Por Kaillada
Tres empates en cinco jornadas. De 10 puntos de diferencia a 4. La verdad, ninguno de nosotros lo esperaba. Quizás, también sea cierto que todos hubiéramos firmado esta situación en septiembre, pero eso ya es demasiada especulación. Lo ahora nos atañe es analizar el momento actual y eso intentaremos, tanto yo en estas próximas líneas, como todo el madridismo en los días previos al derbi. Lo único evidente es que, por tercera vez en un corto espacio de tiempo, despedimos la jornada liguera con mal sabor de boca. Igual de obvio es que seguimos líderes y que dependemos de nosotros mismos para ganar las dos competiciones que disputamos.
Al iniciarse el encuentro, la mayoría comprobábamos con sorpresa la inclusión de Albiol en el once. Mourinho lo colocaba en la posición habitual de Ramos, central izquierdo, dificultando así su relación con el balón en inicio de jugada, pero compensándolo con las parejas Arbeloa – Pepe por la derecha y el mismo Albiol – Marcelo por la izquierda. Evidentemente, cobraba más importancia de la habitual la participación del genio carioca en la construcción de juego. Esto se hacía todavía más necesario tras observar la fijación de Tino Costa con Xabi Alonso en esa fase del juego, en la que el marcaje al hombre era prácticamente continuo. En ataque, salíamos con toda la artillería a la espera de Di María, lo que hacía presagiar mucho potencial en los metros finales pero también problemas en el repliegue. El Valencia, por su parte, con jugadores importantes como Soldado y Mathieu en el banco, planteaba un 1-4-2-3-1 algo ficticio, que acababa convirtiéndose en un 1-4-4-1-1: dos líneas de cuatro, T.Costa con Alonso y Aduriz en punta.
A mi entender, el partido tuvo dos caras bien diferenciadas: una, desde el inicio hasta el ecuador del primer tiempo y, otra, desde ahí hasta el final. Quizás podríamos añadir una tercera: el asedio final de los últimos quince minutos. Sea como fuere, en la primera de ellas el Madrid fue dueño absoluto de la contienda, controlando todas las facetas del juego. Pese a no tener una salida de balón brillante, conseguía batir la primera línea de presión y llegar con muchísima facilidad a tres cuartos de campo rival generando peligro. Si bien el juego no era excesivamente notable en lo técnico, sí lo era en lo intenso y agresivo, pero faltaba el acierto. En este contexto, ante la escasa aportación de Alonso en la creación y el horrible partido de Marcelo, vi a un Khedira muy participativo e inteligente en la construcción y en el aprovechamiento de espacios a la espalda de la primera línea de presión che. En fase defensiva, el equipo estaba junto y adelantado y, exceptuando el remate de Tino Costa de cabeza al palo de Casillas, no sufrimos ningún otro contratiempo. El Valencia, por su parte, apoyaba sus ataques en el gran juego de espaldas de Aduriz, que servía como referencia para organizar la salida del resto de centrocampistas.
Sin embargo, el panorama iba a cambiar sustancialmente a partir del minuto 25. Desde ese instante, el partido se rompió para no volver a recomponerse hasta los minutos finales. Progresivamente, el encuentro dejó de gestionarse mediante la razón y la lógica y fue mutando en un carrusel de emociones futbolísticas, en una montaña rusa de índole psicológica que cada vez supimos gestionar en menor medida. Pero vayamos paso a paso: la primera mitad aún deparó ocasiones para ambos conjuntos y, aunque el mayor protagonismo seguía siendo blanco, los visitantes llegaron a inquietar a Casillas con un par de sustos. En este escenario ya podíamos adivinar nuestros puntos flacos: mal balance defensivo tras pérdida en tres cuartos y mala gestión de los tiempos de juego.
En el descanso, pese a tener la sensación de haber sido superiores, algo nos decía que no estábamos del todo bien. Lo mismo debió pensar Mourinho, que no esperó para meter el ansiado Di María por un gris Higuaín. Desde sus primeras apariciones, el Fideo demostró las virtudes que le hacen un jugador especial y diferente: velocidad, verticalidad, intensidad, agresividad… La apuesta me parecía acertada pero contribuía a mantener la locura y el poco orden en el juego. Si normalmente los partidos de rápidas transiciones y poco control nos favorecen, ayer no tuve esa sensación en ningún momento, y sólo las transiciones valencianistas parecían peligrosas. Su repliegue se producía en posiciones retrasadas, con bastantes efectivos y con una gran interpretación de los ataques rivales por parte de sus medios centros, hechos que, junto a nuestro mal día en el lanzamiento de los contraataques, descalibraron una de nuestras mejores armas. En definitiva, creo que nos hubiera convenido un partido mucho más controlado, de un ritmo más pausado, de posesiones más largas, de mantener al equipo compacto y esperar que el gol llegara fruto del acoso y el juego combinativo, como en los primeros 25 minutos. De todos modos, tampoco creo que ése fuera el motivo por el que se nos fueron dos puntos.
El encuentro llegaba a su recta final y Mou agotaba los cambios: Kaká por Khedira y Callejón por Özil. Entiendo la decisión del portugués: Özil estuvo ayer mediocre, y Khedira poco incisivo para la búsqueda del gol; en su lugar, dos hombres con mucho gol en los pies, en el día en que la mayor de las suertes balompédicas se nos negaba. En los últimos quince minutos, encerramos al rival en su área y nos dispusimos a ganar el partido con la pasión arrebatada y fogosa de los corazones jóvenes. Nos concentramos en introducir el balón en el arco rival, sin pensar que no siempre el camino más corto es el más efectivo. Empezamos a precipitar decisiones, a escoger mal, a tener prisas, a intentar resolver de forma excesivamente individual… y lo que es peor, el verdadero motivo por el que se nos escapó la victoria: a fallarlo absolutamente todo. Y esto es el fútbol: hay días que la pelotita entra casi sola y otros que el desacierto propio y la actuación del portero rival te deja a cero, incluso al Madrid. La conclusión que debemos extraer de todo esto, como crítica constructiva y que nos ayude a mejorar, es que debemos seguir trabajando nuestra inteligencia emocional, nuestra gestión psicológica de los encuentros, punto que, en mi opinión, es la mayor asignatura pendiente del equipo.
Es cierto que el panorama no está tan despejado como creíamos hace un mes, pero seguimos siendo líderes y dependemos de nosotros mismos. Confío totalmente en este equipo, y lo único que me preocupa es esa fortaleza mental en los minutos decisivos, los ahora nos esperan a raudales. Espero que el partido de ayer supusiera uno de esos aprendizajes significativos y condensados que nos haga crecer para devorar a todos nuestros rivales.
– Real Madrid: 0
– Violencia: 0
Incidencias: Recibimos un arbitraje muy similar al de nuestro mayor rival en Liga, para demostrar que la competición es totalmente limpia e inmaculada.
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