se sabe que todo ilusionismo tiene su trastienda. Hay que ser muy aguafiestas para pretender desvelarnos las pequeñas miserias del vestuario, todas las intrigas que se producen en los intestinos del Bernabéu. Me molesta esa presunción de llamar «verdad» al chisme y la maledicencia. El fútbol es un deporte que ha seguido el camino doble de la masificación identitaria, por un lado, y de la interiorización sentimental, por otro; pero es que, además, es el territorio de la infancia y aún de adultos sentimos por los futbolistas una adoración infantil, incondicional, que no admite mácula. Las pasiones infantiles son desbordantes y no deben ser frustradas. No siento interés alguno por saber las intimidades de las relaciones entre club y jugadores o por que me desvelen la turbia realidad en un fichaje. Por otra parte, no creo que haya madridista alguno que obtenga la más mínima satisfacción en escuchar a Floren reconociendo errores e hincando la rodilla ante cuatro plumillas. ¿Para qué gente hacen algunos sus programas? El periodista se sabe si es madridista o anti por su orientación en la pregunta. El madridista mira al futuro, el amarillista o el enemigo remueve el molino de Del Bosque o el caso Makelele, por ejemplo.

Floren, hay que reconocerlo, es de un optimismo blindado en esas entrevistas. Eso molesta muchísimo y le critican aún más, hasta que a algunos les sale el espumarajo rojiblanco por la boca. Los antimadridistas quieren escuchar miserias, no les interesa la enmienda, porque ésta ya se ha producido (en parte) de forma silenciosa, y porque no les interesa, ya lo he dicho, el futuro. Los «anti» de turno quieren una confesión pública de error, porque ellos, pese a reirse, son los únicos, acomplejados y atemorizados como están, que piensan que Florentino es un Ser Superior. Le temen más que a un nublado y quieren desacreditarlo, vencerlo en el titular. Pillarle en el renuncio mayúsculo y traidor de la derrota argumental. Floren, que es más listo que el hambre y que sabe que el marketing es anímico y espiritual, lanza mensajes institucionales de una esperanza acrítica y rendida, pero lo hace porque no hay más huevos: uno de los activos del club es su estado de ánimo. El pulso de la hinchada, la fe en la camiseta es casi tanto como el signo de una cotización imaginaria, es un activo inmaterial y valiosísimo que debe mimarse. Cuando Floren dice que podemos ganar la triple corona no se lo cree ni él, pero es que no puede decir otra cosa. El gran merito del presidente es haber resistido la integridad de su mensaje, inconmovible ante las embestidas de la prensa. El modelo sirve, sigue sirviendo y corregido debidamente no debe cambiarse ni una letra. Hay que ser independientes y fervorosos, un poco sectarios. Así nos quiere el presi.

Hoy mismo hay nueva jornada. Se supone que Baptista volverá al banquillo y que, ante la lesión de Beckham, Cicinho será el interior y Salgado el lateral. Hemos esperado largamente a Baptista. En el Sevilla era un llegador y en todo este tiempo en el Madrid no ha llegado nunca. Hemos aguardado con paciencia a este forzudo que llegó como un Victor Mature o un Schwarzeneger y que se quedó en Sansón menor, estilo Álvaro de Luna. Le han puesto de 9 y ha sido más ancla que sorpresa, más boya que tiburón, aunque ha acabado siendo invisible, refugiado en esa generosa y sorda labor táctica en la que uno advierte cierta demagogia. Está bien que un Makelele se aplique a ello, mas cuando lo hacen Raúl o Baptista hay honradez, pero también cierta incapacidad que se camufla. Se ha dicho de él que ha estado haciendo el trabajo invisible que sólo se ve en el campo, como esos jugadores de baloncesto que meten dos puntos y cogen cuatro rebotes y sin embargo son considerados valiosísimos. El fútbol se ve en la tele, donde sólo se percibe el rodar del balón y donde sólo el gol, la agresión o la polémica merecen repetición. Baptista es un valor del club y exige paciencia, pero que no nos convenzan con lo del «trabajo oscuro». Eso son gaitas para entrenadores. El fútbol es grande cuando admite ser encapsulado en un resumen impactante de tres minutos. Baptista vino como goleador, no como fontanero. El Baptista sevillista sorprendía. No ha de llevar el balón, sino empujarlo llegando al espacio vacío. Me parece que el número de jugadores así que puede soportar un equipo es limitado. Hay algo un poco irritante en ellos. Cierto desentendimiento, algo egoista, un escaqueo que puede enojar si no aparecen, porque de su absentismo sólo les redime el gol. Pero en un equipo como el Madrid son necesarios los jugadores del tipo opuesto. Los de presencia segura. En realidad se trata de furbolistas verdaderos que llevan el balón, que asumen la responsabilidad de esa patata caliente que es a veces una bomba de relojería. Esos jugadores taurinos, retadores, que entran en un combate danzarín de fintas y regates. Figo era la quintaesencia de ese estilo. Presente siempre hasta llegar a la omnipresencia ralentizadora del último Figo decadente y chepado, en el que cada vez eran más evidentes sus orígenes de labriego lusitano, mucho más labriego y mucho más lusitano cuando contrastaba con la rubia irradiación de la sueca.

Salgado, que vuelve al once, amenaza con parodiarse a si mismo, convirtiendo el partido en un monólogo dramático. Mucho ruido y pocas nueces, que tambíén cabe la comedia. Mienten quienes afirman que en Italia le apodaron como «il due». Allí le llamaron «la Magnani», por sus dotes para el histrionismo. Mañana repartirá melenazos, resoplidos, pechazos y aquilatará esa mirada y ese gesto hosco de malo de spaghetti western, una mirada de una dureza innecesaria. La agresividad exteriorizada hasta lo desagradable. Y lo va a pagar Cicinho, pues este se luce cuando exhibe su velocidad. La velocidad se define con tiempo y espacio, y si sale de interior se mata el espacio y sólo queda el tiempo, concretamente 90 minutos largos en los que Salgado inventará un nuevo puesto: el omnilateral o el todocarrilero, pues es de presumir que corte la jugada, suba el balón y busque, con ese estilo subterráneo y cabizbajo que tiene, la jugada personal que le reivindique de forma definitiva (y es de esperar que el corifeo periodístico acompañe toda la performance con interjecciones). Míchel Salgado debe asumir su noble condición de refresco, de pulmón algo nicotínico ya, de respetado macho madridista, versión gallega y pajiza del incansable y atropellado Chendo. El tartamudeo de nuestros doses, tan distinto de esa fluidez esbelta y renacentista de un Cafú o de un Jorginho. Pero que nadie se equivoque, al gran Míchel Salgado le debemos la Octava, pues su ardor, algo innecesario y efectista por lo general, resultó definitivo en Old Trafford (autogol de Keane), en el Bernabéu contra el Bayern (autogol de Jeremies –el Keane alemán-, los machos muy machos europeos ridiculizados por Míchel, en cuya camiseta en vez de un 2 debería aparecer «UN PAR») y en París. Pero aún entonces, es de apreciar que siempre llegó al gol por la vía interpuesta del tropezón y el atropello. Míchel es así, no mete el gol, ni siquiera lo da en clara asistencia, más bien percute, nos acerca al gol poco a poco, a base de embestidas, con la aguerrida determinación de un jugador de rugby.

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Hasta los huevos de Lendoiro

Creo que al amigo Augusto ya le hemos reído bastante las gracias. El de ayer fue sólo el último episodio de una larga ristra de esperpénticos recursos presentados por el Deportivo ante la justicia ordinaria. Habrá quien diga «todos tenemos derecho a acudir a los tribunales». Pues no, oiga, en el mundo del fútbol no. Se trata de una actividad privada, con reglas aceptadas de antemano por todas las partes, reglas que constituyen la base misma de la competición.

Para entendernos: Si ustedes se montan una partida de dominó entre tres amigos, acuerdan tácitamente respetar el reglamento del juego en cuestión, y si surgiera algún conflicto resolverlo por mayoría, o con lo que decida el dueño del bar o como sea. Lo que no es de recibo es que uno se cabree y se vaya al juzgado de guardia a denunciar a sus compañeros de juego. Bueno, si quiere puede hacerlo, pero obviamente no puede esperar que vuelvan a invitarle a la partida. Lo mismo ocurre con el fútbol: Las reglas impuestas por las Federaciones, Ligas y demás, por la misma naturaleza del deporte han de cumplirse en el momento, sin los eternos atrasos y burocracia de la administración judicial. Sin esto cualquier competición se convertiría en un caos.

Por falta de reflejos, la UEFA permitió en su día que la justicia ordinaria interfiriera en el ordenamiento futbolístico con la sentencia Bosman, siendo obligada a eliminar el límite de extranjeros en las Ligas. Si el criterio para establecer este límite hubiera sido la posibilidad del futbolista de jugar en la selección del país anfitrión, en lugar de la nacionalidad, nada de eso habría pasado. Los tribunales se pusieron a decidir sobre lo que no les correspondía.

Básicamente, Lendoiro está tocando los cojones a los parroquianos con los que se toma los chatos y juega a diario, y un día le van a echar de la taberna. A ver si en regional le quedan ganas de impugnar partidos.

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