París
Querido Mono Amedio, la ternura que inspiras cuando te sientas en mis rodillas y escrutas la piel aterciopelada de mis huevos pelones empolvados en talco, fagocita hasta el último atisbo de precipitación acelerada que albergaran mis cojones. Oh, quiero follarte. Por favor, no arañes. Todavía quedan rincones adecuados para el romanticismo en este mundo criminal. ¿Lo sabías? En cada una de tus renuncias, debería escuchar una señal, un mensaje. Y sobre todo, una advertencia: se ha abierto un cráter sobre las cabezas herejes de tus amos, y lo hemos abierto entre todos los maricones fansistas representados por este que te penetra salvajemente para poder escupirle a Ceferino y a su absurda cohorte de dijinns del desierto cubiertos de oro y petróleo. Gime conmigo, Mono Amedio, gime de placer y grita de dolor hasta reventar mientras penetro tu culo en este sucio colchón forrado de billetes. Sayonara, baby, y disfruta de la caída desde lo alto de este amasijo de hierros que tiene por nombre Eiffel.
Londres
Marchemos, marchemos todos, una banda me acompañará, una banda de hijoputas madridistas. Bien por todos nosotros, a por Paris y ahora por Londres. Que nos vistan de vacilantes visitantes, que nos vapuleen que ya nos vengaremos. Desvergonzados viperinos vergonzosos, recordad que la vida es vileza y vislumbre. Ventosead, ventosead, hijos de putas vestidos de lino blanco. Raspad las asperezas del odio de nuestros enemigos que roen su casposa miseria y su mugrienta envidia con peines de adobo sediento y el sinfín de las porquediezmilmierdasyexcusas.
A eso se reduce todo, a eso se reduce lo irreductible. Lo escatológico no quita lo valiente. Por esto continuo con esta bonita tradición psicomágica y recurro a la cocaína y la vaselina. Me inyecto una dosis letal de la primera en mi hermoso nabo y me lo embadurno con la segunda, pues deseo un polvo violento y ensimismado en este barrio de pijos de Londres. Me voy al zoo a robar una mona, no solo voy a violar a ejemplares de sexo masculino, soy un demócrata y creo en la igualdad de género. Le depilo el cuerpo, le pinto los labios, un poco de rímel y unas gafas de sol, un vistoso y caro traje color azul eléctrico comprado en una tienda de moda del barrio pijo de Chelsea, la hago pasar por mi novia deforme en escapada romántica.
No resulta difícil acceder a montarnos en ese engendro llamado la noria del milenio. Una vez en las alturas junto mi boca a la de la mona Chita, no sin antes trabajarle los bajos hasta conseguir esa sensación de hocico y lengua de caballo en mis manos. Entrelazábamos nuestras lenguas e intercambiábamos saliva en un delirio de espasmos amorosos. Os quiero a todas, de verdad. Os quiero, mis monas, mis gorilas, mis orangutanas. Os falta el raciocinio suficiente para sentiros madridistas y también los cojones, una pena, solo podéis aspirar a comer plátanos y rascaros el culo. Pero reivindiquemos de una vez por todas nuestro derecho al amor entre los hombres y los simios. En la capital de la pérfida Albión se oye el ulular del viento invernal, polar y blanco del mandrilismo en los árboles, el canto de la mona en celo, la lluvia de flujo, semen y mierda en el pavimento de adoquines de la capital de la pérfida Albión.
City
¿Escucháis esa trompeta? Seguidme, queridos madridistas, vamos a saciarnos del árbol defoliado de la falsa sabiduría y la más falsa humildad. Ya sabéis de quien estoy hablando. Depilo mi cuerpo y lo cubro de los más caros perfumes, inhalo la metanfetamina y el Popper. Chemsex. Fiesta de maricones, no me toques por favor. Una vez inmersos en la sala oscura, si lo deseáis y no os sentís asqueados por el olor nauseabundo a mierda, sudor y semen, o por todo a la vez, podréis regresar a vuestras casas, o a donde os apetezca, o a donde os dejen, si es que merece la pena regresar a algún lado o simplemente regresar. Vamos a transformar esta extraña sala de rosas apestosas en Gloria Madridista. Que sople el viento purificador y destructivo, que cabalgue sobre el zipote duro y la sangre erecta, pero que nadie sienta desolación, ese viento no os trae la catástrofe: sólo la Dicha Verdadera. Me llamo Nicolás, hijo de Custer, Divino de los Huevos Pelones, y estas maricas malas que aúllan de placer en medio de la oscuridad de esta inmunda sala son los hijos putativos de Guartrolas, clones de esa marica de campanarios, de eructos y salivazos, de jersey de cuello de cisne y calva encerada, que escupe, escupe y escupe semen madridista en los partidos y que tanto asco provoca entre los señoritos Ivanes. Estoy aquí, hijos de puta, os abro vuestros pestilentes anos y me corro en vuestros cuerpos y vuestras bocas. Tomad y probad, todos de él, mi Sagrado Nabo Madridista, porque aquí lo que está en juego no es una orgía más en el Paraíso (wink, wink), sino una conciencia perdida: la fuerza, la bestia, la falsa virgen, la Gran Puta, arrodillada ante la Bestia que tiene cuernos y viste de blanco inmaculado.
París II
¿Escucháis de nuevo la trompeta? Marchemos de nuevo a Paris, así comenzó y así terminará esta nueva cruzada psicomágica encabezada por vuestro amado y bienhallado Divino en busca del Santo Grial en forma de Orejona.
Esta vez nos enfrentamos, queridos niños, a un enemigo poderoso: la Puta Luciferina. Necesito un ejército de homúnculos, así que seguiré las instrucciones de fabricación del gran mago Paracelsus, que a continuación os expongo por si alguno os interesa para complacer a vuestras zorritas y zorritos. Para crear un homúnculo es necesario recolectar el esperma putrefacto de un hombre. Esta muestra debe inseminarse en un huevo, dejado a la sombra, en un sitio cálido, hasta que alcance el nivel óptimo de putrefacción. Después de cuarenta días de incubación el homúnculo es capaz de moverse por sí mismo, lo cual es fácilmente observable. En esta etapa el huevo no debe ser abierto. El homúnculo ya posee algunas características humanoides pero no está completamente formado. Sólo cuando la cáscara del huevo se vuelva traslúcida es posible sacar al homúnculo. Se lo debe alimentar sabiamente con sangre humana, nutrición que debe prolongarse durante cuarenta días más.
Repito el proceso 14 veces, número que representa el infinito y al mismo tiempo simbolizaría la decimocuarta, y obtengo 14 homúnculos albinos y de pelo rubio y rizado, cual angelitos listos para emprender la cruzada. Realizamos el camino a pie porque es necesario el sufrimiento y la penitencia en toda gran gesta. Caminamos durante la noche y dormimos durante el día. Vestimos túnicas blancas. Evitamos a los humanos. Viajamos al modo homérico, conscientes de que cada hallazgo es más una advertencia que una revelación. Después de cuarenta días llegamos a los arrabales de París. Busco la puta más gorda y sucia y no tardo en encontrarla. Tras un breve acuerdo económico, procedemos al ritual en los Campos Elíseos. Le afeito la cabeza en honor al Gran Mamón y cubro todo su orondo y celulítico cuerpo con pintura roja en honor al LoserKlopp. Te llamaré Ceferina. Uno por uno, los homúnculos empalmados hacen su aparición. Ella los observa como lo que son: una legión de hombres vírgenes de piel nívea y con aspecto de retrasados.
Comienza el fornicio. Los homúnculos entran y salen sin dificultad, lubricados, húmedos, cubriendo el pestilente coño por turnos; el ardor del que hacen gala es tan fervoroso que se producen un apelotonamiento en la hinchada y lubricada vulva. El polvo psicomágico se demora, no tardo en sacar el látigo e imponer orden y disciplina madridista. Olisquean su sexo, aprisionan y muerden sus pechos, se restriegan entre los pliegues celulíticos. La puta sabe a cera, gelatina y mucílago. Ella ríe, le hace gracia la marcialidad con que se entregan al alegre mete y saca. Ceferina empieza a gemir de verdad, sin fingimiento, olvidando el personaje que representa y la siniestra simbología. Uno a uno, los homúnculos que huelen a orina, amoniaco y arenques en salazón, entre tanta fricción, van desapareciendo por turnos dentro de su vagina. Catorce desapariciones y el vientre de la puta se hincha hasta casi reventar, momento que aprovecho para darle la vuelta y endiñársela por el culo. Un geiser blanco compuesto de semen y los cuerpos fundidos de los homúnculos sale disparado del coño de la puta Ceferina inundando los Campos Elíseos. El squirting orgasmocósmico ilumina el cielo de París. La puta queda jodida después de la jodienda y El Madrid gana la decimocuarta jodiendo como nunca.
Y ahora, responde Ceferina, puta satisfecha.
¿Existe una Voluntad Ignota?
¿Existe un Proverbio definitivo?
¿Existe una Finalidad, una causalidad, una intención, una forma?
Responde Ceferina, ¿existirán la Piedra y el Elixir?
¿Existe la Dama de Blanco que aguarda bajo la sombra de un bosque de cedros?
¿Existe el Poder, el Poder, el Poder?
No es necesario que respondas. Ya sabes la respuesta.
HALA MADRID.