La pancarta de hoy, bueno de ayer de Marca es hasta desagradable. No saben poner Barça campeón y ya está. ¿Representa el fútbol el Barcelona y nosotros el marketing? ¿No es un simplificarlo todo? ¿No se benefició Marca del «marketing» de los Zidane, Roberto Carlos y compañía cuando estaban en plenitud? Yo no lo compro en papel y ni siquiera sé por qué lo comento, que titulen lo que quieran. Me imagino que cuando no hay fútbol toca hablar de tonterías y que son ya bastantes años de seguidor y aficionado y por tanto muchos cientos de portadas como esa. Bueno, no, antes eran bobaliconas y tontorronas, ahora van del amarillismo a un sentido crítico que por fuerza acaba molestando pues no puede haber una crítica edificante basada en dos palabras. Creo que el Marca y el As y todos los demás deberían intentar dar el salto a un escalón más alto del pensamiento: que el titular no sea un mero sintagma, pasar a formar una oración; incluso, y eso resulta casi impensable, una oración con subordinadas.
Escuchando la Ser (apenas media hora) dos cosas muy graciosas: el gol de Robinho no lo he disfrutado porque mientras los jugadores lo celebraban y Maqueda hacía gestos de bravura (curioso el papel del segundo entrenador: mientras el primero se esfuerza en un hieratismo mentiroso, el segundo da rienda suelta a la pasión. Siempre es así, luego debe tratarse de un reparto de papeles prescrito en el curso de entrenadores. Los entrenadores consideran que las pasiones debilitan su imagen… bueno, en el caso de Fernando Vázquez es así), bien, mientras eso pasaba un tal Romero (o Romerito, con el que Lama mantiene en las retransmisiones un toma y daca constante en el que se adivina una tensión sexual irresuelta) se esforzaba a gritos en aguarnos la fiesta con un estrepitoso «¡anulado, anulado!». Pese a lo irrelevante del gol, la cosa me ha irritado (cosa para la que hace falta bien poco, para qué engañarnos) pues nada hay más frustrante que un gol anulado. Son unos segundos de transición difícil de asumir. Una pequeña depresión. Un diminuto cataclismo. Bien, pues el segundo ha sido algo parecido pero al revés: en el relato de una ocasión fallida del Racing, Lama ha empezado a cantar gol, un caso de confusión entre la realidad y el deseo, imagino. Ha habido alguna cosa más. Del Bosque, sí, ese que no quería ser comentarista, sólo se ha animado a comentar la situación preelectoral del club. Dudaba (y en esa duda le acompañaba Lama, vaya amigos los de Del Bosque: Sanz, Lama, Matallanas… le faltan Gaspart, Paco Roig y Pablo Alfaro) si habría elecciones. Del Bosque debería saber que hay una cosa que se llama Asamblea de compromisarios, unos señores que conforman una especie de senado merengue que toma decisiones por ese procedimiento raro y teatral del voto, y en la que suelen desfilar unos cuantos frikis obsesionados en los sanitarios, la cabalística o los accesos al parking (hay madridistas de un egoismo increible: el club se puede derrumbar y ellos sólo encuentran palabras para hablar del grado de deterioro de su urinario). Del Bosque ha desarrollado un elevado sentido de patrimonialización del club. Espera ansioso y de manera mal disimulada las elecciones. Espera formar parte del club, adueñarse del mismo. Confía en los medios y por eso se ha situado en la Ser y no perdonará a quienes no cuenten con él. Tiene el ego más grande que ha visto Europa desde los tiempos de Napoleón.
Una última cosa. En una de las aproximaciones del Racing ha habido un mano a mano entre Antoñito y el portero del Madrid que éste ha solventado con gran acierto. Yo pensaba que era Casillas, no recordaba lo de su sanción, y ya descontaba los ditirambos de Lama y compañía, ya verás, la cantinela de siempre, San Iker, el catecismo, la hostia en vinagre, «y lo querían vender, y lo querían vender» (y algunos retirar, ¿verdad don Vicente?), y como en lugar de eso sólo ha habido la fría y notarial narración del lance me he quedado algo sorprendido hasta advertir poco tiempo después que quien estaba bajo palos no era San Iker sino Diego López. Todo más claro. La misma parada tiene una distinta resonancia. Tras ello y mientras trataba de reponerme a uno de mis ataques de indignación, don Vicente ha sacado a pasear la primera persona del plural para empezar a analizar al «chico» (ese paternalismo, por Dios, que son profesionales…), a Diego López. Su análisis es tan engañoso como él. No es la primera vez que lo escucho. Suele hacer referencia a «nosotros» (su nosotros es su «yo» más toda su vanidad menos un cierto prurito por aparentar modestia: con ese nosotros se puede hacer una novela), no dice nada del club ni de la estructura, sino «vino con nosotros», «está con nosotros», y si uno se fija bien su gran conocimiento estriba en saber de dónde es el muchacho, saber encomiable pero que no acredita nada de su sapiencia futbolística. Me ha dado algo de miedo darme cuenta de que don Vicente lo quiere todo, quiere el banquillo, siente la cantera como propia (considera a Valdano un mero entrometido, un mero usurpador) y ya se siente con fuerza para juzgar a la directiva. Cualquier día le dirá al socio cómo comportarse.
Queda claro que si me pongo a glosar la retransmisión es porque considero que lo del campo de juego era la nada. Y con la nada sólo puede hacerse metafísica.
Por cierto, admiro la pasión por el fútbol de los socios del Racing. Es desinteresada, paciente y señorial. Poco dada al dramatismo. Los campos de sport del Sardinero han visto la mayor proporción de bodrios por temporada. Hay equipos peores pero ninguno más aburrido. El Racing y Santander en su conjunto son una tierra de un raro civismo. No hay estatutitis, ni cócteles molotov, ni romerías demenciales, ni faralaes, sólo cursos de verano, Botín y Polanco. La callada trascendencia de Santander.
Ah, viendo el otro día a Jesús Quintero (vale De la Casa, vale Rivero, veré la entrevista a González, el chapter one y el chapter two) experimenté un malsano regocijo imaginando un tete a tete suyo con López Caro.
– Racing de Santander: 2 (Matabuena)
– Real Madrid: 3 (R. Carlos (pen.), Soldado y Robinho)