Por Kaillada, del que no se sabía nada
Como bien se anunciaba en la previa, el encuentro de esta noche, sin ser verdaderamente definitivo, sí que era trascendental. Trascendental no sólo de cara a la clasificación del grupo, sino también respecto a las sensaciones de nuestro equipo, que, a mes de noviembre, todavía no ha terminado de arrancar. El escenario era perfecto para medir el actual estado de la escuadra: liderato de la liguilla de Champions en juego, contra un buen rival que, aunque sin ser de primerísimo nivel, nos había vencido en la jornada precedente siendo superior.
La alineación de Mourinho me generó dudas desde el primer momento, principalmente por la no participación de Essien. Supongo que el míster optó por potenciar la salida de balón desde la iniciación de la jugada, ante los déficits en la misma que cargamos en los laterales, con Ramos y Arbeloa a pierna cambiada. Asimismo, la presencia de Modric presuponía obligar a los alemanes a descentralizar la presión sobre Alonso. Esta vez se optó por jugar con dos mediocentros “jugones” y, como explicaré más adelante, la elección no fue acertada. La propuesta borusser tuvo un cambio sustancial respecto a la ida: en lugar de optar por una presión alta, se organizó su repliegue en campo propio, cediendo tiempo y espacio a la creación blanca hasta las proximidades de la línea medular, donde, con un 4-4-1-1 altamente organizado, iniciaban su impetuoso pressing.
Ya en los primeros compases del partido podíamos obtener una fiel radiografía de lo que sería la primera mitad: un Madrid falto de ritmo, creatividad y alegría con el balón era incapaz de circular con fluidez en campo rival. El Borussia volvía a ser infinitamente superior a nosotros en organización e intensidad, en ilusión y agresividad: vencían cada duelo, cada disputa, cada segunda jugada. Su repliegue en zona media negaba por completo el juego interior del Madrid y propiciaba rápidas salidas al contraataque. La primera de ellas fue el vaticinio del sufrimiento defensivo blanco: balón a la espalda de un lateral, en este caso Sergio Ramos, y primer susto. Mañana nadie verá un titular que cuente las veces que le ganaron las espalda con peligro. En este escenario el Madrid acumulaba en la mayoría de jugadas a seis o siete hombres por detrás del balón y solo cuatro por delante. Esto, evidentemente, conllevaba la imposibilidad de generar ventajas en campo rival, ya que en cada zona de ataque en que recibía uno de nuestro cuarteto de atacantes, la superioridad numérica alemana era insalvable. La única vía de acercamiento a zona de finalización era la filtración de pases entre líneas y, a partir de ahí, una rápida culminación de la jugada. Por degracia, las tres mejores que tuvimos murieron en pies de Higuaín, que ayer no sólo estuvo sumamente ofuscado en esas acciones clave, sino que tuvo una aportación colectivo inexistente.
En el minuto 28 llegó el primer gol visitante, digno de análisis desde ambos bandos. Por parte alemana, no me parece una simple acción aislada, sino algo muy trabajado. Más allá de su habitual recurso de jugar directo hacia un Lewandowski de espaldas a portería, lo verdaderamente trascendente lo protagoniza Reus: Ante la conocida tendencia de Arbeloa a perseguir al rival en desmarques de apoyo para anticipar o negar el giro, el atacante rompió rápidamente este movimiento inicial para ocupar el espacio que él mismo había generado en el lateral izquierdo blanco, con un timing excelso, para así recibir la prolongación aérea al hueco. Los blancos concatenaron una serie de errores garrafales: el menos importante, el de Arbeloa, puesto que si Pepe no abandona su zona para luchar un balón que cae claramente en la de Varane, bien podría haber estado preparado para una doble cobertura, tanto a su compañero central como al lateral salido de sitio. Ése es el lastre de la jugada. Y con todo, el gol podría haber sido evitable de haber contado con un portero de nivel medio de liguilla de Champions. Un guardamenta bien colocado y concentrado no dobla la mano, salvo en cañonazos imparables.
Poco después, un cabezazo de Pepe tras rocambolesca jugada, colocaba el empate, extraña suerte para un central como él. Por desgracia no aguantamos este resultado hasta el descanso: en el minuto 44, el guardameta alemán lanzó directamente a Lewandowski, marcado por Varane. En la zona de Sergio Ramos había otro rival y el inteligentísimo sevillano no decidó otra cosa que abandonar su posición para una supuesta presión a un borusser que estaba en el centro del campo. ¡Dejar su zona ante un lanzamiento largo cuando en ella hay un rival y el central cercano tiene su propia marca! ¡En el último minuto de una primera mitad en la que el empate sabía a gloria! Se repitió el mecanismo del gol anterior: Lewandowski contra un central (en este caso Varane) y dos contra uno en la zona. Lewandowski prolonga, Grosskreutz ocupa el espacio de Ramos, centra y finalización entre Götze y Arbeloa que nos ponía en merecida desventaja.
![pepe](https://www.fansdelmadrid.com/wp-content/uploads/2012/11/pepe.jpg)
Las conclusiones de la primera mitad eran excesivamente preocupantes. Al margen de la superioridad renana en los intangibles (intensidad, concentración, ambición…) Modric y Alonso, el nuevo fetiche de la canallesca y el piperío, fueron devorados sin piedad, aunque no fuera sólo responsabilidad suya. Además de la incapacidad en la gestación de la jugada, este dúo es pausa, posesión, posición, y si no conecta a la perfección con Özil, el nexo con el bloque ofensivo, choca irremediablemente contra la velocidad, la ruptura, la agresión del juego de Cristiano, Di María e Higuaín. Para más inri, el equipo jugó demasiado largo, demasiado separado, y eso, con Modric y sin Essien (y sobre todo, sin Khedira) causaba una pobre capacidad de presión y recuperación de balón en zonas avanzadas, pocas opciones de ganar segundas jugadas y escasa calidad en transición defensiva. Porque para atacar bien hay que defender mejor (atacar defendiendo, dominar las transiciones, básico en el modelo de juego de Mourinho), y alinear a los más dotados técnicamente no significa atacar con excelencia. Ayer muchos nos acordamos del “paquete” Khedira. Es estéril discutir si es un centrocampista top mundial: el Madrid, para que su juego sí lo sea, le necesita. Como último apunte de la primera mitad, un factor verdaderamente desequilibrante: Lewandowski y la importancia de que el nueve aporte algo para el colectivo. El desequilibrio de rendimiento entre los delanteros de cada equipo en estos primeros 45 minutos resutó devastador.
Tiempo de descanso, gran reacción de Mourinho: Essien por Modric, Callejón por el lesionado Higuaín, y algo que jamás sabremos pero que a buen seguro tuvo que pasar en el vestuario madridista, para que, desde el primer minuto de la reanudación, viviéramos un partido distinto. Encontramos la intensidad y la ambición que nunca deberían faltarnos, y que ya nos hacen sospechar de un preocupante estado mental de la plantilla; encontramos más espacios porque salimos enchufados de verdad, concentrados, agresivos, como se debe salir a cada campo con el escudo de esta camiseta. Aparte del claro avance psicológico, Mourinho reordenó el equipo con éxito. Essien aportaba el dinamismo, el empuje y la verticalidad que le faltó a Luka, batiendo líneas no sólo con pases, también con conducciones y regates. Callejón recordó a su mejor versión, con una gran participación, espectaculares rupturas a la espalda de la defensa y una buena aportación al juego asociativo. Lástima que sólo acertara cara a puerta en el gol anulado. Di María, jugando de diez, conseguía encontrar un registro mucho más variado en su juego que pegado a la derecha, aunque su toma de decisiones seguía siendo muy desacertada. Özil, partiendo desde la derecha, equilibraba el dibujo y aportaba la calidad y la pausa de la que suelen adolecer sus compañeros de flanco. Y, por último, el titán Cristiano, que dio toda una exhibición de cómo generarse ventajas por sí mismo, ocupando espacios entre líneas, finta tras finta, desmarque tras desmarque, jugando de delantero centro. Él solito se echó al equipo a las espaldas y, a pesar de no estar especialmente acertado en los metros finales, volvió a recordarnos a todos cuán grande es. Así, la segunda mitad fue totalmente nuestra: dominamos, creamos y tuvimos ocasiones de sobra para dar la vuelta al partido, pero el balón sólo quiso encontrar la red en un lanzamiento de falta de Özil ante el que Weidenfeller pudo hacer algo más.
A tenor de lo sucedido en esta contienda, y pese a haber podido remontar, creo que el empate es un resultado justo y que debe hacer reflexionar seriamente a entrenador y plantilla. El equipo no está jugando bien, y creo que la raíz de los problemas es claramente psicológica, emocional. No puedo evitar recordar la rueda de prensa de Mourinho tras la derrota en Sevilla. Si no se juega con intensidad y competitividad todos los días es imposible sacársela de la chistera para los partidos importantes. No podemos tirar a la basura ni 45 minutos ni uno solo, porque en lo poco que llevamos de temporada tenemos ejemplos abundantes de las graves consecuencias que esto acarrea. Si en algo coinciden todos los entrenadores del mundo es en partir de la intensidad, la concentración y la motivación. Además, a nivel individual, es urgente no sólo empezar a recuperar lesionados, sino recuperar estados de forma, ya que demasiados individuos importantes están lejos del rendimiento que de ellos se espera. Nos queda mucho trabajo si queremos ser aspirantes en todas las competiciones.
– Borussia Dortmund: 2 (Reus y Götze)
– Real Madrid: 2 (Pepe y Özil)
Incidencias: Público, portero, juego, Sauca y Sanchís… ¿por dónde empezar?
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