La épica y la cruel duda

Dejo aquí un montón de las observaciones que me ha traído el partido. Seguro que coinciden con las que han ido surgiendo en la mayor parte de la grey madridista, en su nuevo aprendizaje de la decepción.

Nuestra relación con este equipo francés de provincias (y ser de provincias en Francia es serlo mucho, como un salchichón, una casa rural o un queso) me recuerda a la que tuvimos, allá por los noventa, con los capitalinos del PSG. Nos eliminaron dos veces, de forma consecutiva, y anduvimos unos años expeliendo gaseosa por el trasero detrás de los Artur Jorge, Ginola, Rai, Valdo y compañía. Los franceses nos tomaron a pitorreo y dejaron para siempre un cassette con el «que Viva España» en la megafonía del Parque de los Príncipes, donde años después se dejarían el apellido los culandras (oh, ese gol de Le Guen… ¿o fue Guerin?), y me parece que también el Dépor… el deporculo. Todos los que se rían por lo del Lyon acabarán muriendo del mismo acero.

El año pasado, guiados por el genio mímico y la fantasia romboidal de Luxa, perdimos con poco decoro en Lyon y arrancamos un empate pundonoroso en casa. Este año ha sido lo mismo. Creo que no ha habido sustanciales avances. Hoy he sentido, viendo a Tiago, Malouda y Juninho lo que sentí cuando el Ajax de Van Gaal se paseó por Chamartín, una sensación de ver a niños en traje de comunión contra un equipo contrachapado; quizá no tanto, porque ese Ajax era una supernova y este Lyon quizá no sea, hombre por hombre, nada del otro jueves. Carew, uno que no le servía al Mestalla (como Reveillere, ese que no puede tener más cara de francés) ha sido capaz de llevar al Balón de Oro a una especie de marcaje de baloncesto, un territorio parafutbolístico. Un agarrao de noventa minutos. Helguera, mientras, inventaba cojeras, clamaba al cielo, escupía y ponía esa sonrisa, ya tan familiar, de incredulidad, de incredulidad crispada, diría yo. Todas las formas de la impotencia que caben entre dos curras de surfero del cantábrico. Como exculpándose ante el mundo a base de muecas. Otro que tiene línea directa con el Altísimo es Robinho: cuando falla una ocasión gira súbitamente, abre las manos como un predicador y mira al cielo con una fijeza sufí. Están todos como unas maracas, y uno no se lo explica, con lo que deben de follar estos tipos.

Yo estoy dispuesto a ver siempre el vaso del Real Madrid medio lleno, pero me atormenta el hecho de no saber qué partido tiene don Fabio en la cabeza, el ideal que persigue. Mi ideal eran los comentaristas de Antenatrés, Schuster y Laudrup (por cierto, para quien no lo sepa y lo sospeche, Matías Prats también es colchonero). También Juninho tiene un lugar en mi fantasía (a Juninho ya le hemos quitado el Pernambucano porque nadie se acuerda ya del otro juninho, el pequeño prognato): un Chamartín edénico lleno de centrocampistas altivos. ¿Jugaremos alguna vez como este equipo francés? Yo creo que el gran argumento a favor del italiano, uno que además se suele obviar, es que fue responsable de uno de los equipos más asombrosos e infalibles que han visto los tiempos, ese Milan postArrigo que hacía giras por Europa para ver si alguien le derrotaba, como quien echa pulsos por las ferias. Queremos pensar, los que recordamos ese equipo, que Capello sabrá qué hacer, que tiene un plan y que ese plan nos llevará a algún sitio donde merezca estarse. Pero la travesía se promete larga, tortuosa y epidémica. Muchos morirán de escorbuto en medio del mar. Para empezar, Capello ha convertido al Madrid en el Tottenham Hotspurs. Sólo marcamos de cabeza. Nos pasamos la vida analizando con amargura la actitud piperil de la grada, pero debemos entender en vez de recriminar. Todos somos madridistas. Toda la vida nos han enardecido las mismas cosas, las paredes, los centros medidos, el juego por bandas, eso es lo que sabemos aplaudir y a muchos nos sale un olé involuntario. Nos ponemos como motos con cierto tipo de fútbol. ¿Qué nos piden ahora? ¿Una sintonía con un equipo que sólo sabe meter goles de cabeza? ¿Que cual hinchas ingleses gritemos «iiiiaaaaaaaaa» como posesos al forzar un córner? Por favor…

Yo creo que ese cortocircuito con nuestra propia historia y nuestra manera de ser paraliza al mismo equipo. Se supone que trabajan para ser un equipo difícil de batir y eso obliga a una actitud muy determinada, de sobriedad, abnegación y humildad. No se trata de tiquitaca contra capellismo; es que yo creo que el capellismo necesita un entorno nuevo. Hoy teníamos una prueba para ser humildes. Se trataba de enfrentarnos a un test. Saber, contra el mismo equipazo, si éramos mejores, un poco mejores que hace unos meses. Pasábamos un examen. Es decir, nos presentábamos ante alguien que sabe más que nosotros. Pero el diario más leído de España (mejor diré más ojeado) llamaba a la remontada, sacando por enésima vez a pasear sobre un añoso Babieca (más Rocinante que Babieca) al Cid Juanito, fatigando al mito hasta gastarlo, be water Real, leave alcohol mate, e incluso la bitácora más prestigiosa del madridismo, inflamada por el calderonismo talibanesco de su líder, despreciaba irreflexivamente al rival (poniéndosela, por cierto, botando a los trolls, que hoy se lanzarán cual Santillanas). Los jugadores llegan a través de La Castellana a un estadio en el que la luz y el rumor empujan a irse hacia arriba, a igualar antiguas gestas, a perder un poco el respeto al que visita. No sé, creo que jamás podrá ser el Madrid el equipo granítico que ansía Capello. Un equipo sometido a tanto ruido, a tanta presión debe, por fuerza, despistarse. Siempre habrá algún escape, sobre todo mientras haya Gutis, con la cabeza como una tetera. El madridismo, cuando llega al Bernabéu, pide jarana. No sabemos ver un partido en el que no pase nada. No tenemos una inteligencia táctica, sino estética. Despreciamos los goles de córner, que nos parecen menos goles (salvo en semifinales, que vale todo), y consideramos un burreo intolerable que el rival tenga el balón en nuestro estadio, como si un invitado a casa se atreviese a vestir nuestra bata, calzar nuestras babuchas y ocupar nuestro sillón frente a la tele.

Nos hemos merecido perder y quizá hubiese sido lo mejor. La reacción de coraje del equipo es la de un equipo blasonado que saca el orgullo, la vergüenza torera, nada más. Esos chispazos tienen el inconveniente de maquillar el moratón, se recompone el gesto pero se oculta el daño y se pospone la solución. Por cierto, lo del holandés con los penaltis me recuerda a lo de Figo. Vaya tomando nota el comandante. Y Coupet para y yo no sé por qué pero no me imagino en las radios francesas un coro de giliflautas gritando como quinceañeras «¡San Coupet! ¡San Coupet! ¡El catecismo, el catecismo!»

Tengo miedo de que se malgasten los 1100 millones de euros en seguir una dirección equivocada. Lo siento. Juninho juega al fútbol con gesto despistado, con una aparente negligencia, pero es elegante y concreto. Ese fútbol es el que yo he valorado toda mi vida. El fútbol del Madrid es un galimatías. Guti es nuestro Juninho, pero Guti te falla siempre, cuando más se le espera Guti falla. Robinho no disfruta de uno-contra-unos porque el balón tarda un siglo en llegar a banda y llega cuadrado; y sin esos aclarados que le reduzcan la jugada a una sola opción primordial, el regate, Robinho se ofusca y acaba tropezando y torciendo la boca. Los cambios de juego no cruzan el océano como en tiempos de rutilar galáctico; Reyes no es Figo, hay bandas pero no lucen. Raúl, que está tremendo y homérico, es el único en poner algo de criterio, a su manera suburbana. Emerson y Diarrá, incapaces de encontrar una salida, parecen ratones beodos en medio de un laberinto. Hay gente que al recibir el gordo de la Lotería arruina sus vidas. Florentino sabía manejar las millonadas. Ponía el dinero en un número de la ruleta de los fichajes con la desenvoltura de un jugador experto (hasta que se le acabó la suerte, dirán algunos). Pero Calderón y Pedja, ¿se han visto en otra? Ay, cuanto más dinero se tiene más importante es la gestión. La prudencia, la humildad, el comedimiento, la discreción… palabras que manejan los muy ricos.

Mañana se meterán con Cannavaro, puede que con razón, pero a mí me ha gustado que en el escarceo pandillero del final del partido (Ramos va a cumplir muchos ciclos de tarjetas en su vida), cuando todos galleaban con gesto hosco, él buscase el cuerpo a cuerpo con una angelical sonrisa. Eso debe de ser el barrio y Nápoles, y la manera local de vacilar mientras se amenaza de muerte para que no sospeche nadie. Mañana los trolls me llamarán marica, pero parece un modelo de Gautier, con algo pasoliniano en su sonrisa. Il Bello es nuestro Benito metrosexual. Amémosle sin complejos.

Sigo manteniendo que Cassano es un genio y que tiene más talento en la uña de un pie que todo el Madrid junto. El gol del empate ha venido por un cabezazo suyo. Que conste. Habiendo tanto notario de la nada, tanto contable de la palomita superpop, alguien tiene que rellenar el haber de este genio, que por genial resulta incomprendido.

Toulalán tiene el nombre mas bonito de la Champions (y la Champions es el cosmopolitismo de los hooligans), no sé de dónde es, pero suena a Antillas y a calipsos, a estribillo de Georgie Dann, a ultramar y al final, un poco, a choteo, a recochineo. Como tururú, pero en gabacho.

Del partido se puede seguir hablando en comentarios. Un saludo a todos, y de manera especial a Corso.

– Real Madrid: 2 (Diarrá y Van Nistelrooy)
– Olympique Lyonesse: 2 (Carew y Malouda)

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Entrada de repente

Una entrada me manda hacer el socio

y yo respondo, lacayo atrabiliario,

De tanto como digo en «comentario»

cualquiera cosa entretuviese el ocio

Pero ¿de qué escribir si no hay negocio?

¿Gloso el discurso en Gatti estrafalario

o a San Martín, veleta agropecuario?

Si exulto ronceril, dirán: «¡beocio!»

¿El farsa? Poco ya (llega un rumor

de cagalera en Barna), y resta Guti,

Hamlet de Torrejón, pero es error:

Al no haber rima nuevo dilema es Guti

Pues Rimar con tutti no es arte mayor

Me quedo, triste, en un vulgar dabuti.

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Emerson

No, no es un error. La entrada se titula Emerson, pero hemos decidio dedicar el frontispicio al momento cumbre en que el Generalísimo Francisco Franco recibe una medalla de manos de un gerifalte culé (porque en esa época sólo había gerifaltes). En los próximos meses intercalaremos de manera subliminal esta imagen y cosas parecidas para tatuarlas en vuestros córtex. ¿Goebbelsianos? Sí, lo asumimos. Pero con una diferencia, nosotros no pretendemos convertir por repetición una mentira en verdad, sino hacer de una verdad otra cosa mayor. El llamado por algunos traviesos club nandrolista condecoró al Caudillo en dos ocasiones, y ya se ha dicho que fueron dos insignias de metal frío llegando a la raicilla del grito franquista. Por favor, difundid entre vuestros conocidos este hecho. Algo tan hermoso no merece el secreto, no merece confinarse en el cofre polvoriento y cerrado del tabú. Abramos las ventanas y los armarios, saquemos los fantasmas, la ropa vieja a orear, que el viento (¡libre!) que maneja nuestra barca (homenaje a Reyes) la lleve a las riberas púbicas y doradas de la verdad (homenaje a Pedro Jota). Ese acto no fue un acto más, fue el gran gesto nandrolista, su mayor gesta: pagar los servicios prestados. Quienes siempre hemos dudado de la lealtad culé nos vemos obligados a rectificar. Franco se fue al otro mundo con la gratitud nandrolística y dos pequeños rasguños en sus pezones. ¿Por qué es tan importante recordar esta escena? Pues porque los actuales prebostes nandrolistas (porque ahora sólo hay prebostes), en su intento delirante por convertirse en un club antifranquista treinta años después, iniciaron, meses ha, una campaña de masivo lanzamiento de típex sobre su propia historia (porque el típex no se acaba en Ferraz, el nandrolismo es un inmenso cipote eyaculando típex por doquier, haciendo de la historia futbolísitca del siglo XX un paisaje nevado). Hubo un libro de ciencia ficción sobre el nandrolismo y su relación con el franquismo y, hace unos días, el psicotroll barretinado Joanet nos regaló un documento en el que podía leerse cómo un órgano nandrolista denominado Consejo de Notables decidía por mayoría que lo que aparece en la foto nunca existió. Ay, si todo pudiese ser así, si yo, reunido con lo más notable de mi mismo, pudiese desandar lo andado…

Pero la entrada se titula Emerson porque ya toca defender a este excelente futbolista. Defenderlo de los ataques de la progresía futbolera, pero también de los piperos que ya levantan su rumor de criticonas, su runrun gallinaceo, cuando la toca el brasileño (por cierto, me encantó lo que dijo el socio: los piperos y el cri cri de sus pipas, que son como grillos en la noche de Chamartín, sí, una masa social kafkiana que se convierte en grillo, que produce el sonido de 75.000 grillos acallando el voceo ya cada vez más marginal de los ultras), defenderlo decía de los ataques interesados, porque es obvio que Emerson es la proyección de don Fabio en el campo y que un buen modo de decapitar a nuestro tribuno (¡la tribuna enfrentada al tribuno!) es empezar por Emerson, apodado «El Puma». Para que Diarrá pueda hacerse ubicuo necesitamos de la inteligencia táctica y la capacidad de sacrificio de Emerson, que huyendo de todo protagonismo se ha dado a si mismo un aspecto ocre y abnegado. Es un brasileño a lo Mauro Silva, rarísimo e insensible a la samba, que cuando corre parece cargar sobre sus hombros algún peso invisible, corre con los brazos algo abiertos y yo siempre que lo veo me acuerdo de esos comandos que van corriendo por la jungla con metralletas, lanzamisiles, cantimplora y machete cubano. No es que sea lento o mayor, es que carga sobre sí con todo el equipo, aguanta sobre sus hombros toda la matraca táctica de Capello y es el ancla en un equipo de veletas. Emerson hará mejor a Guti, por ejemplo, y asumirá la parte de liderazgo con la que Raúl no pudo. De Raúl se dice un poco lo que se decía de la Quinta: buenos hijos pero malos padres. Ya parece que Raúl mejora un poco ahora que parte de su liderazgo lo carga también en sus anchas espaldas de estibador el bueno de Emerson.

Pero hay más roles que se comparten: Cannavaro alivia a Beckham del engorro de ser el guaperas oficial. Por fin podrá el inglés hurgarse la nariz en el autobús porque todas (¡y todos!) estarán mirando al Apolo napolitano. Van Nistelrooy libra a Ronaldo de la estresante obligación de marcar (que es un poco la obligación de echarle el quiqui diario y contractual a la parienta) y nos lo convierte en artículo de lujo, y ¡oh jugarretas del destino! Raúl, que pasa a ser colíder gracias a Emerson, libera un poco de sí y se convierte tambien en co-dilema, aliviando así a Guti, quien gracias a eso y gracias a la ayuda táctica de hermano mayor de Emerson se convierte, a sus años, en jugador maduro, superando su década de adolescencia futbolística. Cualquier día aparecerá en Valdebebas moreno y con el pelo corto para pasmo de todos (Nota: me he preguntado muchas veces la razón que lleva a Guti a mantener esa melena lacia y aceitosa color de bisutería, la respuesta es que esa imagen se ha apoderado de él. Guti es prisionero, rehén de un peinado atroz. Quien se ha dejado barba o perilla sabe lo difícil que es cambiar: uno ve a otra persona en el espejo por cierto tiempo. Si de lo que se trata no es de una barba, sino de ese tocado marujil, debemos multiplicar por mil esa sensaciónn equívoca de pérdida de identidad. Comprendamos a Guti, no es del todo libre). Raúl se convierte un poco en lo que ha sido Guti. El jugador metáfora, el jugador que divide a los piperos, el jugador que abre debates casi intelectuales en el club y trifulcas guerracivilistas en la grada. Ahora lo es Raúl. No me meteré por falta de tiempo en ese asunto, pero es evidente que en torno a Raúl revolotea siempre la nubecilla eléctrica, el zumbido del ruido mediático y de la polémica. Y eso no es malo, al contrario. Alivia a Guti de su trauma, le permite madurar pero no hace peor a Raúl, porque, como otro señor apellidado Emerson dijo una vez, todo héroe se aburre al final de su carrera y Raúl necesitaba las banderillas relañistas y el puyazo cobarde de los plumillas del sempiterno toro pasado. Emerson, por lo tanto, inicia por sí solo una cadena de efectos positivos en nuestro Madrid. Los jugadores comparten entre sí las pesadísimas cargas que impone nuestro amado club. Los galácticos, los fab flo, no tuvieron esa suerte.

Emerson es un jugador fundamental también porque a menudo se gira a hablar con los defensas, les anima, les pregunta, les ordena. Es un jugador que dedica parte de su atención a la defensa, el único que se gira, que está pendiente de lo que sucede atrás y que por tanto resulta indispensable para que no se parta el equipo y para dar al juego una continuidad que es más presencia que transición. Emerson es el ancla que nos fija en el mediocampo. Yo de táctica no sé, pero sí percibo que en un deporte donde todos miran hacia delante debe de ser muy bueno, por extraño, que alguien mire hacia atrás y se preocupe por sus defensas. La defensa madridista ya deja de ser una cosa ortopédica (los Spasic, Woodgates, Samueles y demás fueron como órganos implantados en un cuerpo que los rechaza) añadida a una delantera estelar, el equipo comienza a ser un cuerpo único que se dobla, o mejor, que se alarga o estrecha a la altura de Emerson, al grito de Emerson. Emerson no se toca, piperos.

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Calderón, nos debes un verano

El verano debería ser una larga canción de Hall and Oates. Mujeres y atardeceres panorámicos en los que el cielo se derrama entre colores pastel. Para algunos seres desdichados, o simplemente degenerados, el verano es un fichaje. ¿Recuerdas aquel verano en que fichamos a Ronaldo? Agosto languidecía y nosotros decidimos pasar su agonía pegados al transistor. Es lo que tiene el fútbol. Cuando la temporada termina hay quien no se decide a enfrentar el colosal vacío emocional que deja. Una zona cero sentimental. Un cráter. Y comienzan los fichajes. Cuando el presidente del Madrid dice que la semana que viene presentará a Kaká, Robben y Cesc uno no puede desconectar. Pero la semana llega y no aparece nadie y entonces el presidente insiste en que lo de Kaká se hará y que la semana venidera será definitiva. ¿Cómo no prestar atención a las noticias de deportes si esos fichajes suponen devolver al club amado a la élite? Pero comienza agosto y las noticias son inequívocas. No parece que vaya a llegar nadie. Uno entra en el foro del As, buscando comprensión, respuestas, cómo es posible, por qué nadie dice nada, se pregunta el forofo un poco aturdido, y entonces… entonces descubre una comunidad de aficionados cibernéticos. Seres que se presentan con nicks y avatares, como egos tuneados, como armaduras o prótesis. Hay gente como yo, piensa el forofo… bueno, no exactamente como yo, pero presos de una idéntica pasión. Son los días en que los trolls toman el pelo al madridismo en la red. Y el primer troll de todos es el presidente. Es entonces cuando el antedicho pega un volantazo y anuncia que seguirá los criterios deportivos y que por tanto no se incumple promesa alguna, pues esa era la promesa fundamental, la promesa primera y principal y las otras eran promesas secundarias. La afición es una mujer y Calderón un galán barato que promete, promete, promete… Relaño dice que es Capello quien desprecia a las estrellas, y que la responsabilidad es suya. Hasta el forofo se da cuenta de que Relaño no puede poner de manifiesto la mentira de Calderón porque él ha sido copartícipe. Él ha avivado la ilusión durante unos meses, sabiendo que estaba vendiendo humo embotellado. Kaká ha ayudado a vender muchos periódicos a costa de la imagen del club, de la paciencia y de las ilusiones de sus aficionados más fieles. Kaká ha sido el McGuffin del verano futbolero.

Cuando ese giro se da en el club, comienza a perfilarse el equipo que Capello tiene en mente, y el aficionado, lleno de amor y de voluntarismo decide caer en el autoengaño supremo del que quiere: un valdanista se torna en capellista, por ejemplo. Seamos capellistas, pero seámoslo bien. EL madridismo se ilusiona con algo distinto, con un proyecto menos ambicioso, humilde y el propio Capello afirma en una entrevista que «con un central esta plantilla es perfecta». Si el club se deja de grandiosidades y somos capaces de olvidar el manierismo de Zidane y recordar a Camacho, Juanito o el mismo Stielike la cosa puede ser hasta coherente, nos decimos. Las semanas, los días pasan y el central no llega. El club es linchado en los medios, desde Italia, desde Londres, y nadie lo defiende. Es más, Galliani es invitado al palco del Bernabéu junto a ciento cincuenta socios.

Bien, la historia la conoce todo el mundo. El último día resume todo. Por la mañana los medios deciden exprimir el limón hasta la última gota y avanzan cuatro operaciones. En el club, silencio. O son muy listos o muy tontos, pensamos, como se piensa de quien no acostumbra a abrir la boca. Cuántos ilusos habrán comprado el periódico, cuántos pinchazos en las webs, cuántos sms desquiciados a Radio Marca… La masa de seguidores del Madrid es un mercado maleable. El colmo es el programa nocturno del tal Castellote. Hay antimadridismo de muchas clases, el de Radio Marca no es tan evidente como el del Sport, pero es muuuucho más nocivo. La organización de defensa del consumidor debería decir algo contra este tipo de fraudes. Pero lo grave no es que los medios hayan tomado el pelo a su audiencia, y que encima lo hayan rematado con una orgía de antimadridismo (no nos van a respetar si nosotros mismos no nos respetamos), lo peor es que el primero en hacerlo ha sido el presidente. Por su propio provecho.

Cuando el Socio dice eso de que «Lo que hay es lo que hay», uno tiene que protestar. Ese es un título tautológico, un empate a cero lógico. Quienes decidieron regalar al madridismo a este individuo que nos preside con el argumento de que era el mejor proyecto deportivo tienen que retratarse ahora. Que esto es lo que hay es evidente, pero es un desastre y hay que decirlo. Y lo es por lo siguiente: porque la catadura personal del presidente ha influido en ello. En primer lugar, apostando de forma irresponsable e interesada por un proyecto sin futuro. Por jugadores mayores. En segundo lugar, por hacerlo por un estilo de fútbol que sólo se justifica si gana. Y en tercero, y fundamental, porque por mantener el engaño o intentar lo imposible con Kaká, Cesc y Robben (a partir de ahora yo prefiero hablar de KCR), el club ha perdido el poco tiempo que tenía. Tengo la impresión de que a mitad de verano se decidió cambiar los planes sobre la marcha. No había una prioridad clara. Creo que eso el asunto KRC ha influido en la confección del equipo, para mal. Baldini preguntando por Ayala el último día… ¿tengo que explicar hasta qué punto eso evidencia un desastre? ¿Alguien puede explicarme por qué Reyes ha sido tan importante este verano? Es incomprensible. Casi tanto como lo de la plaza de extranjero de Baptista.

No sé de fútbol y no voy a aburrir más con los pormenores. Con lo que ha pasado se podrían escribir cien entradas y aún quedaría lo del baloncesto, que a mí, personalmente, ya me deprime. Lo del baloncesto es una humillación que el propio club se inflige. En cualquier caso, vender a trece tíos por siete millones de euros no es un éxito. Regalar a Lendoiro media defensa no es un éxito, se parece bastante a un error que nos provocará serios problemas gástricos cuando visitemos Riazor y sus pancartas. Y es sólo un ejemplo. Sanear la plantilla no es mantener a Helguera, Salgado, Ronaldo y Raúl y renovar a los laterales izquierdos, «los patapalos».

La personalidad del presidente tiene mucho que ver en lo que se acaba haciendo. Calderón dejó claro, muy pronto, qué tipo de persona era, o mejor, qué tipo de persona había decidido ser. No tengo nada en contra de él, pero no me gustan sus maneras ni las maneras de quienes le apoyan. Yo nunca admitiría a Roberto Gómez como mi pelota oficial. Los medios del club se utilizan con un partidismo propagandístico de una grosería intolerable. Gestionan, no a favor del Madrid, sino para resultar menos ridículos. Para minimizar daños personales, pera que el ridículo (su ridículo) de la campaña electoral lo sea menos. Los calderonianos, además, se comportaron durante el periodo electoral como una especie de camisas pardas lelas denigrando a Villar Mir con argumentos a cada cual más inelegante y amenazando con caceroladas, presos de una especie de agresivo furor democrático, tan parecidos a…

La mentira no fue venial. Es más, de ese error de base nacen los demás. Porque tienen que maquillarlo y porque no ofrecen confianza. Y este modelo de club exige confianza, porque no juegan con su propio patrimonio. La trola fue determinante al decidir la presidencia del club y ha robado tiempo, claridad de ideas y energía a la hora de confeccionar la plantilla. Una mentira mantenida, sostenida, con frialdad asombrosa. El Madrid, tristemente, no tiene el equipo necesario para jugar como Capello quiere. No hay fuerza, no hay tonelaje suficiente. El equipo es un aguachirle, algo heterogéneo e incompleto, inacabado, una cosa desflecada. En realidad, somos lo de antes más Diarrá, básicamente. El central era cerrar la plantilla, blindar la defensa con Ramos en el lateral y satisfacer a Capello, al técnico. Cosa que no se ha hecho, incumpliendo, por pura ineptitud, lo que para Calderón era la promesa a tener en cuenta. El central era el quid del asunto.

Si yo fuese Calderón dimitiría; no lo hará, pero exigirlo es una obligación. Como una especie de regla de etiqueta democrática. No hay que alarmarse por ello. Tampoco creo que la crítica sea una moción de censura. Es aconsejable y para algunos de nosotros es hasta saludable. Ocho mil tíos han decidido lo que debe ser la primera marca española. Prefiero no pensar cuántos votaron pensando en los KCR. Yo propongo a los aficionados que animen incondicionalmente al equipo, pero que sean críticos y que manifiesten de algún modo su disconformidad. Que no lo pague el equipo, pero que se haga notar. Demasiado tiempo hemos sido una masa silente. Consumidores fácilmente manipulables. Quizá ya va siendo hora de que en torno al Madrid se forme algún foro, INDEPENDIENTE y no alineado, de debate sobre el club. Una plataforma de socios. Como una peña pero con más capacidad crítica e intelectual y una preocupación mayor por el largo plazo. Lo único que recuerdo es un engendro postsanzista de un tal Peña Abizanda (No Pena Madridista Abizanda, sino el señor Peña Abizanda), una broma pesada que pretendía defender el patrimonio del club del voraz Florentino. De chiste.

Yo propongo al aficionado que baje sus expectativas. No tenemos equipo para ser favoritos a nada. Podriamos esperar un buen central en diciembre, pero sería volver a caer en el error. A mí ya me han jodido el verano, quien quiera ver cómo convierten sus navidades en algo parecido adelante. Creo que un club está bien gestionado cuando el aficionado no necesita hacer mentalismo, fuerza mental, para tratar de reconducir las acciones de los rectores. Ya sabemos que ningún medio les exigirá ese fichaje.

Para el futuro deseo, aunque no espero, lo siguiente: en el corto plazo, que yo coloco en diciembre, un central e incluso el trueque de los dos garañones brasileños. A medio plazo (que colocaré en las próximas elecciones, sean cuando sean), un candidato prestigioso, señorial y con mejor aspecto que divida el club en dos, césped y oficinas, y que regale el poder absoluto en lo segundo a José Ángel Sánchez y en lo primero a Benítez. Es más, si yo fuese socio y millonario, comenzaría ya a llamar diariamente a casa del entrenador del Liverpool. En el largo plazo (lo situaré en el territorio futurista de ciencia ficción en el que algunos ya sitúan a Raúl), deseo que el Madrid se convierta en SAD y se desespañolice de forma casi total.

Personalmente, me voy a tomar unas vacaciones de fútbol. A ver lo que dura. Estoy hasta la polla. Son unos incompetentes y unos mentirosos. Uno no acostumbra a estar pendiente de gente así, y no creo que haya pasión alguna que justifique eso. Necesito un descanso. En el entremés surrealista de mis sueños han empezado a aparecer, como replicantes de no sé qué arcadia futbolística, nicks, avatares, enlaces a youtube, regates encapsulados de Cristiano Ronaldo, terroristas gramaticales con tan buena intención, metódicos asesinos de la hache (como García Márquez, pero sin ínfulas, internautas velando por la economía y la prontitud del idioma), culandras obsesivos con los ojos inyectados en sangre, trolls con informaciones de primera mano, calciotrolas, alineaciones ideales como declaraciones de amor… Recuerdas aquel verano en que casi fichamos a Kaká, me dirán. Sí, responderé: los atardeceres parecían la cara de un boxeador después del combate, y el rielar de la pantalla del ordenador daba a mis ojos un falso brillo de emoción.

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Pasando de Relaño

He estado unos días haciendo turismo, como el plumilla del As que se parece a Buddy Holly, y me he mantenido todo lo desinformado que he podido. La Ley de Murphy tiene algunos axiomas estivales y futboleros. Uno dice que si alguien se tira el verano entero pendiente de un fichaje y decide escaparse por un par de días, puede estar seguro de que entonces y sólo entonces llegará el fichaje. Y así es. El sábado, al salir del hotel, me encontré con varios individuos con riñonera parapetados tras enormes letras impresas que anunciaban el fichaje de nuestro ídolo de ébano, nuestro apolo africano. Gracias a la portada de Marca sabemos que además de una enorme verga negra, Diarrá posee dos piernas que parecen las columnas de Hércules. Uno pagaría dinero por ser amigo de Diarra para salir de copas por Madrid con él. Sus desventuras madrileñas harán las delicias de cualquier aficionado al porno sección interracial.

El fichaje es estratégico, pero no a la manera mediática y comercial de Floren, sino a la manera musculada y tacticista de Capello. Era imprescindible y debe completarse con un central potente. Porque lo necesitamos y porque es la manera de dejar de ver a Helguera y Salgado en el once titular, algo que para quien escribe resulta imperioso. Se puede justificar la larga decadencia de Raúl, porque es un mito, pero ¿en calidad de qué debemos aguantar el horror de Salgado y ese manojo de tics que es Helguera? He leído esta mañana algunas cosas que me preocupan. Noto que los de Prisa, no contentos con meter mano en quién y cómo ha de llevar el club (en quién y cómo ha de llevar el país), están empecinados en corregir el fútbol de Capello. En echar agua al vino fuerte y añoso de Capello. Sobre todo Relaño. Su artículo del domingo merece un lugar de honor en la hemeroteca. Aburrir e irritar es lo que lleva haciendo durante décadas este progre a la violeta. Hay mucho ruido en torno al club y espero que sean fuertes y completen el equipo en esta semana. Que no renuncien al central que necesitamos por este tipo de presiones. El otro día puse la radio un rato, la Ser, y noté que se ha subido el diapasón, que las críticas son despiadadas y que hay un gusto indisimulado por crear inquietud en el aficionado: «Robinho, Baptista y Cicinho están acabados en el Madrid», «Peligra Casillas» (la afición madridista se moldea, como cualquier otra, también a base de temores, de miedo, el de Casillas es un espantajo que se saca a pasear cada poco tiempo), «Ronaldo al Milan por 15 kilos»… Se opina del Madrid como de una cosa pública, sin dueños y sin sus propias prioridades. Y Relaño, por fin, ha sacado al Lou Grant que lleva dentro y se ha puesto a escribir sobre el club. Parece querer influir en la última semana de contrataciones. El Madrid debe ser fuerte y apostar firmemente por el Capellismo. Gallas antes que Reyes. Gallas antes que nadie, en realidad.

Como aficionado deseo una defensa con Ramos de lateral, y un central titular de garantías junto a Cannavaro. Un mediocampo con Emerson y Diarra como dos MC’s infatigables rapeando un fútbol afro, sudoroso, constante, galvanizado, urgente y machacón. Cicinho antes que Beckham (leí que el socio lo comparaba con un poste, tiene razón, a mí me recuerda a un pinball) y los brasileños antes que el resto en la delantera. Pero sin debates excluyentes. Menos disyuntivas y más copulativas (eso, eso, más copulativas, pensarán algunos). Y la ilusión puesta en Javi García, De la Red y Granero. Tres centrocampistas modernos para el futuro.

Paseando me he encontrado con los habituales puestos turísticos de camisetas de equipos de fútbol. La mayoría eran piratas. Vi más camisetas madridistas que barcelonistas, por cierto, pero lo que me llamó la atención fue que en un par de puestos sobresalían, como pendones de alguna contienda civil, dos camisetas, la azulgrana de Ronaldinho y la blanca de Gravesen. Me pareció la mejor descripción de nuestra desorientación actual. De ahí hay que salir como sea.

Yo hubiese optado por un proyecto deportivo distinto. Una idea de juego menos directa y una apuesta por cuatro o cinco fichajes en la línea de los que propuso Sanz, que completasen la renovación apenas emprendida por Floren. Un equipo de veinteañeros junto a los Cicinho, Ramos y compañía. Algo más parecido al Ajax. Bien, se ha elegido otro camino. Calderón ha trazado una línea recta hacia el triunfo con Capello, que a su vez traza una línea recta hacia el gol. Si esa es la apuesta se debería apoyar con toda firmeza. El ultra no es el grado cero del forofo, sino su última estación. Aprendamos de ellos. Se puede ser crítico con Calderón (Se debe. Sus ideas sobre la NBA y el futbito son ridículas, como abrir una franquicia en Manhattan y otra en Villaconejos), pero con lo que sale al campo nos une una adhesión inquebrantable. Yo, que soy valdanista, estoy dispuesto a disfrutar del fútbol de Capello y a tener paciencia hasta que el equipo, como se dice siempre, acabe teniendo el carácter de su entrenador. En años pasados los equipos se nos acababan pareciendo a López Caro o a Luxemburgo. Ya hemos ganado algo si a fin de temporada tenemos un conjunto a la medida de don Fabio, que reproduzca el aire marcial de sus gestos.

Otra cosa. Deberíamos huir de las comparaciones con el Barcelona. El nandro, como se le conoce por ciertos pagos, tiene un equipo fenomenal, uno de los mejores de su historia, le sale todo, tiene el aire de cara (también soplan Villar y Arminio, cual soplagaitas escoceses con aliento a ajo) y dominan el balón. Al tenerlo juegan mejor, no tienen que robarlo, es suyo (por cierto, para los que saben de fútbol: ¿el fichaje de Diarra nos aleja o acerca al balón? Pese a lo que se dice, ¿no disfrutaremos más del esférico estando la estaca de Mali con nosotros?). Son los favoritos para ganarlo todo y probablemente lo hagan. Pero nosotros deberiamos olvidarnos de eso. La primera obligación del Madrid es crear un equipo que sea competitivo. Que podamos ir a Lyon sin que nos vapuleen. Lo demás vendrá solo. También en los puestos de camisetas se percibe hasta qué punto ha hecho fortuna esa tontería que dicen los culés: «El Madrid necesita al Barcelona y viceversa». Las camisetas una junto a otra, como gemelas. No es cierto. Lo que ocurre es que ese antagonismo vende. Ese es el enfrentamiento que vertebra nuestro fútbol, el duelo que resume nuestra liga, pero no ha sido el único. Hace años fue el Madrid galáctico e individualista contra el Valencia del bloque, de la solidaridad, del esfuerzo (entonces, estas palabras estaban cargadas de altas virtudes moralizantes y cada jornada de liga era como una reedición del cuento de la cigarra y la hormiga, con la pestilente y pacata moraleja). Y antes el lujoso Madrid contra el modesto y humilde Deportivo, o el Madrid señorial, pijo, pilarista y triunfador contra el Atlético sentimental, suburbial y perdedor (esa mentira que tanto detestamos). Los anuncios del Pateti, por ejemplo, parten de esa idea, hasta el punto de que uno piensa que nos deberían dar royalties, porque siempre se definen por oposición a algo que sin nombrarse está presente, nosotros. (Son la Nordic -el refresco más envidiso del mercado- y nosotros la Schweppes. Bueno, son la Mirinda con un ramalazo de Nordic. Son, qué coño, la pobre zarzaparrila de posguerra, su mejor época.) Las promociones del Valencia hacen lo mismo. Ahora empieza un campeonato y nadie enfrenta al Barcelona un Valencia españolizado sin Aimar. Al contrario, nos exigen que definamos en un mes un proyecto capaz de hacer frente a un equipo campeón. Me temo que no sea posible tal cosa. Kaká, Cesc y Alonso no han dejado de venir por decisión de Capello, no han venido porque eran jugadores fuera del mercado. Y punto. Era imposible construir una alternativa al Barcelona en un mes. Imposible. Lo más que se puede es dejar que Capello vaya armando un bloque. Que les vayan con urgencias a otros. Si no tienen a estas alturas un trailer convincente que vender de la película de la liga es su problema.

Como aficionado exijo normalidad para el Madrid. Durante el Florentinato hemos regalado al mundo juego, alegría, hemos sido generosos y blandos, hemos llenado campos y hemos hecho un fútbol abierto y desprotegido. Hemos conseguido patrocinadores para la competición, hemos generado ingresos, hemos abierto mercados, hemos puesto el culo. Hemos sido putas y hemos puesto cama. Se acabó, señores. Me gustaría que al Madrid se le permitiese, por una vez, un fútbol cínico. El Madrid debe aspirar al status de equipo normal, a que no se le falte el respeto de forma gratuita, a no comprar caro y vender barato por costumbre, a no regalar a sus canteranos, a aprovechar, por una vez, el fallo del rival; a montarle el pollo a los árbitros. ¿No eramos prepotentes? ¿No lanzábamos un reto intolerable al mundo del fútbol y sus leyes? ¿No ibamos de bonitos por el mundo? Pues queremos normalidad para nuestro Madrid. Volvemos cabizbajos y derrotados al redil, y queremos empezar por lo primero, por la defensa, el orden y cierta sugestión en torno a la palabra equipo. No queremos abanderar ninguna idea sobre este deporte, sólo ganar partidos. Que lo que vale para el Chelsea, el Bayern o el Inter valga para nosotros, al menos durante un tiempo. A los miserables que en Cádiz gritaron el «a segunda, a segunda» que les divierta su puta madre. El Madrid se debe a sus socios y aficionados. Ni tiene obligación de ir al Carranza, ni de divertir a nadie como unos Globetrotters. Han muerto los Fab Flo y ha nacido la decuria madridista de Capello. EL Bernabéu será un coliseo romano, donde exaltados McNamaras tendrán lo que buscan: pan, circo y boogie movie. Como diría el genial rapsoda de los tiempos prezerólicos: Relaño, eres muy categorista, eres muy terminator, bonita. En el fondo sur: las huestes de ultra sur; en el fondo norte, como alternativa a los muermos piperos: la primera peña madridista de Chueca, peña Diarra, el mandingo blanco. Grada rosa, ya. También grada joven. Una grada nueva, un nuevo Bernabéu, agresivo y alegre, aguerrido y marica. Que se prohiban las pipas en el estadio. Que se acepte a Guti. No como quisiéramos que fuera, sino como es. Un Chamartín tolerante y reconciliado con su equipo.

Yo me niego, como aficionado, a esa gran gilipollez que algún dia dijo Michel, eso de que «la crisis viaja en puente aéreo». Los éxitos del Barcelona no nos pueden desesperar. El ciclo euforia-depresión se debe romper. Pero parece difícil; hoy (por ayer) nos encontramos en la prensa con ditirambos para el Barcelona y cuestionamiento de todo lo relativo a nuestro club. Ese adjetivo, «irritante», utilizado por Relaño me preocupa. Anticipa la demonización del Madrid en esta nueva temporada. Siempre hay argumentos. Que un equipo apueste por transiciones cortas no lo convierte en irritante, puede que sí en aburrido, pero no en irritante. No invita a sus seguidores a abandonar, no lo estigmatiza moralmente. Se puede jugar a eso y hacerlo bien. Relaño y Segurola, esos individuos antiestéticos, han abanderado una corriente de esteticistas del balón y se comportan como gurús dictatoriales y dogmáticos. Por lo que sé, Relaño salió en el descanso del partido despotricando contra el juego del Madrid. ¿Con qué derecho? ¿Es socio? Se comporta como un crítico cultural (bueno, más bien un crítico gastronómico), inflexible en la defensa de cierto buen gusto. Segurola se tiró años haciendo lo mismo en EP. Están convencidos de haber moldeado el gusto del español por el fútbol, pero en mi caso, sobre el placer de ver una pared o de recordar el fútbol del primer Madrid de Valdano, está el placer casi libidinoso de ver ganar al Madrid. Circulan un montón de leyendas urbanas en torno al Madrid de Capello: hubo goles, compromiso, cantera, delanteros, competitividad y magníficas entradas en el Bernabéu (en realidad, ese año se pareció bastante a una de esas películas de coaches de High School americanas: un entrenador baqueteado, con el cuajo de un John Wayne de los banquillos, metiendo en vereda a un montón de niñatos: lecciones por doquier, historias de superación y un manteo final con Capello, triunfador, volando por los aires del estadio). Yo creo que este ataque tan virulento y precipitado no responde a estrategia alguna, no se trata ya de los derechos o de las entrevistas o de ejercer un poder caciquil en la sala de prensa o en la zona mixta, se trata de algo más simple, se trata de poder: del cosquilleo que a Relaño le entra en el bajo vientre cuando manda sus mesnadas de reporterillos a asediar una idea, cuando lo consigue; cuando reina intelectualmente en el páramo desolado que es nuestro fútbol.

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