Crónicas de la nada

La pancarta de hoy, bueno de ayer de Marca es hasta desagradable. No saben poner Barça campeón y ya está. ¿Representa el fútbol el Barcelona y nosotros el marketing? ¿No es un simplificarlo todo? ¿No se benefició Marca del «marketing» de los Zidane, Roberto Carlos y compañía cuando estaban en plenitud? Yo no lo compro en papel y ni siquiera sé por qué lo comento, que titulen lo que quieran. Me imagino que cuando no hay fútbol toca hablar de tonterías y que son ya bastantes años de seguidor y aficionado y por tanto muchos cientos de portadas como esa. Bueno, no, antes eran bobaliconas y tontorronas, ahora van del amarillismo a un sentido crítico que por fuerza acaba molestando pues no puede haber una crítica edificante basada en dos palabras. Creo que el Marca y el As y todos los demás deberían intentar dar el salto a un escalón más alto del pensamiento: que el titular no sea un mero sintagma, pasar a formar una oración; incluso, y eso resulta casi impensable, una oración con subordinadas.

Escuchando la Ser (apenas media hora) dos cosas muy graciosas: el gol de Robinho no lo he disfrutado porque mientras los jugadores lo celebraban y Maqueda hacía gestos de bravura (curioso el papel del segundo entrenador: mientras el primero se esfuerza en un hieratismo mentiroso, el segundo da rienda suelta a la pasión. Siempre es así, luego debe tratarse de un reparto de papeles prescrito en el curso de entrenadores. Los entrenadores consideran que las pasiones debilitan su imagen… bueno, en el caso de Fernando Vázquez es así), bien, mientras eso pasaba un tal Romero (o Romerito, con el que Lama mantiene en las retransmisiones un toma y daca constante en el que se adivina una tensión sexual irresuelta) se esforzaba a gritos en aguarnos la fiesta con un estrepitoso «¡anulado, anulado!». Pese a lo irrelevante del gol, la cosa me ha irritado (cosa para la que hace falta bien poco, para qué engañarnos) pues nada hay más frustrante que un gol anulado. Son unos segundos de transición difícil de asumir. Una pequeña depresión. Un diminuto cataclismo. Bien, pues el segundo ha sido algo parecido pero al revés: en el relato de una ocasión fallida del Racing, Lama ha empezado a cantar gol, un caso de confusión entre la realidad y el deseo, imagino. Ha habido alguna cosa más. Del Bosque, sí, ese que no quería ser comentarista, sólo se ha animado a comentar la situación preelectoral del club. Dudaba (y en esa duda le acompañaba Lama, vaya amigos los de Del Bosque: Sanz, Lama, Matallanas… le faltan Gaspart, Paco Roig y Pablo Alfaro) si habría elecciones. Del Bosque debería saber que hay una cosa que se llama Asamblea de compromisarios, unos señores que conforman una especie de senado merengue que toma decisiones por ese procedimiento raro y teatral del voto, y en la que suelen desfilar unos cuantos frikis obsesionados en los sanitarios, la cabalística o los accesos al parking (hay madridistas de un egoismo increible: el club se puede derrumbar y ellos sólo encuentran palabras para hablar del grado de deterioro de su urinario). Del Bosque ha desarrollado un elevado sentido de patrimonialización del club. Espera ansioso y de manera mal disimulada las elecciones. Espera formar parte del club, adueñarse del mismo. Confía en los medios y por eso se ha situado en la Ser y no perdonará a quienes no cuenten con él. Tiene el ego más grande que ha visto Europa desde los tiempos de Napoleón.

Una última cosa. En una de las aproximaciones del Racing ha habido un mano a mano entre Antoñito y el portero del Madrid que éste ha solventado con gran acierto. Yo pensaba que era Casillas, no recordaba lo de su sanción, y ya descontaba los ditirambos de Lama y compañía, ya verás, la cantinela de siempre, San Iker, el catecismo, la hostia en vinagre, «y lo querían vender, y lo querían vender» (y algunos retirar, ¿verdad don Vicente?), y como en lugar de eso sólo ha habido la fría y notarial narración del lance me he quedado algo sorprendido hasta advertir poco tiempo después que quien estaba bajo palos no era San Iker sino Diego López. Todo más claro. La misma parada tiene una distinta resonancia. Tras ello y mientras trataba de reponerme a uno de mis ataques de indignación, don Vicente ha sacado a pasear la primera persona del plural para empezar a analizar al «chico» (ese paternalismo, por Dios, que son profesionales…), a Diego López. Su análisis es tan engañoso como él. No es la primera vez que lo escucho. Suele hacer referencia a «nosotros» (su nosotros es su «yo» más toda su vanidad menos un cierto prurito por aparentar modestia: con ese nosotros se puede hacer una novela), no dice nada del club ni de la estructura, sino «vino con nosotros», «está con nosotros», y si uno se fija bien su gran conocimiento estriba en saber de dónde es el muchacho, saber encomiable pero que no acredita nada de su sapiencia futbolística. Me ha dado algo de miedo darme cuenta de que don Vicente lo quiere todo, quiere el banquillo, siente la cantera como propia (considera a Valdano un mero entrometido, un mero usurpador) y ya se siente con fuerza para juzgar a la directiva. Cualquier día le dirá al socio cómo comportarse.

Queda claro que si me pongo a glosar la retransmisión es porque considero que lo del campo de juego era la nada. Y con la nada sólo puede hacerse metafísica.

Por cierto, admiro la pasión por el fútbol de los socios del Racing. Es desinteresada, paciente y señorial. Poco dada al dramatismo. Los campos de sport del Sardinero han visto la mayor proporción de bodrios por temporada. Hay equipos peores pero ninguno más aburrido. El Racing y Santander en su conjunto son una tierra de un raro civismo. No hay estatutitis, ni cócteles molotov, ni romerías demenciales, ni faralaes, sólo cursos de verano, Botín y Polanco. La callada trascendencia de Santander.

Ah, viendo el otro día a Jesús Quintero (vale De la Casa, vale Rivero, veré la entrevista a González, el chapter one y el chapter two) experimenté un malsano regocijo imaginando un tete a tete suyo con López Caro.

– Racing de Santander: 2 (Matabuena)
– Real Madrid: 3 (R. Carlos (pen.), Soldado y Robinho)

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Eran otros tiempos

Estoy interesado en encontrar el libro de Ramón Mendoza, «Dos pelotas y un balón». El título, uno de los más geniales que han dado las letras españolas, despachaba con un volatín el motín de Sanz. Don Ramón, en lugar de lamerse las heridas y sembrar cizaña como el bilioso Del Bosque, escribió un libro (había tenido hijos y es de presumir que también hubiese viajado en globo) en el que ridiculizaba la figura paquidérmica de Sanz; y es que todo traidor es antes pelota, y así se unen la figura del felón y la del cobista, y se llena de indignidad quien además estaba lleno de caspa. Caspa física por los hombros, rocío y polvo seborreico, sí, pero algo peor, caspa metafísica, caspa intelectual y caspa cerebral en forma de anacolutos y de «enasolutos». Y al lado el valido con cara de tejón, el leguleyo.

Mendoza, decía, nos llevó a desastres mucho más divertidos. Cuando la crisis se hizo constante no dudó en recurrir a nuevos fichajes, y cuando no hubo dinero tiró de su poder de persuasión para convencernos a todos de que debíamos esperar grandes cosas de Dubovsky (que en paz descanse). Y cuando la cosa era evidentemente un problema de estructura (cuando lo cuantitativo se convierte en un problema cualitativo y hasta el futbolero percibe que aquí pasa algo)empezó a cambiar de directivos y a fichar a diplomáticos o incluso a ministros. Cualquier cosa antes que dejar de alimentar de noticias el circo futbolero. Mendoza sabía cómo funciona la mente de un aficionado y cómo se parece a la portada de los periódicos. Tanto como el Marca necesita de actualidad, el madridista necesita sacrificios deportivos (sacrificio de sudor en el campo, pero también el sacrificio sangriento en el altar de los quioscos) y nuevas ilusiones. Yo, sinceramnete, no recuerdo un periodo tan largo en el que no pasase nada. El Madrid es un enfermo sin constantes vitales, de vez en cuando Guti dice alguna gilipollez y la cosa hace pip pip pip pero nada más, después calma chicha.

La actualidad política es tan sumamente interesante que o el Madrid empieza a dar alegrías o el personal se politizará definitivamente y abandonará el barco. La masa social madridista, endogámica y de sangre tan estancada como una milenaria monarquía no puede dar un nuevo don Ramón. ¿Hay un millonario con imaginación o al menos con encanto cada 80.000 españoles? Resignémonos a la astenia de Baldasano o un carrusel de constructores. Porque aquí no damos informáticos o industriales o petroleros, aquí tenemos la plutocracia carca y aburridísima del ladrillo y la obra pública. Antes, ya digo, la cosa estaba entre escritores. Recordemos esas campañas electorales en que contendían Juanito Navarro, Ussía y Mendoza. Ussía y Mendoza eran las dos españas y Navarro el outsider un poco bufón y un poco Ross Perot. Lo de antes era un bipartidismo polarizado y característico, lo que se presiente es un multipartidismo caótico y en lugar de alianzas y coaliciones, estando Sanz de por medio, tendremos una partida de mus.

Ya que no hay talento, que al menos haya charm. Que se presente Abelló, entre cacerías y obras de arte sabría devolverle algo de estilo a este Madrid de la grisura. Abelló es rico de cuna y por tanto no tiene que estar vendiendo siempre la historia de virtudes y sacrificios del «hecho a si mismo». FM es un caso irritante de individuo que te aburre mientras te sermonea.

Creo que tenemos la cúpula dirigente más anodina de la historia de las organizaciones humanas: Caro, Butragueño, Floro, Ramón Martínez, Fernando Martín… faltan Zoco y Pirri, esos Zipi y Zape carpetovetónicos, para completar el cuadro. Trajes horribles, miradas mustias o extrañamente agresivas, todas las variedades de la mediocridad y todos los acentos que puede ofrecer el agro español. Una conversación entre FM y Caro debe de ser como una de esas cintas que los folcloristas rescatan de las aldeas. Son el campo español. Es un Madrid de Delibes en el que sólo falta Chendo diciendo Milana, bonita, Milana, bonita…

Añoro ese Madrid de vodevil o de sainete, ese club trepidante donde un señor a medio camino entre Carpanta y Brummel no dejaba nunca que nos aburriésemos. El presidente del Madrid debe ser alguien o muy poderoso o muy inteligente, y un animal mediático. A FM se lo cargarán los medios porque sencillamente no les llena la pantalla.

El aficionado quiere cambios y el madridista, que es especialmente sádico, además, quiere cadáveres. O este tipo nos ofrece la cabeza de un galáctico servida en bandeja o que se prepare al abordaje rubalcabiano y prisaico de los onievas. Las únicas cosas que se le han resistido a Prisa han sido las elecciones de los Estados Unidos de América y las elecciones del Madrid. Lo volverán a intentar.

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Prensa deportiva

¿Tendrá razón el Socio? Mi esfínter se dilata, un zurullo como el helado con caramelo que sale de los surtidores estivales, todos nos quedamos hasta verlo plegarse en el cucurucho y todos pensamos que sí, que se parece pero que mejor no llevar la analogía hasta el final. La mierda cae ordenada y dibuja en el fondo del water un escudo del Atleti, suprema inteligencia de mis excrementos que adquieren formas deseadas, qué belleza en el caos, qué oscuro designio de la materia… Agarro el Marca y me limpio, la rugosidad del papel me duele un poco al principio, pero es ligeramente estimulante, tanto que dudo, no me estaré haciendo un poco maricón. Páginas y páginas, la sección del Madrid, el tmf, pero yo me centro en la del Valencia y disfruto de enmerdar debidamente esa nefanda sección, ese club entero y casi la cartelera, las lleno de ese color que es lo humano verdadero, ese marrón otoñal que es el resíduo y la nostalgia de lo que tuvo cuerpo y que irá a parar a la mar, a la manriqueña mar, rios de mierda que van a la mar, qué maquinaria destructiva en nuestro cuerpo, qué mundo criminal e intestinal de jugos gástricos, qué final, qué tránsito transustanciador. Y agarro el marca sí, y cumple su cometido con menos dureza de la prevista, pero hay un problema, alguna página ha desteñido un poco y el careto de Palomar, el bizco plumilla, se me queda pegado como una calcamonía en mi nalga derecha, mi marmórea, blanquecina y peluda nalga derecha, suerte que tengo el As, Relaño, Hermel en servidumbre constante al gran Zizou, seguro que le odia, dice que le admira pero debe odiarle, ningún hombre puede estar tres, cuatro, cinco años poniendo a otro por las nubes si no es a cambio de dinero o de su mujer, lacayuna, servil incondicionalidad y ni siquiera así es soportable. Hermel odia a Zidane y no dice lo que debería: que ya desde Italia peca de difuso, de irresoluto, y no acaba las jugadas perdido en requiebros, es circense con esos controles parsimoniosos que ralentizan todo, controla y luego se para a regatear y se gira y recula y culea y la pierde y el Bernabéu sigue extático haciendo ohohoh como si Zidane fuese una foca estilizada y calva. Y Gatti, hay que joderse: Agarra a Miguel Ángel, llévatelo de rulas durante unos meses, lo justo para que se le aflojen ciertas junturas del cerebro, que se le quede como una tostadora, en ese punto justo de impredictibilidad que es propio de todo sonado, el bufón involuntario, agarra a Miguel Ángel, al gran portero madridista, mejor que el gato de Odessa, mil veces mejor que Buyo, no tan blando como Casillas, el gran Miguel Ángel, mito oscuro, en el olvido, y ponle una peluca, aspecto grotesco de feriante y mándalo a Buenos Aires que se haga cronista y crítico de referencia de River o de Boca, ¿aguantarían algo así? No, los Barras Bravas se harían un asadito con él en cualquier clásico. Y Roncero, el porcino Roncero, pícnico y logorreico, como si siempre se pasase con el coñac, el único periodista que es capaz, en plena televisión, de sacarse roña de las uñas, para qué tanto electropop en el canal del Madrid, tanta música electrónica, tanto inglés y tanto stroke y güaitestraips si luego llega este tío y se saca la roña de las uñas y pone cara de tener un palillo imaginario en la comisura: tertuliano vocacional, pero de tertulia carajillera, barrial, de cagarse en todo y pegar un puñetazo en la mesa y pedir otra y que la pague tu madre, que para eso traga y bla, bla, y becan, qué bueno es becan, ¿cómo Beckham? Sí, eso bekan, lo que yo digo, vende camisetas pero qué huevos tiene, y yo sigo con el careto de Palomar en la nalga, cómo me lo vea alguien va a pensar que entiendo y que además de maricón soy retorcido porque hay que tener muchas ganas de hombre para meterse con éste en la cama y el As, qué bien escribe Trueba, lástima de apellido progre, como ese otro bizco aunque más listo, y me gusta lo que escribe aunque nunca lo leo entero, demasiado largo, la lectura prolongada de la prensa deportiva me impide pasar del titular o de la microcolumna, me han hecho un impedido para la lectura y la reflexión, pienso como un albañil pasado de sol y de mahous y la prensa seria debería ser así siempre, «el mundo» titularía con la cara del traidor y un gran «Vendepatrias», y dejarse de circunloquios porque eso lo entienden todos y además es verdad qué cojones. Y llego al final, joder Simona Ventura, la italiana, allí los programas de fútbol los presentan jacas como ésta, vaya piernas, lo mejor del periódico, y clac clac clac clac clac joder quién fuera futbolista y esto es la única verdad y me la imagino en el vestuario del Milan y Kaká follándose a la jaca y joder, no me estaré volviendo sarasa y vuelta con Kaká, me la estoy meneando y aparece Kaká, aislo a la Ventura, la situo en el sistema tridimensional de mi cerebro y la someto a un movimiento rotatorio y luego a mis lentes de aumentos y la pongo a cuatro patas en mi Matrix mental lujuriosa y le digo que sí, que venga y es cada vez más real y parece que sale y que toma relieve y me pongo a imaginar cómo llevará el coño y necesito papel y utilizo el artículo de Relaño, y joder, que en el punto culminante aparezca este careto y aaaaaahhh y suelto ese gran chorro vivificador y a presión y someto el artículo entero, pura corrección, pura mesura, al juicio implacable de mi blanca lefa, de mi blanquísimo jugo espermático que acaba tiñéndolo todo y menudo problema si ahora entra alguien y comprueba qué hago yo con la prensa deportiva y ya todo está más tranquilo, todo en calma, y noto un vacío dentro que no me preocupa porque sé que es la nada, la Nada, la misma ausencia de siempre, lo verdadero que pronto disfrazaré con alguna preocupación inútil y no somos más que esto y lo demás un circo y lo primero el fútbol.

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Hughes sabático

Amigos, escribo para despedirme de vosotros. Durante un tiempo estaré alejado de la bitácora y me temo que también del fútbol. Asuntos personales muy absorbentes me van a ocupar el tiempo que esto requiere. No creo que me aleje de la actualidad del club, es imposible desentenderse de lo que le sucede. El Madrid es como un hijo tonto, golfo o con problemas. Digamos que tendré un ojo siempre vigilante, una mirada de reojo que espero no me deje bizco como a la mayoria de periodistas deportivos. Bueno, este sitio tiene su importancia. Para quienes vivimos el madridismo en soledad es casi casi indispensable y debe continuar. Yo, si el socio me lo permite, volveré en unos meses, presumiblemente para entonces el club será un nido de Kennedys y de demagogos y ahí tendrá que separarse el grano de la paja: habrá discursos y todo discurso encierra una visión de las cosas. Será divertido. Ah, y no pasa nada si estamos uno o dos años sin ganar nada, el madridismo necesita curtirse. Como el anonimato me protege puedo confesar que alguna vez lloré por el club. Como a todos, se me han caido las lágrimas cuando el Madrid ha agarrado la Copa de Europa, pero aprendí a amar a este club mucho antes, con el 5-0 en Barcelona y con lo de Tenerife. Creo que lloré de pena y de orgullo. Me sentía triste por la imagen de esa camiseta y algo humillado. Y siempre que lo pienso me avergüenzo un poco, pero qué cojones, el madridismo es la única militancia que me permito y la llevo hasta el final, como todo lo que se quiere. Suelto esto para decir que mi madridismo se forjó en las derrotas. La Quinta me hechizó, la camiseta blanca radiante en los resúmenes del domingo, cuando el Bernabéu era un coso rodeado de tierra clara, pero fue el vapuleo constante y el desvalimiento de los primeros noventa lo que me atrapó. Hemos de recuperar la actitud de entonces, cuando el Bernabéu tenía algo de estadio argentino y ganas de jarana. El Madrid es el equipo que más ha ganado, pero también es el que más ha perdido y nos quedan muchas cuentas pendientes: volver a dominar a los miserables rivales domésticos, poner a la Vecchia putana, bien sodomizada, en el sitio que merece y más adelante, cuando ya se nos haya olvidado todo eso, recordar a los pijos de Milán quién manda aquí, algo que le queda pendiente a Florentino. Porque va a seguir, va a seguir la dictadura del Madrid… Y ha de volver el viejo himno. Ya lo ha hecho, sonó contra el Zaragoza. Su letra, llena de ese retoricismo añejo que suena tan lejano, resume muy bien lo que somos. Ya está bien de la ampulosidad blanda del himno de Plácido. Necesitamos un himno que se pueda corear y jugadores a los que poder cantar y dedicar letras. Yo nunca cantaré nada para Ronaldo, sólo Guti merece mi alarido. En fin, recuperemos todo eso y volvamos a ser un club heroico. Os cuento una cosa: formé parte durante unos meses de una peña madridista en Valencia y en ella había un señor mayor, un anciano, aparentemente distraido y no muy futbolero que sólo hablaba para reclamar cojones. Un hombre humilde, pequeño, renegrido, rural. Un español de antes, vamos. Este señor, cada vez que el Madrid ganaba y atronaba el himno en los altavoces se levantaba, cerraba los ojos, agarraba una invisible gachí, una mocita, dejando una mano para su copa, eso sí, y se marcaba un pasodoble que solía acabar en zapateado. Se arrancaba por «alegrias madridistas» y una felicidad difícil se asomaba a sus ojos. Y yo siempre pensé que estaba viajando a otro tiempo. El Madrid es una ilusión y una región de la memoria. Que vuelva el himno viejo, coño, y con él todo lo demás. Se trata de que los chinos se parezcan un poco a nosotros, no de que acabemos todos como pekineses.

Y nada más. Esta página se situa frente a los antimadridistas, pero se descuelga del oficialismo y del seguidismo de los medios. No hay Lamas, ni Sanzistas camuflados, ni hay complejos. Una peña en el éter donde dejar nuestras impresiones en torno a la particular visión del socio. Viene muy bien cuando el equipo pierde, se agradece poder poner en palabras la mezcla de amargura, sinsentido, y violencia difusa, sin objeto, que genera una derrota. Los argentinos dicen bronca y va por ahí. Las derrotas del Madrid me desestructuran. Por un momento las cosas pierden su valor y se trastornan. Yo soy un ultra al revés, sentimental y teorizante, que en lugar de aporrear la cara a un infeliz aporrea un teclado. Yo agradezco a Michel Salgado el haber hecho posible tantos desahogos y al socio la posibilidad de escribir y comunicarme con los demás.

Saludos a todos: al madridismo concienzudo y entusiasta del Ángel, a Daniel, que ha defendido las esencias, al comedido Álvaro, a Redondo, un tipo al que el Madrid le duele, a odie, ot, geodotto (pedazo de madridista), al sensato Santillana y al muy equivocado aunque aún aprovechable Nadj. Y a los que ahora, con las prisas, olvido. Y al socio de forma especial, claro. Hasta pronto, tíos.

Nos vemos en unos meses. Sigan participando. Está claro, ya se ha dicho, que será de esta bitácora de donde salga la regeneración del madridismo. Somos un poder fáctico alternativo e insobornable y el secreto mejor guardado del madridismo. Somos la esencia y el espíritu y Bernabéu estaría orgulloso de nosotros. Es más, nos tendría de página de inicio.

¡Hala Madrid!

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Abandonando el florentinismo (y II)

¿Lo primero de Floren? La imagen de tecnócrata, la eficacia que por fin llegaba a ese Madrid de Sanz: del nepotismo sin ilustrar al despotismo ilustrado de este ingeniero centrista (porque el centro es el lugar adonde va el poder). Algunos nos encontrábamos de pronto con la estirpe de ejecutivos madridistas de la que tanto habíamos oido hablar, los Saporta, Domínguez y el mítico Bernabéu. ¡Por fin llegaba el señorio! Con Floren volvía también Luis de Carlos. En realidad este último Floren tenía algo de la pasividad de aquél. Supongo que también en el fútbol los dirigentes tienen un tiempo en el que llevan las riendas del tiempo histórico. Toman decisiones y luego son ellas y sus consecuencias las que les gobiernan. Florentino lleva unos años sufriendo el error de las renovaciones galácticas. El florentinismo tiene su apogeo en la eliminatoria Real Madrid- Manchester. Es ahí cuando Raúl pierde su fútbol con el apéndice, cuando el testigo pasa a un incontenible Ronaldo y cuando el fútbol llega a lo orgiástico, cuando parece que ya no es necesario el entrenador. Felicidad conseguida. No olvidaremos ese Madrid de Old Trafford. Y fue entonces, ese preciso partido, el que convenció a Abramovich de que el fútbol era una buena manera de comprar legitimidad. Y así fue como Florentino provocó un cambio en el fútbol. Los grandes comprendieron que los futbolistas eran franquicias al estilo NBA, marcas que se llevaban consigo medio club. De repente, las estrellas se blindaron y apareció un tipo con todo el dinero del mundo. Ya no dominábamos el mercado y la política de Zidanes se hacía imposible. Además, una lamentable campaña de la prensa en alianza con Carvajal y algún otro representante provocaba unas ampliaciones de contrato que recuerdan tanto a las de Mendoza y la Quinta. No se le puede culpar, romper el sueño entonces no se hubiese aceptado. De esta forma, como con Mendoza, hemos tenido el ciclo completo: ascensión, apogeo y caida, con todo el repertorio de traiciones: una trayectoria curva que deja un perfil humano y que admite música de tango y todas las sentencias sobre lo transitivo y fugaz del éxito.

De su gestión ya se dirá todo. Yo le debo haber recobrado un orgullo infantil y algo ridículo por este club. He sufrido auténticas erecciones comprobando el calado del club fuera de España, la admiración de tanta gente tan distinta por algo nuestro. De todos. Pues ese es el gran legado de Floren, haber conseguido que esta rara filiación del blanco (sin pendones, sin banderas, sin enseñas) llegue tan lejos.

Hay alguna paradoja sangrante: Quien más ha hecho por devolver el club a sus socios terminó por conseguir que sus aficionados sintiesen por vez primera al equipo como algo ajeno. Sin la protección de Florentino nada debe ser obstáculo para que la ira caiga sobre los jugadores. Son unos miserables que no merecen sino el desprecio. Pero todos.

Hay otra fecha. Los días porsteriores al 11-M, cuando con la final de Copa se empieza a derrumbar el equipo. Una casualidad, claro, pero parece que la grandilocuencia empezaba a sobrar.

No sé, todo esto es atropellado. LLegan las doce y quiero oir la rueda de prensa, pero sólo espero que el club siga fuerte. Es cierto que ha procurado «paz social», que es esa rara unanimidad que sólo el Madrid sabe conseguir y que es tan importante. No conviene perderla porque presagio artillería pesada y quintacolumnismo contra esta sagrada institución que es, en palabras de Valdano, «lo único en lo que el español se anima a ser el mejor del mundo». Y ese españolito prototípico ha sido Florentino. No se le puede culpar de haber sido ambicioso. Este club no admite otra cosa.

Alguna vez escuché a Segurola decir que Florentino engañaba, que detrás de esa frialdad hierática, de ese orador estupefaciente había un fanático. ¿Y de qué te extrañas, Segurola? El madridismo es un fanatismo civil. Cuando se produjo el cambio de papeles entre Sanz y Floren en el camarín del Bernabéu el primero se despidió con un sonoro ¡Hala Madrid! que no repitió Florentino. Empezaba a cuidar las formas y huía de ese grito algo faccioso, pero creo que es un apasionado del club. Se va un madridista, podemos perdonarle la debilidad. Démosle un nuevo empuje, un nuevo proyecto a este club. La historia del club empieza a ser un diálogo reconocible. Ahora toca replegarse en las esencias: construir un equipo desde la defensa, empezar a mirar a la cantera y comenzar a vengar afrentas. Objetivos cortos, vuelta al casticismo (pero lo justo, ¿eh?). Tiempo de humildad y de reconquista. Somos más y somos mejores.

¡Hala Madrid!

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Abandonando el florentinismo I

Amigos, comienzo una serie que imagino larga (e irregular en su frecuencia, me temo) sobre mi renuncia al florentinismo, fe de la que abjuro con todo el dolor de mi corazón. He sido un florentinista de la línea dura (más cerril que Roncero, menos carnal que Pitina), y ya he dicho que es, sin discusión, el segundo presidente en la historia del club, pero su mandato (no digamos legislatuta, no legisla todavía) tiene algo de gran ilusión colectiva. Una máquina de felicidad, un embeleso que se acerca al embeleco. Me explico, más allá del juego de palabras: Floren ha hecho del madridismo una secta que promete una felicidad eterna (tiendo a interpretarla como una de las manifestaciones del milenarismo, una respuesta al pánico del tránsito de 1999 al 2000, una salida castellana y lúdica al humano temor al apocalipsis) y para salirse de ella hay que empezar por humanizar al líder. Ahí va mi primer reproche.

No entiendo que habiendo repetido una y mil veces la intención, no ya de jugar bien, sino de ser los mismísimos «discípulos del talento» no se cuide lo fundamental, la persona que ha de dirigir el flujo del balón. El Barcelona ha fabricado, con una admirable regularidad de ganadero, de genetista, una decena de magníficos mediocentros, mientras nosotros ni siquiera tenemos jugadores específicos para ese papel. Algunos entrenadores (Floro), algunos paises (Italia), dudan de la existencia de la mediapunta; pues bien, nosotros tenemos una docena de genios incomprendidos. Y ningún equipo del mundo conocido (habrá que preguntar a Caro por el suyo) puede presentar cinco internacionales para el lateral derecho. Abundancia disparatada en puestos secundarios, pero nada, la más absoluta nada en el puesto definitivo. Gravesen, insistente en su torpeza, y Guti, ausente y genial en proporción desigual, son dos mediapuntas, y García, único especialista, es un fracasado reincidente en grandes clubes, lento, autista, incomprensible y pendenciero. Un jugador impropio y que contra todo pronóstico recibe más que da.

Que no se diga nada de Makelele. Era una lapa con una tranca legendaria, nada más. En realidad, en quince años sólo hemos tenido a Redondo, una apuesta personal de Valdano que terminó por imponerse en uno de esos absurdos debates que a uno le hacen dudar de su madridismo: Simeone o Redondo. Ganó el Príncipe y perdieron los comandos casposos que por entonces dirigía un ayatolá con cascos que nos tocaba a todos la pirola. Redondo, por ser guapo, tener una mínima lógica gramatical y jugar con gesto elegante y altanero tuvo que purgar largos meses de silbidos y reticencias. Y otro referéndum memorable: Redondo contra Milla.

Y en estas llega Cesc. Wenger, un francés que vive en Londres, ha visto más que toda la larga lista de ojeadores del Madrid. Menudo ejército de subsidiados que tiene el club. Yo, por ejemplo, llevo tiempo preguntándome por el ojeador madridista en África: rompió el hielo con Mutiu, se cubrió de gloria con Eto’o y desde entonces no ha dado señal de vida. Se habrá hecho misionero.

Me desvío. Mientras De la Red y Jurado no tienen ni un minuto (Diogo antes que ninguno) el chico Cesc lidera la transición de Highbury al nuevo estadio. El mediocentro es estratega, filósofo, válvula, corazón, bomba, delineante, estilo, metrónomo, alférez y director de orquesta. Y se puede ser Karajan o un perpetrador de pasodobles y marchas militares.

La relación entre el club y esa demarcación resume más que nada la gestión deportiva de la última década y, en general, la larga y busterkeatoniana serie de despropósitos del florentinismo. Y no sólo a Florentino incumbe, alguien con autoridad y con una mínima elocuencia (Camacho no, no valen los arreos de cabrero) debería enseñar al madridismo por qué es, no sólo estéticamente repulsivo, sino inmoral haber jaleado los inicios de Gravesen en el Madrid. Inicios, por cierto, tan parecidos a los del toro que sale a la plaza: un organismo que resopla y entra al trapo con demasiada fuerza y que choca con los límites que encuentra.

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